Esta semana se conmemora el 10º aniversario de los atentados del 11-M en Madrid; muchas son las páginas que en los últimos días se han publicado acerca de este terrible y luctuoso acontecimiento que dividió a los españoles y cuyas heridas no están del todo cerradas. Con el propósito declarado de contribuir a cicatrizarlas, el último libro de Fernando Reinares, “¡Matadlos! Quien estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España” (Galaxia Gutenberg, 2014), arroja, tras cinco años de investigación –precipitada por una sentencia dictada por un tribunal de justicia de Manchester (Reino Unido) en 2008–, nueva luz sobre la génesis y los actores implicados en dichos ataques terroristas. Nada menos que 575 notas al pie, a lo largo de 249 páginas, dan cuenta de la exhaustiva documentación recogida.
A la luz de las evidencias expuestas en el libro, el instigador de la matanza fue Amer Azizi, antiguo integrante de la célula de Abu Dahdah, también conocida como “célula de al-Qaeda en España”, motivado por el deseo de venganza tras el desmantelamiento de ésta en el marco de la operación Dátil en 2001. Azizi, que no fue detenido en aquella ocasión al encontrarse fuera de nuestras fronteras, articuló ese resentimiento y ánimo de vengar las acciones antiterroristas practicadas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que por aquel entonces habían llevado a cabo 15 operaciones contra el terrorismo de naturaleza yihadista dentro de nuestro país. La iniciativa de Azizi, el cual había llegado a ser adjunto al jefe de operaciones externas de al-Qaeda, fue ratificada en una reunión celebrada en febrero de 2002 en Estambul, por delegados del Grupo Islámico Combatiente Marroquí y Libio, GICM y GICL, respectivamente. En ese encuentro, y debido a la pérdida de bases e infraestructuras en Afganistán, se decide trasladar la yihad allí donde residen sus muyahidines, o lo que es lo mismo, se asume la estrategia de “yihad contra el enemigo lejano”. Finalmente, el plan de Azizi fue respaldado por al-Qaeda en Pakistán, en 2003, en base a la oportunidad que la guerra de Irak le brindaba para adecuarlo a su estrategia y maximizar su impacto en beneficio propio.
De este modo, los tres componentes de la red que atentó en Madrid –(1) el remanente de la célula de Abu Dahdah; (2) el grupo de delincuentes devenidos en terroristas por lealtad a su cabecilla, “el Chino”; y (3) el relacionado con el GICM– quedan lejos de poder ser considerados una célula independiente compuesta de individuos autorradicalizados y sin conexiones internacionales de relevancia. Muy por el contrario, el libro de Reinares constituye una valiosa aportación a la literatura enmarcada en el debate académico existente sobre la evolución del terrorismo internacional tras el 11-S, protagonizado por los expertos estadounidenses Bruce Hoffman y Marc Sageman, cuyas cuestiones centrales son: ¿cuál es el enemigo que combatimos? y ¿nos encontramos ante una yihad con liderazgo (leader-led) o sin él (leaderless)? Hoffman, defensor de la tesis de yihad con liderazgo, respondería que aunque al-Qaeda esté erosionada, esta se ha descentralizado dando lugar a multitud de grupos afines, liderados por diversos jefes, pero que asumen una estrategia común y siguen patrones organizativos similares. Mientras que para Sageman, defensor de la yihad sin liderazgo, la respuesta sería que combatimos a grupos de individuos autónomos formados, en la mayoría de los casos, por terroristas autoreclutados, autoradicalizados y entrenados por sí mismos.
Pues bien, tanto el citado ensayo de Reinares, como la evidencia empírica arrojada por la investigación asociada al proyecto en curso del Real Instituto Elcano sobre la evolución del terrorismo yihadista en España, a partir de la sistematización de la información extraída fundamentalmente, pero no solo, de los Sumarios incoados en la Audiencia Nacional, relativa a los 84 condenados o muertos por delitos relacionados con el terrorismo yihadista en nuestro país entre 1995 –año de la primera condena– y 2012, dan la razón a Hoffman.
El estudio del Real Instituto Elcano (cuya tercera y última parte, referida a la implicación efectiva de estos individuos en actividades terroristas, se publicará en las próximas semanas), concluye que todos los individuos condenados o muertos en acto de terrorismo suicida en España en el período descrito se implicaron en este tipo de actividades delictivas a través en células u organizaciones yihadistas integradas en estructuras organizativas con estrategia y jerarquía interna, insertas en la yihad global, o relacionadas en mayor o menor medida con estas, no existiendo entre ellos ningún actor solitario que, inspirado por la ideología de la yihad global, actuase de forma autónoma o independiente.
De este modo, un 59,5% de individuos a los que me refiero optaron por implicarse en células o grupos relacionados –directa o indirectamente y en mayor o menor grado– con una organización terrorista con base fuera del continente europeo. Mientras que el restante 40,5% se implicó en el seno de células o pequeños grupos integrados en la estructura de organizaciones yihadistas de carácter global, incluyendo al-Qaeda y sus extensiones territoriales. Observando el fenómeno en su evolución, vemos la creciente importancia de los individuos que se integraron en células o grupos relacionados, incrementándose un 87,4% entre 2004-2012, frente a los que lo hicieron en el período 1995-2003. Esto en detrimento de los que lo hicieron en células o grupos integrados en estructuras jerarquizadas, que si en el subperíodo 1995-2003 significaban el 96,7% de ellos, en el comprendido entre 2004 y 2012 constituyeron tan solo un 9,3% de los mismos.
Ambas contribuciones, la de Fernando Reinares atendiendo al caso del estudio de la red del 11-M en concreto, y el más amplio estudio del Real Instituto Elcano sobre el caso español desde la primera condena por delitos de esta naturaleza en 1995 hasta la actualidad, apoyan la tesis del cambio de estrategia de al-Qaeda tras el desmantelamiento del santuario afgano, momento a partir del cual se produce una descentralización de la organización, convirtiéndose ésta en un movimiento polimorfo –aunque con una estrategia común– que incluye también “organizaciones afiliadas, asociadas y seguidores” –siguiendo a Bill Baniff y Assaf Moghadam en su texto “Towards Global Jihadism: Al Qaeda’s Strategic, Ideological and Structural Adaptation Since 9/2001”, de 2011–, con gran capacidad de adaptación y cuyas acciones distan de ser arbitrarias, inconexas o de limitado alcance, no habiendo sido –como hemos visto– el caso de España una excepción.