Los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre población y migraciones exteriores indican que el movimiento de salida desde España hacia el extranjero se ha frenado sustancialmente en lo que va de año, un proceso de descenso que ya se apreciaba a lo largo del 2014. El saldo migratorio (entradas menos salidas) fue por primera vez negativo en el primer semestre de 2013, con 142.000 personas, y se ha reducido desde entonces de forma constante hasta las 7.385 en el primer semestre de este año. La reducción del saldo negativo se debe básicamente a la disminución de las salidas, puesto que las entradas han experimentado muy poca variación.
Si se descomponen estas salidas y entradas en función del origen nacional de los individuos, los datos muestran que los flujos, en cualquiera de los dos sentidos, siguen estando protagonizados en su gran mayoría por inmigrantes, que, o bien llegan de nuevas a España o bien dejan el país. Entre los que han salido de España en este primer semestre, sólo el 20% son españoles nacidos en España (32.980 personas). Entre los extranjeros, el saldo es positivo; es decir, vienen más de los que se van, lo que implica que los inmigrantes nacionalizados como españoles son más proclives a marcharse porque tienen garantizado el derecho a la vuelta cuando lo deseen.
La cifra de españoles nacidos en España, incluye una buena parte de niños, hijos de inmigrantes latinoamericanos, que han nacido en España y han accedido a la nacionalidad española de forma inmediata. Como destaca la nota de prensa del INE con un ejemplo: de los 1.197 españoles nacidos en España que emigraron a Ecuador en el primer semestre de 2015, 939 (el 78%) eran menores de 15 años. En conjunto, algo más de la cuarta parte (26%) de los autóctonos (españoles nacidos en España) que salieron del país, tienen menos de 19 años, y el 21% tienen menos de 15.
Como consecuencia de esta disminución de la emigración, la población española se redujo muy ligeramente, en menor medida que en periodos anteriores, en lo que parece el final del periodo de pérdida poblacional causada por la crisis económica.
Sin embargo, pese a que la población prácticamente ha dejado de descender, el gran problema a largo plazo sigue siendo una natalidad demasiado baja, por su efecto sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones. Aquí hay que mencionar una excepción: Ceuta y Melilla, donde el crecimiento vegetativo es el más alto del país, por la mayor natalidad de la población musulmana de origen marroquí. Sin embargo, las tasas de paro de ambas ciudades (30,6 y 31,4), también las más altas de España junto con Andalucía (31,7), anulan el posible efecto positivo de esa mayor natalidad. Los jóvenes y adultos en paro no contribuyen de ninguna forma a sostener el sistema de pensiones de jubilación, lo que nos recuerda que lo importante no es sólo el tamaño total de una población o su estructura de edades, sino la ocupación y la productividad de los segmentos en edad activa.