En pocos días, la carrera por la candidatura demócrata en EEUU ha dado un importante vuelco. Hace una semana Bernie Sanders lideraba la carrera mientras que la campaña de Joe Biden, donde escaseaba el dinero y la infraestructura, había entrado en caída libre. Mike Bloomberg escalaba en las encuestas y aparecía como el salvador de los votantes moderados, mientras en el partido demócrata preguntaban: ¿alguien puede frenar a Sanders?
Después del “supermartes” (Super Tuesday en inglés), Biden ha vuelto con más fuerza que nunca, Sanders ha dejado al descubierto sus limitaciones, Bloomberg ha sido solo un mal sueño y Elisabeth Warren, quizás de entre todos la más capacitada y con una elaborada campaña, ha sido relegada cuando le quedaba aún mucho por demostrar. Solo ha sido capaz de convencer a los progresistas de alto nivel educativo, y en su propia casa, Massachusetts, ha quedado en tercer lugar. Y como telón de fondo, el temor y el miedo a que Trump gane de nuevo.
En el supermartes estaban en juego 14 primarias y un tercio de los delegados que irán a la convención de Milwaukee a finales de julio. Teniendo en cuenta todo lo que es importante en una campaña de estas características, era día para poner a prueba las tres “m”: movement, money, momentum.
- El movimiento, la movilización y la organización eran sin duda de Sanders, con una fantástica infraestructura de campaña, muy en el terreno y desplegada por un ejército de entusiastas voluntarios, en un trabajo que empezó hace cuatro años cuando perdió frente a Hillary Clinton. Iowa, New Hampshire y Nevada mostraron a Sanders como el candidato a vencer y el favorito para alzarse con el título de candidato presidencial. Había sido capaz de ampliar su base con respecto a 2016, logrando no solo el apoyo de los jóvenes, sino también el de los latinos y el de los votantes blancos de la clase trabajadora. Pero no ha sido suficiente: ha ganado en California (aunque los resultados definitivos tardarán en saberse), Colorado, Utah y Vermont. Ha perdido en Texas donde encabezaba las encuestas, y también en Minnesota y Oklahoma donde ganó en 2016. Ahora parece encontrarse en la misma posición que hace cuatro años, con un importante y entusiasta apoyo pero contra el favorito del establishment.
- El dinero sin duda lo tenía Bloomberg, quien por fin estaba en las papeletas y se estrenaba. La pregunta era si sería suficiente para ganar la candidatura, o si habría tirado el dinero como lo hizo el otro multimillonario, Tom Steyer, retirado después de las primarias en Carolina del Sur. Bloomberg, sin embargo, ha pasado de ser salvador de los moderados a naufrago, y apenas ha tardado para reconsiderar su carrera (¡su dinero le vendrá muy bien a Biden!). Su teoría de que bombardeando a los votantes con anuncios sería suficiente para la victoria ha sido un desastre. En Virginia se gastó 18 millones de dólares y ha sido tercero, mientras que Biden gastó el 2% de esa cantidad.
- El momentum era de Biden después de su gran victoria en Carolina del Sur el 29 de febrero. Allí confirmó su ventaja entre los afroamericanos que, paradójicamente, se han convertido en los votantes moderados del partido. Pocos días antes había recibido el apoyo del Representante Jim Clyburn quien, para quienes no les suene, es el Demócrata más influyente de Carolina del Sur, el afroamericano de mayor rango en el Congreso y cuyo apodo es el de “kingmaker”. No era un respaldo cualquiera y fue una premonición de que, de forma espontánea o no, la maquinaria demócrata comenzaría a funcionar enviando señales de que había que aglutinar el voto moderado. Horas después de la victoria de Biden en Carolina del Sur, tres candidatos dejaron la carrera –Steyer, Buttigieg, y Klobuchar, con los dos últimos dando su inmediato apoyo a Biden (si bien los votantes del alcalde Pete y la senadora de Minnesota se parecían más a los de Warren). Lo hicieron por el creciente temor a un voto moderado dividido entre demasiados candidatos y, dicho sea de paso, si Biden gana la candidatura y la presidencia, no se olvidará de ellos. El apoyo también de Beto O’Rourke ha sido crucial para su victoria en Texas, a la que ha sumado Alabama, Carolina del Norte, Tennessee, Minnesota, Virginia, Massachusetts, Arkansas, Oklahoma y casi seguro Maine.
La teoría de que “es el partido el que decide”, de que las élites de alguna manera se coordinan para asegurar que haya un candidato aceptable, puede que vuelva a cumplirse después de que dicha ley fuera destrozada por Donald Trump en 2016. Y eso que durante meses parecía que las primarias demócratas se asemejarían más a las republicanas de hace cuatro años. Entonces, los republicanos no supieron aglutinarse en torno a una figura y quizás el exceso de candidatos durante demasiado tiempo dio alas y delegados a Trump. Esta vez, los demócratas han querido reaccionar con tiempo suficiente, haciendo de la “elegibilidad” el factor determinante en estas primarias.
No olvidemos, sin embargo, que este vuelco nos devuelve a la misma situación que existía el pasado 3 de febrero, cuando comenzaban los caucus de Iowa. Entonces, Biden lideraba todas las encuestas de forma holgada, con Sanders en segundo lugar. Vuelta al punto de partida, pero con menos candidatos.
Ahora es cosa de dos. Por un lado, Joe Bien, el experimentado político que ha construido su campaña apoyándose en el reconocimiento de su apellido y figura y, sobre todo, su cercanía a Barack Obama; el que recuerda demasiado al pasado y quiere devolver a EEUU su papel y la reputación que le corresponde en el mundo.
Y, otro lado, el demócrata Bernie Sanders, o mejor dicho “socialista democrático” como él mismo se define; el outsider que se ha ido postulando como candidato independiente para ocupar diversos cargos y que desde 2016 ha sido capaz de movilizar a multitudes; el que lleva defendiendo las mismas ideas y propuestas desde hace décadas, otorgándole autenticidad y honestidad; el que proclama “ellos tienen el dinero, nosotros tenemos la gente”; el que propone una “Carta de Derechos Económicos del siglo XXI”, que incluye el derecho a un salario mínimo, a una atención sanitaria de calidad, a una educación completa, a una vivienda asequible, a un medioambiente limpio y a una jubilación segura; el que está más cerca del New Deal de Franklin Delano Roosevelt o de las posiciones de Olof Palme que de la visión de Eugene V. Debs o de Lenin.
El próximo 10 de marzo, más.