El pasado 7 de marzo, Hashim Thaçi, presidente de Kosovo, presentó al parlamento de su país la propuesta de convertir las Fuerzas de Seguridad de Kosovo (Policía) en Fuerzas Armadas; es decir, militarizar el cuerpo policial. La propuesta fue rechazada no solo por los serbios de Kosovo y el gobierno de Belgrado, sino por funcionarios del Departamento del Estado de EEUU y por el secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, que ya había insistido (la última vez el pasado 3 de febrero) en que la seguridad de Kosovo está garantizada por la KFOR (la fuerza militar multinacional para Kosovo liderada por la OTAN). La propuesta del presidente kosovar no es nueva. Desde el reconocimiento de la independencia de Kosovo (2008) por 110 Estados (pero no por Serbia, Rusia y China y cinco países de la UE: España, Rumania, Chipre, Eslovaquia y Grecia), la aspiración a crear su propio ejército nacional ha sido una constante en los discursos de los líderes políticos kosovares, que sostienen que a un Estado soberano le corresponde ocuparse de su propia seguridad. Sin duda. Entonces, ¿por qué, por ahora, no es oportuno crear un ejército kosovar?
La propuesta de Thaçi parece otra más de las salidas de tono de una retórica nacionalista de la que se abusa en todos los países de los Balcanes, cuyos líderes políticos recurren a ella para disfrazar la lentitud e ineficacia en la lucha contra la corrupción y el limitado efecto de las reformas económicas y políticas. La proposición es un guiño hacia los nacionalistas radicales que se oponían a la creación por la Unión Europea del Tribunal (con sede en la Haya) para los crímenes que el Ejército de Liberación de Kosovo pudo cometer contra la población civil serbia entre 1999 y 2000, que ya ha comenzado a funcionar. También refleja la preocupación de Thaçi por su legado, pues podría perder el poder en unas próximas elecciones anticipadas.
Es sorprendente que el presidente Thaçi haga su propuesta al margen del procedimiento establecido, porque necesitaría el beneplácito de la KFOR y tal propuesta solo podría ser debatida en el Parlamento después de un cambio en la Constitución consensuado por todos los grupos políticos. Y es ahí donde estriba el verdadero problema de Kosovo, no sólo respecto a la eventual creación de unas Fuerzas Armadas.
Durante los últimos tres años el Parlamento kosovar ha sido incapaz de tomar dos decisiones vitales tanto para la convivencia de sus ciudadanos, como para cumplir con la condición impuesta por la UE para la concesión de visados a los kosovares en la zona Schengen. La primera es el cumplimiento de los acuerdos de Bruselas, firmados el 19 de abril de 2013 y auspiciados por la UE, que garantizan una mayor autonomía a los serbios del norte de Kosovo en el marco de una Comunidad de Municipios Serbios. El compromiso kosovar firmado por Hashim Thaçi no fue aprobado por el Parlamento debido a la oposición de los nacionalistas radicales (albanokosovares, obviamente). El incumplimiento del acuerdo, que provocó el boicot intermitente de los diputados serbios a las instituciones estatales de Kosovo, fortalece el vínculo de la población serbia de Kosovo con el gobierno de Belgrado y el correlativo rechazo al Estado en el que viven.
El segundo escollo es la demarcación fronteriza entre Kosovo y Montenegro, cuyo borrador está apoyado por los EEUU y la UE, pero no por los diputados nacionalistas kosovares, que sostienen que “Kosovo no tiene que donar tierra propia”.
Kosovo tendrá un día sus propias Fuerzas Armadas, pero por ahora, y aunque a la KFOR le interese disminuir su presencia en Kosovo, no puede hacerlo a causa de las crecientes tensiones nacionalistas en la región y el aumento de la presencia e influencia de Rusia. Para superarlas, el gobierno de Belgrado debería reconocer que Kosovo nunca volverá a formar parte de su territorio, renunciando por consiguiente a manipular a los serbios del norte de Kosovo para su política nacionalista, pero también el Parlamento de Kosovo debería cumplir con las obligaciones hacia sus propios ciudadanos y demostrar que de verdad cree en el mantra que todos sus políticos han repetido desde 2008, el de que Kosovo es un Estado multiétnico.