No corren buenos tiempos para la globalización. El proteccionismo está en ascenso: Brexit, los anuncios del nuevo presidente Trump en contra de acuerdos comerciales y a favor de la imposición de medidas proteccionistas contra China, son algunos de los hechos recientes que anticipan un probable retroceso de la globalización. Sin embargo, los datos muestran de forma clara que la globalización está asociada con la prosperidad. Existe también una importante distorsión a la hora de valorar el grado de globalización, que en la realidad es bastante menor de lo que la gente piensa.
Aunque la globalización ha sido perjudicial para ciertos sectores de la población, y los gobiernos no han sabido actuar para ayudarles, en su conjunto es un fenómeno indiscutiblemente positivo desde el punto de vista de sus efectos económicos.
Según un estudio publicado recientemente, mayores niveles de globalización se corresponden con mayores niveles de renta. Se trata del DHL Global Connectedness Index 2016, que publica DHL y elaboran dos profesores del IESE, Pankaj Ghemawat y Steven A. Altman.
El Indice de Conectividad Global mide la globalización –en esta última edición de 140 economías– utilizando 1,8 millones de datos. El Indice considera una serie de indicadores agrupados en cuatro apartados: comercio (de bienes y servicios), capital (flujos de inversión directa y de cartera), información (tráfico de Internet, llamadas telefónicas internacionales y comercio de material impreso), y personas (migraciones, turismo y estudiantes extranjeros).
Globalización y prosperidad
En el gráfico adjunto se puede ver a los diez países que encabezan el ranking de conectividad; es decir, los más conectados o globalizados del mundo. Como puede verse, se trata en su totalidad de países desarrollados. Países Bajos es el líder mundial de la globalización, seguido de Singapur e Irlanda.
Basta echar un vistazo al ranking de países del mundo según su nivel de PIB per capita, según las estadísticas del Banco Mundial, para ver que globalización y prosperidad están estrechamente asociadas. Por ejemplo, cinco de los diez países más globalizados se encuentran entre los diez primeros países del mundo con mayor nivel de PIB per capita. O de los 15 países con mayor nivel de renta per capita, ocho se encuentran entre los 15 que tienen un mayor nivel de globalización. De los diez países más globalizados, ocho se encuentran en Europa occidental; con la excepción de Suiza, todos pertenecen a la UE.
Burundi es el país con menor nivel de renta per capita del mundo, según las estadísticas del Banco Mundial. Significativamente, es también el último país en el ranking de conectividad.
Como se indica en el estudio de DHL, “la comparación de la conectividad global de las economías avanzadas versus las economías emergentes muestra que las primeras están mucho más conectadas que las segundas”.
Medir bien la globalización
Las causas del movimiento de rechazo a la globalización han sido analizadas en un trabajo de Miguel Otero Iglesias y Federico Steinberg publicado recientemente por el Real Instituto Elcano.
Relacionado con el rechazo a la globalización, el estudio de Ghemawat y Altman apunta a un fenómeno al que quizás no se ha prestado la suficiente atención, denominado con el término “globaloney”, y que se refiere a la tendencia de la gente a creer que el mundo está más globalizado de lo que realmente está.
Ghemawat y Altman citan en su estudio una encuesta entre ciudadanos de Estados Unidos en la que se les preguntaba por la intensidad de la globalización en una serie de aspectos (por ejemplo, qué porcentaje de la población es inmigrante, o qué porcentaje del PIB representan las exportaciones). De media, los encuestados creían que los niveles de globalización eran cinco veces superiores a los que eran en la realidad.
El fenómeno no parece ser exclusivo de Estados Unidos, sino global. Los autores citan otra encuesta entre estudiantes de 138 países, en los que también se refleja una sobrestimación del alcance de la globalización: de nuevo, los niveles reflejados en la encuesta son cinco veces superiores a los reales.
Un tema clave es que las personas que sobrestiman el alcance de la globalización están más predispuestas a valorar sus aspectos negativos. Ghemawat y Altmam citan un estudio del German Marshall Fund, según el cual informando simplemente a la gente de cuáles eran los niveles reales de inmigración en su país, se reducía la proporción de los que pensaban que había demasiado inmigrantes en un 30% en Europa y un 50% en Estados Unidos.
Ghemawat y Altman señalan en un artículo publicado en IESE Insight que “el nivel real de conectividad global sigue siendo una fracción de lo que se suele pensar, dato que ha de servir para corregir temores e interpretaciones erróneas (…) se suele exagerar el impacto del comercio global y los flujos de información. Ambos intercambios son significativos, pero no tanto como se tiende a pensar”.
En suma, la globalización tiene en la realidad un alcance mucho menor de lo que la gente piensa. Y los que opinan negativamente sobre los efectos de la globalización deberían tener en cuenta que los datos muestran que mayor globalización va acompañada de más prosperidad económica.