Hace apenas un par de semanas la Comisión Europea presentaba su última comunicación sobre la política de ampliación. La gran novedad de este año ha sido la recomendación por parte del Ejecutivo comunitario de abrir negociaciones de adhesión con Macedonia y Albania, países candidatos a formar parte de la UE desde 2005 y 2014 respectivamente. Si el Consejo Europeo, en su reunión del próximo mes de junio, da luz verde (ha de ser por unanimidad), estos países habrán dado un paso adelante muy importante, incorporándose al grupo de los que ya negocian junto a Serbia, Montenegro y Turquía (aunque las negociaciones con ésta se encuentran en stand-by). Detrás quedarían Bosnia y Kosovo, muy alejados del resto.
No obstante, antes del Consejo Europeo de junio tendrá lugar una cita que los países balcánicos tienen subrayada y en negrita: la cumbre UE-Balcanes Occidentales de Sofía del 17 de mayo. Con ella, la Comisión Europea busca la foto que escenifique el horizonte comunitario para los citados países, a través del formato conocido como “WB6” (“Western Balkans 6” o “Los 6 de los Balcanes Occidentales”). Ahora bien, ¿es una buena idea utilizar este formato con este propósito?
Argumentos a favor
- Este formato da perspectiva de ampliación a toda la región. Al no quedar ningún elemento descolgado es más difícil que otras potencias en la región (Rusia, China o la propia Turquía, entre otras) se hagan fuertes mediante el divide et impera. El presidente Juncker, la Alta Representante Mogherini y el Comisario Hahn están de salida (apenas les queda un año en el cargo) y se han concienciado de la importancia geoestratégica para Europa de los Balcanes en su totalidad.
- Con este formato se potencia la competitividad interna en la puesta en marcha de reformas. La Comisión ha dejado claro tanto en su comunicación de abril como en la previa estrategia de febrero que quien lleve a cabo reformas en áreas tales como la lucha contra la corrupción y el crimen organizado, la modernización de las economías balcánicas o la construcción del Estado de Derecho tendrá su horizonte comunitario cada vez más cerca. Lejos quedan las declaraciones de Juncker de 2014 avisando de que no habría ampliación a lo largo de su mandato.
- Puede ser de utilidad para resolver las rencillas históricas. La más evidente es entre Serbia y Kosovo, pero no es la única ni mucho menos. Avanzar en la solución de conflictos entre las distintas partes tiene, desde luego, como objetivo principal ayudar a la estabilidad regional. Ahora bien, la idea fundamental que acompaña a este buen deseo es la de no importar elementos de fricción a la Unión Europea (o al menos de limitarlos) una vez estos países se incorporen. En este sentido, hay muchas lecciones que aprender de ampliaciones previas (como es el caso de Chipre o el de las relaciones Eslovenia/Croacia).
Argumentos en contra
- La utilización de este formato implica la presencia de Kosovo en pie de igualdad al resto de los países que quieren sumarse a la ampliación. Esto es algo sin duda problemático cuando dentro de la propia Unión Europea hay disparidad de opiniones acerca del reconocimiento de la independencia kosovar. En este sentido, hoy (10 años después de la declaración unilateral de independencia) sigue habiendo cinco Estados que no reconocen a Kosovo: Chipre, Eslovaquia, España, Grecia y Rumanía.
- Cuidado con perder el foco (que debería estar puesto en los frontrunners). Si bien en su Discurso sobre el Estado de la Unión de septiembre pasado el presidente Juncker hablaba de Serbia y Montenegro como los frontrunners (lo cual es evidente dada la paralización del dossier turco) e incluso daba la fecha de 2025 como orientativa para su adhesión, ya en el documento estratégico publicado en febrero la Comisión diluía estos avances, avisando de dos elementos importantes: a) Aunque Serbia y Montenegro hiciesen todo lo que se les pide que hagan, la decisión última para su ingreso en el club comunitario es de la UE; y b) además, que ellos sean los frontrunners ahora no implica que no pueda haber adelantamientos en los próximos años.
- Puede acabar provocando retrasos indeseados. La instauración de un nuevo formato (sabemos que la UE es especialista en esto, al igual que lo es en la creación de siglas) donde estén todos los países balcánicos podría tener efectos contraproducentes si quienes forman parte del mismo no son constructivos en su relación entre ellos y en las reformas internas que tienen que llevar a cabo. Así, podría haber penalizaciones para aquellos que sí se comprometan más con la integración. La complicada política interna de la región hace que éste no sea un escenario imposible.
Hay que reconocer los esfuerzos de la Comisión por acercar los Balcanes a la UE. No obstante, existen dudas razonables de que se pueda producir la deseada foto en la cumbre de Sofía, dada la incomodidad respecto al formato “WB6” por parte de los países que no reconocen la independencia de Kosovo. Como se ha expuesto, existen argumentos a favor y en contra de ese formato, pero que los árboles nos dejen ver el bosque: lo más importante es que los países balcánicos sientan que tienen un horizonte comunitario. Con ello caminaremos hacia un escenario de mayor estabilidad interna y externa y en el que se acabe corrigiendo la anomalía de que una región tan europea como la balcánica no forme parte del club comunitario.