¿Qué está pasando en Siria?
El contagio de otras movilizaciones en el mundo árabe llegó a Siria a principios de febrero de 2011 con la convocatoria de manifestaciones por las redes sociales que no tuvieron tanto eco como en otros países. El Gobierno de Bashar al-Assad trató de prevenirlas repartiendo subsidios entre las familias más pobres, interfiriendo internet y la televisión y anunciando tímidas medidas de reforma. Paralelamente desplegó fuerzas de seguridad en los lugares donde podían esperarse las manifestaciones: Damasco, Alepo, Homs, ciudades donde los Hermanos Musulmanes cuentan con seguidores que se han opuesto al partido Baaz y que recuerdan todavía la represión sangrienta en la ciudad de Hama en 1982 desde la que no se habían producido más disturbios. Sin embargo, los disturbios prendieron en Deraa, donde la represión de las movilizaciones de mediados de marzo generó una espiral de acción y represión que ha ido acumulando enfrentamientos y víctimas (entre 50 y 100 según las fuentes). El Gobierno sirio ha destituido a los responsables de la represión y ha reducido la presencia de las fuerzas de seguridad, aunque se siguen empleando con contundencia y disparando sobre los manifestantes (el Gobierno alega la presencia de “infiltrados” en las manifestaciones y los manifestantes denuncian la intervención de extranjeros en la represión).
¿Y ahora qué puede pasar?
El Presidente Assad ha movilizado a sus bases sociales en contramanifestaciones muy nutridas, también ha cambiado al Ejecutivo y prometido la implantación de las reformas a condición de que se mantenga el orden. Hasta ahora, el desorden parece limitado a Deraa y los Hermanos Musulmanes no han podido o querido movilizar la oposición interna, mayoritariamente sunní, contra el Gobierno alauita. Si el orden se mantiene, el Presidente Assad no tendrá más remedio que poner en marcha las reformas que ha anunciado y, si no lo hace, su Gobierno perderá crédito y abonará nuevas manifestaciones y en más lugares. Hasta entonces, el Presidente dispone de un amplio margen para usar la fuerza, ya que, por un lado, no ha recibido ninguna condena pública de la comunidad internacional y, por otro, cuenta con un aparato de seguridad muy rodado en la represión: la policía secreta civil y militar, las milicias obreras (100.000), gendarmería (8.000) y unas fuerzas armadas (300.000).
¿Cuál puede ser la repercusión regional de la situación en Siria?
El Gobierno sirio ha tenido un papel regional influyente, particularmente en Líbano, y comparte el interés por mantener el status quo con potencias tan dispares como Irán, Arabia Saudita, Israel, Estados Unidos o Turquía, entre muchos otros. Gracias a ese papel de pivote entre oriente y occidente, entre suníes y chiitas, ninguna potencia regional o extra-regional tiene interés en fomentar la desestabilización en Siria. Además, la caída del régimen alauita y su sustitución por un gobierno de mayoría suní pondría en riesgo el apoyo que reciben Hezbolá en El Líbano o Hamas en los territorios palestinos, así como la influencia iraní. Mientras permanezca abierto el conflicto libio, será difícil que se abra un segundo frente desde el exterior (la Secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, manifestó en la CBS el 28 de marzo que lo que condujo a la intervención en Libia “no iba a ocurrir” con Siria).