Es el último rumor que corre por Washington. La Casa Blanca está considerando imponer una fórmula llamada “Cost Plus 50”, según la cuál los países que tengan en su territorio tropas estadounidenses pagarán el coste total de su mantenimiento, más un 50% adicional como privilegio por contar con su protección. Pero como todo gran negocio que se precie podría estar sujeto a posibles descuentos si hay, por ejemplo, una alineación total con las políticas de EEUU. Alemania y Japón serían los primeros de la lista y en estos casos aplicar el plan les llegaría a pagar hasta cinco o seis veces más de lo que les cuesta ahora.
Todo comenzó en junio de 2018 cuando el Pentágono inició un análisis sobre la presencia militar de EEUU en Alemania después de que Donald Trump expresara su interés por retirar las fuerzas de allí tras las tensiones con Angela Merkel. La furia amainó pero no pasó mucho hasta que el mismo dilema se planteó en la península coreana, cuando Seúl y Washington comenzaron las negociaciones sobre el coste compartido de las tropas. Finalmente llegaron a un acuerdo por el que Corea del Sur accedió a pagar 920 millonesde dólares para cubrir los costes de los 28.500 soldados norteamericanos en la país, 70 millones más que en 2018, aunque por un año y no por cinco, como suele ser habitual. A finales de 2019 habrá negociaciones similares con Japón y la administración Trump podría usarlo como baza no solo allí sino también para presionar a los aliados europeos para que paguen más por su defensa. Y ya están avisados:
“We are protecting many, many wealthy, wealthy, wealthy, wealthy countries. They make so much money they don’t know what to do with it. I said, “Send it our way” (…) Wealthy countries that we’re protecting are all under notice.”
En abril de 2019 los aliados celebrarán el 70 aniversario de la Alianza Atlántica y con toda probabilidad el presidente de EEUU volverá a insistir a Europa para que pague más por su defensa alcanzando esa mágica cifra del 2% del PIB (los aliados europeos han aumentado un 4,2% el gasto en 2018). No solo el 2% no es un buen indicador de la contribución a la OTAN, con países que cumplen pero que aportan poco valor militar a la organización, sino que lo que gasta EEUU en defensa no repercute por entero en beneficio de la OTAN. Además esta posible “nueva estrategia” diferiría tanto en objetivos como en carácter con el debate sobre el “burden-sharing”.
EEUU nunca ha pedido que le sufragaran el coste entero de sus tropas estacionadas en el exterior –ya sufragado en buena medida de una manera u otra por los países– y mucho menos un plus. Ahora EEUU incluso podría pedir que les pagaran los sueldos a los militares desplazados. También hay un cambio de tono. Antes, EEUU trataba a las naciones anfitrionas como socios con los que compartía intereses y valores. Ahora, parece que les trata como meros clientes que deben pagar por su protección. Está claro que para Trump la defensa es un asunto puramente transaccional. Pero, ¿es EEUU un simple contratista de defensa? ¿O, por el contrario, las tropas estadounidenses afincadas en la red de bases en el exterior son un gesto altruista de Washington? Desde luego con esta idea la OTAN pasaría de ser una organización política, militar y donde se comparten valores, a una organización comercial.
Se equivoca Trump si piensa que este nuevo plan puede despertar cierto miedo, al menos en los países europeos. Por el contrario, los anfitriones se pensarían dos veces sus acuerdos con EEUU para continuar albergando sus fuerzas. Si bien aliados como Japón y Corea del Sur ven la presencia militar norteamericana como un baluarte ante el expansionismo de China y la amenaza norcoreana, en Alemania no se percibe ninguna amenaza militar inmediata. Con toda seguridad Berlín se resistiría a la demanda de Washington de pagar un plus, ya que para la opinión pública alemana el uso de las bases responde a los intereses de EEUU. La base aérea de Ramstein ha sido un punto de escala vital para intervenciones militares de EEUU como en Irak y Libia, donde Berlín se opuso o no participó. El Landstuhl Regional Medical Center, el mayor hospital militar del mundo fuera de EEUU, es el lugar de parada de los militares heridos en Afganistán o en cualquier otra parte del mundo. Y en Stuttgart está el mando para África del Pentágono, el AFRICOM. De forma similar, los marines instalados en la base aérea de Morón (España) y en Sigonella (Italia) responden a los intereses de EEUU en África y no del territorio europeo. Aquí cabe recordar las palabras de James Foggo III, jefe del mando de las fuerzas navales de EEUU en Europa y África, afirmando que España es un cruce estratégico para el tránsito de los buques estadounidenses desde EEUU a Europa, que les permite actuar en el Mediterráneo y en el mar Negro, dirigirse hacia el Atlántico Norte y el Báltico o hacia la costa occidental africana; su presencia en Rota les permite, además, reducir costes y el número de buques que necesitan para desplegarse en Europa.
La utilización de bases fuera territorio estadounidense sirve para proyectar de formar rápida su poder militar en el globo. Si en el siglo pasado el objetivo era prevenir que la URSS dominara la superficie terrestre de Eurasia y fuera una amenaza para el país, hoy las bases ayudan a EEUU a competir a largo plazo con China y Rusia, y continuar apoyando las operaciones contraterroristas.
Este posible nuevo plan no solo causaría un daño irreparable en los aliados sino que perjudicaría la propia seguridad nacional de EEUU a largo plazo. Si no es capaz de obtener el permiso para utilizar bases extranjeras en tiempos de crisis –muy probable en el caso europeo– EEUU reduciría su capacidad para operar de forma global, en la que a día de hoy no tiene rival, como refleja el Índice Elcano de Presencia Global.
De los compromisos globales al Cost Plus 50
Es cierto que desde hace unos años hay un debate entre académicos sobre si EEUU debe seguir manteniendo sus compromisos globales o dar marcha atrás. En este segundo caso argumentan que EEUU debe alejarse de algunas de las alianzas que le consumen demasiados recursos, dan rienda suelta a los free-riders y enredan a EEUU en conflictos en los que apenas tiene intereses en juego. Pero poniendo a un lado el debate académico, lo cierto es que la política de defensa de EEUU se basa en la asunción de que las bases seguirán ahí para el uso militar de EEUU. Y sus fuerzas armadas cuentan con ellas para llevar a cabo operaciones que puedan sostener en el tiempo fuera del continente americano. Reemplazar el valor de la presencia en las bases con capacidades militares basadas en EEUU sería mucho más caro y complicado y haría que la ejecución de su Estrategia de Defensa Nacional fuera prácticamente imposible. La política de seguridad y defensa del país necesitaría una cambio de 180 grados. Pero incluso si EEUU decide alterar su Estrategia de Seguridad Nacional de manera que se apoye menos en el uso de las bases, hay una serie de consideraciones prácticas. Se necesita mucho tiempo para ajustar los conceptos operativos y la estructura de las fuerzas.
La historia nos ha enseñado además que los socios transaccionales, aquellos motivados por una especie de quid pro quo, tienen más posibilidades de echarse atrás a la hora de que EEUU use sus bases para operaciones militares específicas. En Kirguizistán, por ejemplo, EEUU tuvo que hacer frente a varias crisis por la utilización de la base aérea de Manas, desde donde se apoyaban las operaciones de EEUU en Afganistán.
Los socios de toda la vida, aquellos que han apoyado durante décadas su relación con EEUU, con los que ha compartido intereses y valores, les ha dado siempre acceso en tiempo de paz y para contingencias específicas. El plan Cost Plus 50 se arriesga a que estos socios se transformen en socios transaccionales y, por lo tanto, sean menos fiables, con consecuencias negativas tanto para los derechos de uso de las bases como para las alianzas en general.
Y como también enseña la historia, tratar este tipo de acuerdos como simple acuerdos de negocios podría llevar a una politización del asunto. En Japón y en Corea del Sur exacerbaría las tensiones domésticas sobre la presencia de tropas de EEUU. En Europa, se podría ver como el largo consenso político en apoyo de la presencia de tropas estadounidenses se empieza a deshacer. Con un público sensible a las presencia de tropas extranjeras con toda probabilidad se resistirían a pagar un plus por el uso de unas bases que no reflejen unos intereses y unos valores compartidos y que solo favorezcan a EEUU. Y seguramente serían otros gobiernos menos democráticos los que, por el contrario, accederían a pagar por tener tropas estadounidenses sintiéndose más cómodos con unas relaciones contractuales menos equilibradas. Polonia ya ofreció 2.000 millones a EEUU para que estableciera una base permanente.
Nada se sabe sobre si esta idea se convertirá algún día en oficial. Pero el mantenimiento del uso de bases militares extranjeras por parte de EEUU es estratégicamente más importante para EEUU que para los países anfitriones. Si se van, no será tanto una perdida para los socios y aliados, como una pérdida para EEUU.