Los escándalos de corrupción provocados por Bárcenas y Urdangarín sin duda están teniendo un impacto negativo sobre la imagen de España. La cuestión es de cuánto daño hablamos y cuánto tiempo puede durar.
Hay que empezar subrayando que España nunca ha estado entre los países considerados más ‘limpios’. En las series de Transparency International se aprecia algo de mejora en los últimos 30 años, aunque ya antes de estos escándalos habíamos vuelto a empeorar. Nada extraño si pensamos que día sí, día no, saltan noticias de corruptelas en todos los niveles de la Administración. No es casual que la imagen de la clase política en España sea tan mala y, desde luego, mucho peor que la que había en el extranjero.
Porque desde luego ahora estamos ante un salto cualitativo ya que nunca había pasado que tanto el Gobierno como la Corona estuviesen en la picota. En el último período de la presidencia de Felipe González los casos de Filesa o Roldán habían alcanzado al Gobierno, pero al menos entonces teníamos el salvavidas de la Corona. Lo insólito del escenario actual es este estrangulamiento de las más altas magistraturas del Estado: la pinza de Gobierno y Monarquía.
La repercusión exterior ha sido inmediata. La misma Unión Europea maneja informes sobre el impacto. Por lo pronto los escándalos arrojan dudas sobre el destino de los Fondos de la Unión y su gestión en España, lo que podría ralentizar las distintas ayudas o aumentar los controles sobre nuestro país. Y después está la cuestión del desgaste del Gobierno y su pérdida de legitimación para pedir más sacrificios a la ciudadanía. Esta doble amenaza es percibida fuera y es un serio problema.
Desde luego el impacto de la corrupción puede ser menor que el de la crisis, puesto que España ha hecho ‘sus deberes’ y, además, en ‘todas partes cuecen habas’. En las series de Transparency International no hay tanta diferencia entre las grandes potencias europeas, incluida España. Hace unos pocos meses el Presidente de la República Federal de Alemania–equivalente a nuestro Rey- tenía que dimitir también por un escándalo económico. Y, sin embargo, ahí tenemos a una Alemania que en todos los países, quizás con excepción de los del Sur de Europa, goza de una inmejorable imagen.
Ahora bien, precisamente el problema es que España es considerado en el Norte como uno de esos países ‘del sur» chapuceros, pícaros, etc. Por lo tanto, llueve sobre mojado, y el impacto de los escándalos en nuestra imagen va a ser mayor que si se producen en Francia o Alemania porque ellos son considerados el Norte limpio y eficaz.
Además, también hay factores internos que pueden prolongar el efecto. La lentitud de la justicia española puede hacer que esto sea como la gota que va desgastando la piedra, poco a poco, pero de forma constante. Un rosario de noticias negativas en la prensa internacional durante dos o tres años es una agonía para la Marca España, pues el escenario probable puede ser que, en el mejor de los casos, por cada noticia de recuperación económica tengamos otra de corrupción y escándalo de Gobierno o Estado. En otras palabras: el mítico suplicio de Tántalo.