En los últimos tiempos se ha puesto de moda hablar de reshoring, término con el que se designa el retorno a sus países de origen de actividades productivas que las empresas habían deslocalizado en el pasado a países emergentes como China. Inditex, por ejemplo, señala que el 60% de su producción se realiza en “proximidad”. Y algunos autores han llegado a hablar incluso del próximo fin de la deslocalización. En realidad, se están produciendo cambios complejos en el proceso de localización de las empresas, que pueden ser una fuente de buenas oportunidades para España.
La primera justificación para el reshoring, o relocalización, es la fuerte reducción del diferencial de costes de producción entre los países desarrollados y los emergentes. Con el desarrollo económico los costes de producción en los países emergentes –no sólo los laborales– han aumentado. Por otra parte, con la automatización el peso del factor trabajo en el proceso productivo se ha reducido; para muchos productos el coste salarial representa hoy en día una parte pequeña, y decreciente, del coste total.
En paralelo, en muchos países industrializados, y España es un caso claro, la crisis económica ha producido una contención o reducción de costes, especialmente salariales. Estos cambios relativos en los costes determinan que las ventajas de costes de deslocalizar se hayan reducido para muchas industrias en los países desarrollados. Sin embargo, el tema no es tan sencillo como pudiera parecer –un simple tema de costes relativos– como analiza un reciente e interesante trabajo publicado por la OCDE “Reshoring: Myth or Reality”.
La pérdida de la ventaja relativa de producir en mercados emergentes no sólo se debe a costes. Muchas empresas han descubierto que producir en estos mercados tiene unos inconvenientes que habían infravalorado. Cabría destacar sobre todo la protección de la propiedad intelectual, mucho más deficiente en los mercados emergentes –China, que ha sido el gran destino para deslocalización, sería el ejemplo paradigmático de problemas de propiedad intelectual–; y el aumento del riesgo político, con un sensible agravamiento de los conflictos en los últimos años (el enfrentamiento con Rusia, Ucrania, guerras en Oriente Medio, etc.) que pueden acarrear disrupciones en las cadenas globales de suministro.
Pero quizás más relevante es la creciente importancia que las empresas prestan a la producción en “proximidad”; es decir, producir cerca de los centros de consumo para responder con más flexibilidad y rapidez a los cambios en los patrones de demanda de los consumidores. La creciente personalización de los productos (customization) hace también aconsejable que los centros de producción estén cercanos a los centros de consumo. Y la necesidad de responder con rapidez y de personalizar aconseja que centros de producción, innovación, diseño, marketing, estén próximos unos a otros.
Esto se aplica tanto a la relocalización (reshoring) como a la deslocalización (offshoring). Muchas empresas, por ejemplo, pueden decidir trasladar sus centros de producción, y también de innovación, a China no para aprovechar sus menores costes sino para poder adaptarse mejor y reaccionar con más rapidez a un mercado cada día más importante, que cuenta con una clase media-alta de consumidores que se expande a enorme rapidez (sobre el gran salto adelante que China está dando en innovación, gracias en parte al traslado al país de centros de I&D de multinacionales, puede verse en el post que publiqué el pasado mes de noviembre).
Según señala el trabajo mencionado de la OCDE, la creciente importancia de la proximidad ha determinado que en una serie de productos haya una tendencia hacia la localización del proceso de producción de forma “regional”. Es decir, los centros de producción, innovación, diseño y marketing no se sitúan necesariamente en el mismo país, pero si en países próximos los unos a los otros.
De ahí otro de los términos que se ha popularizado en los últimos tiempos: nearshoring. Frente al retorno al país de origen que supone el reshoring, el nearshoring implica el retorno de la producción a un país cercano. El ejemplo más citado a este respecto es México en relación con Estados Unidos: muchas empresas americanas están trasladando centros productivos a México. Como consecuencia, las importaciones procedentes de México ha aumentado notablemente su participación en las importaciones americanas en los últimos años.
En el caso de España, un ejemplo reciente y destacado de nearshoring lo tenemos en Inditex. En la presentación de los resultados de la empresa en 2015, su presidente destacó que “tenemos el 60% de la producción en proximidad; es decir, en España, Portugal y Norte de Marruecos y Turquía”. Y según indica Inditex en su web, “producir en proximidad a nuestra sede nos permite reaccionar con rapidez a los deseos de los clientes”.
Para España, el ascenso del nearshoring abre posibilidades interesantes. Nuestro país está cerca de países europeos avanzados con industrias potentes, como Alemania, Suiza y Holanda. Los costes salariales españoles son más bajos que en estos países. Además, tenemos unos activos claros en mano de obra cualificada, buenas infraestructuras, etc., que pueden compensar sus desventajas en otras áreas (como el bajo nivel de conocimiento de idiomas extranjeros). Por ello, España se puede presentar como un destino atractivo para nearshoring de empresas europeas.