Al igual que Hamlet, que devastado por la muerte de su padre se preguntaba si era más noble aceptar los caminos del destino y de la fortuna o dar fin a la vida y así a los sufrimientos que conllevaba, los demócratas se enfrentan al dilema de someter o no al presidente de EEUU a un juicio político o impeachment, que ya de antemano está perdido.
Hasta hace poco, las posibilidades de dar inicio a este proceso eran muy escasas. Desde la victoria del Partido Demócrata en la Cámara Baja tras las elecciones de media legislatura, la líder Nancy Pelosi ha tratado de buscar un equilibro entre los deseos de venganza de algunos y el mandato electoral de llevar las cosas a cabo. Su principal temor era que, optando por la simple obstrucción a la Administración Trump, podría empujar a los votantes independientes o indecisos hacia los Republicanos en las presidenciales del 2020.
Con cuidado, Pelosi ha retomado el papel que corresponde a la Cámara de Representantes de supervisión de la presidencia y de control de la agenda legislativa, lidiando entre los representantes demócratas más cercanos al establisment y los liberales. Los primeros prefieren hablar de infraestructuras, del precio de los medicamentos, de la reforma del sistema penal, de la inmigración e incluso de la política hacia China con los republicanos; los segundos piden a gritos un impeachment contra el presidente y apoyan de comisiones de investigación sobre las finanzas de la familia Trump, sobre Arabia Saudí y sobre Rusia.
Todos los demócratas están de acuerdo en que hay suficientes motivos para someter a Trump a un juicio político, la diferencia está en si es políticamente lo más conveniente. Para Pelosi no lo es, aunque haya afirmado que le gustaría ver a Trump en prisión. Iniciar un juicio político que no se va a ganar – al necesitar una mayoría de un Senado republicano que declare culpable a Trump – carece de sentido y presumiblemente se volvería contra ellos. El presidente se haría la víctima y acusaría a la oposición de no dejarle gobernar.
Nancy Pelosi afirma, además, que un juicio político requeriría el apoyo de los ciudadanos. “Public sentiment is everything” suele repetir citando a Lincoln. Y ahora mismo el público está exhausto. A pesar de que Donald Trump no ha recibido la total exoneración de los estadounidenses tras el informe Mueller, solo un 37% estaría a favor de un impeachment, con un 59% en contra, entre ellos 1/4 de los demócratas y 2/3 de los independientes.
Sin embargo, tras la vuelta de Trump de su periplo por Europa se ha encontrado con una nueva ofensiva, con 60 legisladores demócratas y uno republicano exigiendo que se inicie un juicio político contra su persona. Si el impeachment no significa sacar a Trump de la Casa Blanca y no lo apoya una mayoría de los estadounidense ¿por qué lanzarse ahora?
Mueller se ha apartado de su propio informe para evitar un espectáculo público que es lo que muchos demócratas quieren, y no se les puede echar la culpa de ello. A pesar de tener la mayoría en la Cámara Baja no logran que los allegados al presidente testifiquen en el Congreso, ni que se publiquen las declaraciones de impuestos más recientes de Trump. Además, un petulante presidente les amenaza: o paran las investigaciones y se olvidan del plan para arreglar las infraestructuras del país.
Para los que apoyan el impeachment, impugnar a Donald Trump significaría ganar en el 2020. Para ellos, lo que deben hacer políticamente es lo que, además, les conviene políticamente. Con una economía inmejorable y con una política exterior que no ha tenido que hacer frente a ninguna gran crisis, solo queda apostar por airear aún más los escándalos y esperar sus efectos negativos, como el surgimiento de una tercera formación política o que su propio partido haga frente a Trump. Muchos recuerdan que Nixon tenía una aprobación del 67% antes de que se iniciara un juicio político contra él (Trump lo haría con el 43%), pero la difusión pública de los escándalos hizo que su índice cayera al 25%.
Pero no basta con airarlo todo de nuevo sin más. Toda la información contra Donald Trump debería presentarse de forma conjunta, integrada y pública ya que a día de hoy todo está disperso: una violación de las leyes de financiación de las campañas electorales por aquí, una violación la cláusula de emolumentos de la Constitución por allá, un abuso de poder por un lado, una obstrucción de la justicia por otro, el fiscal especial Mueller diciendo una cosa y el fiscal general de EEUU Barr interpretando otra. Mientras todo esté disperso no hay una verdadera conciencia nacional sobre el escándalo que está suponiendo la presidencia de Donald Trump en EEUU y sobre el abuso que está haciendo de su privilegiada posición.
Un impeachment pondría todo en su sitio: una única investigación formal, en un solo lugar – la Cámara Baja – , con acusaciones concretas y un juicio público en el Senado, con la presentación de testigos y documentos. En caso de que se hiciera de esta manera, el caso contra Donald Trump sería mucho más contundente y mucho más claro que de cualquier otra forma y empujaría a los Demócratas hacia la victoria en las próximas presidenciales. Por eso están presionando a la presidenta de la Cámara de Representes, que sin embargo no parece querer cambiar de opinión.
Cualquiera que sea la decisión de Pelosi – to impeach, or not to impeach – implica riesgos, por lo que la decisión final no es fácil. Igual que Clinton, Trump se presentaría como una víctima de una caza de brujas, negando las acusaciones y desacreditando las investigaciones. Sabe que cuando Clinton fue sometido a un juicio político su popularidad subió, los demócratas ganaron más escaños de los esperados en las midterms y el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Newt Gingrich, dejó el Congreso. Ni la situación ni los personajes son los mismos pero….