¿Qué cabe esperar de la globalización y del comercio mundial en este año 2020? En este post vamos a comentar de forma resumida algunas tendencias clave que van a tener en este año una especial relevancia, en un contexto general de desaceleración de la globalización y elevadas incertidumbres.
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Desaceleración del comercio internacional
Las previsiones sobre la evolución del comercio internacional han sido revisadas a la baja varias veces en los últimos tiempos. Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), el comercio mundial en volumen habría crecido sólo el 1,2% en 2019 (frente al 2,6% de crecimiento que se había pronosticado en abril). Para 2020 la previsión de crecimiento se ha rebajado a un 2,7% (frente al 3% que se preveía en abril).
En el trasfondo de esta desaceleración se encuentra la moderación del crecimiento económico. Según el Banco Mundial el crecimiento económico en 2019, en torno a un 2,4%, ha sido el más bajo desde el estallido de la crisis en 2008. En 2020 se espera una ligera recuperación, hasta el 2,5%.
Existe un consenso relativamente generalizado de que la economía mundial no entrara en recesión –como bien explican en un análisis del Real Instituto Elcano, Federico Steinberg y José Pablo Martínez–, pero en un marco de fuertes incertidumbres y riesgos, en especial políticos, que podrían alterar sustancialmente la evolución económica.
Hay que destacar que en estas previsiones existen fuertes diferencias entre unos y otros países. Mientras que para los países en desarrollo se prevé por el Banco Mundial una aceleración del crecimiento, hasta el 4,1%, para los países desarrollados se prevé un ligero descenso hasta el 1,4%.
En lo que se refiere a la inversión extranjera directa (IED), no se trata de desaceleración sino de contracción: desde hace varios años se registra un descenso de sus cifras. Según la OCDE, en el primer semestre de 2019 la IED global cayó un 20% en relación con el semestre anterior.
La globalización ha perdido fuerza. De ahí la popularidad que está alcanzando el término de slowbalization para referirse a esta nueva etapa, que puede ser muy duradera.
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La batalla sobre el multilateralismo y el proteccionismo
Una de las grandes cuestiones de este año 2020 es cómo evolucionarán la batalla sobre el multilateralismo y el ascenso de las tensiones proteccionistas. 2019 ha sido un año negativo en este aspecto, marcado por la guerra comercial desencadenada por Trump contra China, entre otras actuaciones proteccionistas y contrarias al multilateralismo de Estados Unidos.
El mecanismo de resolución de disputas de la OMC ha dejado de funcionar debido al bloqueo de Estados Unidos de nombramientos en el Órgano de Apelación. El propio futuro de la OMC se encuentra en entredicho.
El proteccionismo no es exclusivo de Estados Unidos. Según la OMC, entre octubre de 2018 y octubre de 2019 el comercio afectado por medidas restrictivas sobre las importaciones adoptadas por miembros de la organización ascendió a 747.000 millones de dólares, con un aumento del 27% en relación con el anterior periodo.
Por el lado contrario, en los últimos tiempos se han puesto en marcha algunos acuerdos comerciales que promueven la liberalización del comercio y el multilateralismo. Cabe mencionar a este respecto el acuerdo entre la Unión Europea y Japón, el CTPP (Comprehensive and Progressive Agreement for Trans-Pacific Partnership), que agrupa a una serie de países de Asia-Pacífico y que ha remplazado al antiguo TPP que Estados Unidos abandonó tras la llegada de Trump a la presidencia, o el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership), que agrupa los países de la ASEAN junto con Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda y China.
El conflicto comercial Estados Unidos-China se ha suavizado en los últimos meses, con la firma el 15 de enero del denominado “acuerdo comercial de fase 1”. Un signo alentador, pero habrá que esperar para ver si esta tendencia se consolida y se desvanece el riesgo de una escalada en la guerra comercial entre los dos países.
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La nueva estructura de la globalización
La globalización está cambiando su configuración de forma muy importante. Entre los principales cambios (que comentamos en un post anterior), que proseguirán su curso en 2020, pueden mencionarse:
– El crecimiento del componente de flujos de información. Los flujos tradicionales de comercio, capitales y personas están siendo sustituidos en su dinamismo por la globalización de las ideas, los datos, y el conocimiento.
– El fuerte crecimiento del comercio de servicios, que crece con un 60% más de intensidad que el comercio de bienes. Algunos tipos de servicios no son contabilizados como tales en las estadísticas oficiales: los servicios incorporados en bienes, que representan un tercio del valor de estos bienes; los intangibles enviados por empresas a sus filiales: diseño, marca, software; los servicios digitales gratuitos: email, redes sociales, Youtube, Facebook, WeChat, etc.
De acuerdo con las estadísticas tradicionales, los servicios representan un 23% del comercio. Incorporando estos otros servicios no contabilizados, serían más del 50%, como ha señalado un importante estudio publicado el año pasado por el McKinsey Global Institute (el auge del comercio de servicios ha sido analizado a fondo en el World Trade Report 2019 de la OMC).
– Diversos factores (ascenso de salarios en los países en desarrollo, robotización, proteccionismo) están haciendo que las cadenas globales de valor pierdan fuerza.
– Un aumento de la concentración regional de los flujos comerciales y de las cadenas globales de valor. Según McKinsey, “la participación del comercio de bienes entre países dentro de la misma región (a diferencia del comercio entre compradores y vendedores más alejados) disminuyó del 51% en 2000 al 45% en 2012. Esa tendencia ha comenzado a revertirse en los últimos años”.
– El impulso de la digitalización, que está afectando al comercio en múltiples vertientes: el transporte y la logística, los pagos, el acceso a clientes y mercados a través de los mercados electrónicos (el denominado “comercio electrónico transfronterizo”).
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La cuestión de China
Esta es una de las grandes cuestiones de la escena global para los próximos años. China ha emergido de forma definitiva como una gran potencia, económica y con ambiciones geopolíticas. Sus métodos de actuación generan críticas y desconfianza en numerosos países. China es acusada de incumplimiento de normas internacionales y de los compromisos de su adhesión a la OMC, de falta de reciprocidad en el tratamiento que reciben las empresas extranjeras en China en comparación con el que reciben las empresas chinas en otros países, de contar con un capitalismo de Estado que proporciona ventajas a sus empresas estatales, de intentar exportar su censura, entre otras cuestiones.
Los signos de fricción son múltiples. La Unión Europea publicó a principios de 2019 un importante documento en el que se califica a China de “competidor económico” y “rival sistémico que promueve modelos alternativos de gobernanza”. Por otra parte, ha puesto en marcha un mecanismo de supervisión de inversiones extranjeras, que en la práctica se dirige fundamentalmente hacia las inversiones de empresas chinas.
Las protestas en Hong Kong, las recientes elecciones en Taiwan (que han supuesto un serio revés para el gobierno de Pekín), la represión en Xinjiang y la persecución de disidentes en China son algunos hechos que ponen de relieve el marco de crecientes tensiones que se generan en relación con China, y que han provocado una creciente reacción contra el régimen político chino.
¿Qué hacer? ¿Qué política seguir frente a China? Algunos han propuesto una solución radical y simple: el desacoplamiento (decoupling), que implicaría la separación radical, la división del mundo en dos grandes sistemas económicos y tecnológicos aislados entre sí, uno liderado por Estados Unidos y el otro por China, las dos grandes potencias que han entrado en un proceso de fuerte rivalidad económica y tecnológica.
El desacoplamiento va ciertamente en contra del multilateralismo y de la idea de la interacción económica entre las naciones como fuente de crecimiento y bienestar.
No tenemos espacio en este post para analizar este tema con algo de detalle. Pero sí destacar que se ha convertido en una de las cuestiones más relevantes, y complejas que se plantean a la comunidad internacional, que trasciende del ámbito económico y que exige un serio esfuerzo de reflexión sobre cómo afrontarla.