El presente y futuro de la democracia en América Latina se encuentra bajo escrutinio. Los editoriales y artículos de los medios de comunicación de la región encienden día a día más de una alerta y plantean serios interrogantes. “¿Qué necesita la democracia en Venezuela para revivir?”, “¡5 años de lucha por restablecer la democracia en Nicaragua!”, “Congreso de Costa Rica condena la dictadura en Cuba”, “El Salvador: Abusos generalizados durante el régimen de excepción”.
¿Qué tienen en común estos titulares? ¿Cuál es su hilo conductor? Todos ellos ilustran una realidad que no es producto de una construcción narrativa. Es motivo de profunda preocupación. La región ha entrado nuevamente en una fase de retroceso democrático.
Esta coyuntura parte de un contexto internacional marcado por la “policrisis”. IDEA Internacional lo ha resaltado en su informe “El estado de la democracia en el mundo 2022”, al señalar que la mitad de las democracias del mundo está en declive, mientras que el número de países con la erosión democrática más severa está en auge.
En el plano latinoamericano, los números están en rojo. Los resultados de la última encuesta de Latinobarómetro, publicada el pasado 21 de julio, indican que la región se encuentra bajo un proceso de “recesión democrática”. Es decir, una fase de deterioro continuo y sistemático, agravada en el último año. Los números hablan por sí solos: sólo el 48% de la población apoya la democracia y el 69% de la población está insatisfecha con los resultados. Por su parte, el último informe de la Unidad de Inteligencia de The Economist indica que la calidad democrática retrocedió por séptimo año consecutivo. Este considera que el 45% de la población vive bajo un régimen híbrido o autoritario.
Nos encontramos, entonces, en uno de los periodos de mayor dificultad de la región y del mundo para la democracia. Claros ejemplos son los golpes de Estado en África, por parte de militares, que han sacudido al continente. Estamos frente a la doble tendencia de erosión y retroceso democrático y, por otro lado, de profundización del autoritarismo, de acuerdo con el politólogo Larry Diamond.
Hacia el futuro, el avance de la democracia está condicionado al trabajo que se realice en diversos frentes multidimensionales, el cual requiere garantizar el Estado de derecho y la separación de poderes, como pilares angulares de la convivencia pacífica y la defensa de las libertades fundamentales.
Los siguientes puntos requieren acción urgente para repensar y rebobinar la democracia en América Latina:
- La construcción de una concepción integral de democracia que vaya más allá de un gobierno de las mayorías y de elecciones libres y transparentes. Se deben incorporar condiciones fundamentales que están relacionadas con derechos humanos, económicos, libertades de expresión y prensa, y participación ciudadana. Asimismo, nuevas aristas como la protección ambiental y la era digital serán vitales.
- La adopción de nuevos contratos sociales que sean producto de amplios consensos y contribuyan a un desarrollo sostenible, estable, equitativo y democrático. Es decir, se necesita un régimen de bienestar más inclusivo y con base en acuerdos específicos, tal como lo ha sugerido la CEPAL y la OCDE.
- El fortalecimiento de la capacidad de los gobiernos para brindar resultados y soluciones concretas y oportunas a los problemas más agobiantes de la población y su desarrollo. Ello incluye una reforma del Estado, que permita fortalecer la gobernanza y gobernabilidad y recuperar la confianza de los ciudadanos. Se necesitan instrumentos eficientes y canales efectivos entre gobernantes y ciudadanos. La seguridad ciudadana y la penetración de las redes criminales del narcotráfico y economías ilícitas en el Estado y la sociedad es un asunto que requiere la mayor atención.
- La reforma del sistema político y electoral con el fin de fortalecer los partidos y congresos, así como blindar los organismos electorales ante cualquier ataque. Se deben abrir nuevos espacios de participación ciudadana ante la irrupción de nuevas tecnologías y las dinámicas de comunicaciones más horizontales. La inclusión de segmentos aislados y vulnerables de la población como las minorías éticas no puede tardar para asegurar su empoderamiento y participación. Transparencia y rendición de cuentas deben ser la norma.
- La profundización de una comunidad hemisférica –bajo los principios de multilateralismo y diálogo– para fortalecer el respeto, la defensa y la promoción de la democracia, los derechos humanos y los objetivos de desarrollo sostenible. De forma particular, se requieren construir nuevas alianzas regionales y reforzar los mecanismos de defensa regionales. El Sistema Interamericano deberá continuar desempeñando un papel fundamental en la implementación de una nueva agenda. Estamos en la obligación de preservarlo y proyectarlo.
- La actualización de la Carta Democrática Interamericana y la negociación de un protocolo adicional es una necesidad. Esta tarea debe buscar, bajo la preservación del espíritu constitutivo del 11 de septiembre de 2001, hacerla más operativa y tener herramientas renovadas y cláusulas para afrontar las nuevas amenazas a la democracia por parte de gobiernos autoritarios que llegaron al poder por la vía electoral, así como contrarrestar los desafíos de los populismos emergentes. Las amenazas provienen no sólo del exterior, sino también del interior mismo de los gobiernos. Esta actualización permitiría tener una mirada al futuro y afrontar una realidad: el texto quedó anclado en el pasado y el procedimiento le está ganando a la democracia y, por ende, generando enorme frustración y riesgos. La ruta por seguir está marcada por la decisión política que tomen los Estados y la reafirmación de su vocación de principios liberales.
En síntesis, la defensa y el fortalecimiento de la democracia de América Latina es un imperativo político, ético y moral. A pesar de sus dificultades, se debe mantener una visión optimista y preservar el buen estado de salud de nuestras democracias. Esto requerirá de una gran dosis de liderazgo y visión de futuro, que permita construir amplios consensos y anteponer los intereses generales sobre los particulares. No debe tener color ni bandera política. Es una responsabilidad compartida que exige acción de todos los actores. Se necesita, por lo tanto, hacer ajustes y reformas a tiempo, de lo contrario se estarían minando las bases del futuro de la región.
Más y mejor democracia; más diálogo y consensos; mejores instrumentos interamericanos; más inclusión; e indeclinable voluntad política y democrática son los mensajes clave y la ruta a seguir para contrarrestar las tendencias populistas y autoritarias que estamos observando en múltiples países de la región.