La pandemia global causada por el coronavirus o COVID-19 acapara la atención también de algunas organizaciones yihadistas, vinculadas a al-Qaeda o el mismo Estado Islámico (EI), que han utilizado sus canales informativos para dirigirse a sus seguidores en relación a esta crisis sanitaria global con un doble propósito: por un lado, el de ofrecer una interpretación doctrinal al significado y la causa del coronavirus según la cosmovisión propia del salafismo yihadista, y, por otro, el de facilitar instrucciones prácticas sobre cómo proceder en desplazamientos a zonas donde el virus está más extendido o prevenir el contagio del mismo. ¿Combinan dichas organizaciones ideología y pragmatismo? Eso pudiera parecer, aunque lo cierto es que, para ellas, todo está en manos de Dios y regulado por la Sunna.
En cuanto a la dimensión ideológica, la interpretación de la crisis sanitaria adopta el enfoque bipolar predominante en el marco discursivo de este tipo de organizaciones terroristas, donde el polo positivo es el islam y en el negativo se ubicarían los no creyentes (kufar). Desde esa lógica, la pandemia se entiende como un castigo de Dios a los enemigos del islam. A finales del pasado mes de febrero, el Partido Islámico del Turquestán (TIP, como se le conoce por sus siglas en inglés), una pequeña organización asiática, vinculada tradicionalmente a al-Qaeda y a los talibanes, difundió un vídeo enmarcando la pandemia como un castigo divino a China, debido a la opresión que ese Estado ejerce sobre los uigures, minoría china musulmana natural de la provincia de Xinjian, de donde también son originarios la mayoría de los militantes del TIP.
Pocos días más tarde, el 12 de marzo, la matriz de terrorismo global Estado Islámico (EI) se pronunciaba sobre el mismo tema mediante una infografía difundida por el Boletín Al-Naba, órgano propagandístico de esta organización. En el plano doctrinal, la comunicación, más genérica, no se refiere en ningún momento al coronavirus o COVID-19 por su nombre, sino a situaciones de “plaga” o “epidemia”, al igual que el extenso editorial aparecido en el mismo medio el 19 de marzo. Así, en ambas comunicaciones se apunta la obligación de creer que las enfermedades no atacan por sí mismas sino “por mandato y decreto de Dios”, ante lo que se aconseja buscar “refugio y protección en Él”. Pero el reciente editorial va más allá, apuntando que, ante la preocupación y dificultades de todo tipo que atraviesan los “cruzados” por causa de la enfermedad, los musulmanes no deberían compadecerse sino recordar que la obediencia a Dios –cuya manifestación más profunda, siempre según su narrativa, es la yihad– alejan su ira y tormento. Así, hacer la yihad es la mejor garantía de protección contra la epidemia.
Del mismo modo, en la primera infografía, se explicitaba la obligación de que sus combatientes sigan una serie de pautas para la protección individual referidas a la higiene personal (como lavarse las manos o cubrirse la boca al toser o estornudar). Unas indicaciones aparentemente menos trascendentales, en sintonía con las recomendaciones lanzadas por los principales organismos internacionales implicados en la gestión de la crisis de coronavirus, como la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esto podría interpretarse como una acción de carácter pragmático destinada a la protección de sus operativos ante a una enfermedad que el día de la difusión de Al-Naba contaba con 126.346 infectados y 4.654 fallecidos en todo el mundo, en un momento en el que esa matriz de terrorismo global se encuentra muy mermada tras las pérdidas de muyahidines (combatientes) en Siria e Irak (de los 20.000-30.000 combatientes que se estima que integraban la organización cuando empezó la campaña internacional contra EI en Siria/Irak en el otoño de 2014, cuatro años más tarde la cifra habría quedado reducida a unos 14.000-18.000, según cálculos del Pentágono).
En el mismo sentido estratégico cabe interpretar las líneas de la infografía en las que se proporcionaban instrucciones a sus militantes en relación con los desplazamientos: a los sanos, se les insta a no trasladarse a las zonas más afectadas por el virus, mientras que, por el contrario, se llama a los seguidores que pudieran estar infectados a no abandonarla. Pese a no mencionar ningún continente ni país en concreto, diversos medios, entre ellos algunos españoles, leyeron dichas líneas como la prohibición explicita de EI a sus operativos de viajar a Europa –una de las zonas del mundo, recordemos, más afectadas por la última movilización yihadista, precisamente porque en aquellos días el viejo continente era señalado como epicentro de la pandemia con cerca de un millar de fallecidos el mismo día que se hizo pública la infografía. Pero lo cierto es que el mensaje de EI no plantea en realidad esa prohibición, sino que constituye una reproducción directa de la Sunna, fuente de revelación y pilar fundamental de la religión musulmana.
Todas esas recomendaciones, tanto las referidas a la higiene y al cuidado personal que debe mantener el militante, como las referidas a los desplazamientos, tienen base en hadices de la Sunna que regulan el comportamiento individual de un musulmán en un acontecimiento como la propagación de una pandemia con la letalidad del COVID-19.
Como hemos visto, las organizaciones yihadistas interpretan la pandemia global en clave ideológica, introduciendo la narrativa del virus como castigo divino contra el mal absoluto (encarnado en ateos, apóstatas y cruzados), indicando que todo –incluso la salud– está en manos de Dios y regulado por la Sunna, que prescribe a los creyentes, entre quienes se cuentan sus seguidores, qué deben pensar y cómo deben comportarse incluso en estos tiempos de incertidumbre y enfermedad.