En España todavía se debate sobre algo que en otros países avanzados se acepta de manera incuestionable desde hace mucho tiempo: que las empresas tienen un papel clave en la ejecución de la política de cooperación al desarrollo. No sólo no hay una incompatibilidad entre la cooperación al desarrollo y las empresas, sino que la presencia de éstas es en muchos casos un requisito para que los proyectos de cooperación alcancen la mayor eficacia.
El tema fue objeto de debate el pasado día 19 de enero en Madrid, en una jornada organizada por la Obra Social La Caixa, el Club de Exportadores (la principal asociación empresarial relacionada con temas de internacionalización) y el ICEX, bajo el título “Hacia una cooperación al desarrollo más eficaz: la necesaria alianza de todos los actores”. Entre las cuestiones discutidas estaba la participación de la empresa en la cooperación al desarrollo, o las posibles colaboraciones empresa-ONG.
Uno de los participantes en la jornada señaló, acertadamente, que es un debate al que en España llegamos tarde. En los países avanzados no existe ese debate: desde hace mucho tiempo se asume que la empresa es un actor clave en la ejecución de la política de cooperación al desarrollo.
Por ejemplo, si se repasan los proyectos de cooperación adjudicados por la Unión Europea, en la web dedicada a a la Cooperación Internacional y Desarrollo, se ve que la ejecución de la mayor parte de ellos es adjudicada a empresas. El gobierno británico tiene una web dedicada a “Aid Funded Business”, cuyo objetivo está claramente explicitado en el encabezamiento de la página: “Find out about the Aid Funded Business service, which helps UK companies win business from aid agency funded projects worldwide”. El gobierno canadiense tiene en su web una sección llamada “Business Opportunities: Development and Humanitarian Aid Markets”. Y así se podrían mencionar muchos otros casos.
En España ha existido tradicionalmente una fuerte oposición a la participación de las empresas en la cooperación al desarrollo. Esta oposición ha tenido en primer lugar una motivación que podríamos calificar de “ideológica”: en la medida que las empresas buscan un beneficio, su participación en la cooperación al desarrollo supondría una “mercantilización” de la ayuda, que desvirtuaría su naturaleza. En segundo lugar, es posible que algunas ONG quisieran excluir de la cooperación a unas instituciones, las empresas, a las que veían como “competidoras”.
Algunos proyectos ejecutados en el pasado con fondos de ayuda al desarrollo, y que no fueron realizados correctamente o tuvieron irregularidades, han servido para descalificar a las empresas. Sin embargo, son casos minoritarios. La inmensa mayoría de los proyectos financiados con cargo al antiguo FAD (Fondo de Ayuda al Desarrollo) fueron ejecutados sin problemas, a plena satisfacción de todas las partes.
La razón clave: eficacia de la cooperación
Existe una razón clave para justificar la participación de la empresa en la política de cooperación: es una razón de eficacia.
Las empresas son las que tienen la capacidad técnica para desarrollar eficientemente muchos proyectos de cooperación al desarrollo. La participación de las empresas es pues imprescindible si se quiere que estos proyectos sean realizados con éxito. Construir un hospital, una planta de tratamiento de aguas, o asesorar al gobierno de un país para poner en marcha un plan de fomento de sus exportaciones, es un tipo de actividad en el que, por regla general, son las empresas las que tienen la capacidad técnica requerida.
De igual forma, hay actividades en las que hay ONG que son las que están mejor preparadas técnicamente para llevarlas a cabo (asistencia a refugiados, actuaciones en catástrofes naturales o guerras, etc.).
Un segundo motivo es que la política de cooperación no puede darle la espalda a la realidad social de España, en la que existe un elevado nivel de desempleo, bolsas de pobreza, etc. Basta leer algún artículo sobre las colas de personas para recoger alimentos en las pasadas Navidades en los bancos solidarios de alimentos (como por ejemplo el artículo publicado por El Español el pasado 30 de diciembre), para comprender que no sería justo el que no se intentara que las actividades y productos empleados en proyectos de cooperación realizados por España tuvieran el máximo componente español.
En resumen, la empresa tiene un importante papel que desempeñar en la política de cooperación internacional al desarrollo. No hay incompatibilidad, sino una compatibilidad natural y necesaria entre la cooperación y la participación de la empresa.