Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la creación de la ONU, el número de conflictos interestatales ha disminuido, y el fin del enfrentamiento bipolar entre EEUU y la URSS durante la Guerra Fría ha propiciado una mayor estabilidad internacional, pero no intraestatal: los conflictos contemporáneos se dirimen, en mayor medida, en guerras civiles, conflictos sectarios y luchas de insurgencia.
La saga Star Wars es una epopeya épica espacial que narra el enfrentamiento político entre la República Galáctica y la Confederación de Sistemas Independientes y, posteriormente, el enfrentamiento bélico entre el Imperio Galáctico en el que se convierte la República, y la Alianza Rebelde, resquicio de la desaparición de dicha República. Además de la trama moral, romántica y de aventuras sci-fi, podemos servirnos de esta historia, que tanto ha cautivado a diversas generaciones desde su estreno en 1977, para explicar conceptos básicos de doctrina y prácticas operativas de conflictos militares contemporáneos:
Insurgencia y contrainsurgencia
La mayor parte de los conflictos armados entre 1990 y de 2000 han tenido lugar dentro de las fronteras de un mismo Estado entre actores estatales –los gobiernos centrales– y grupos armados no estatales, la mayoría de ellos de naturaleza insurgente. En Star Wars, la Alianza Rebelde es, por supuesto, una insurgencia que cuestiona la autoridad política del Imperio Galáctico, y combate contra éste en clara relación de inferioridad en cuanto a capacidades de combate, tecnología, efectivos… Vemos que en el trasfondo de la trama se da un conflicto asimétrico entre ambos bandos, y que cumple con los rasgos característicos de una insurgencia: la Alianza Rebelde cuenta con una identidad política, contraria a la establecida por el Imperio; se da una lucha por una causa “atractiva” como es la lucha contra la opresión; cuenta con partidarios comprometidos y crea alianzas o frentes comunes –como la población ewok–; cuenta con refugios –bases rebeldes en el planeta Dantooine o el planeta helado Hoth– , y se beneficia del comportamiento abusivo del Imperio para generar mayor adhesión a su causa –destrucción del planeta Alderaan por la Estrella de la Muerte, estación de combate ideada para “infundir el miedo” en población rebelde–.
Conflicto híbrido
Según estas premisas, el Imperio habría de emplear un tipo de combate de contrainsurgencia, al enfrentarse a un actor no estatal enemigo, en un tipo de enfrentamiento no convencional. Sin embargo, esto no se aprecia del todo, al ver en el devenir de la trama que los enfrentamientos son de naturaleza más convencional, a pesar de la asimetría de los actores. A esto le llamamos guerra o conflicto híbrido. Desde hace una década se emplea este término para denominar un “nuevo” tipo de conflicto, diferente tanto de los enfrentamientos convencionales como de los irregulares y que, en líneas generales, sería la resultante del empleo simultáneo de ambas formas de lucha. El Imperio cuenta con una potente y desarrollada flota apropiada para un enfrentamiento convencional, compuesta por cazas, cruceros, transportes acorazados –como los AT-AT o los AT-ST–, destructores, superdestructores y la definitiva estación de combate orbital –la Estrella de la Muerte–. En este sentido, mientras que el Imperio planifica sus acciones bélicas contra la Alianza como si de un enemigo convencional se tratara, los rebeldes, aun cuando cuentan con capacidades mucho más limitadas en tecnología y número de efectivos –significativamente inferior a los imperiales– ello no les impide enfrentarse tanto a nivel asimétrico como a nivel convencional.
Leyendo esta historia en clave de lucha insurgente y conflicto híbrido, podemos percatarnos, también, del uso de tecnologías, capacidades y prácticas propias de este tipo de conflictos: empleo de espionaje para conseguir los planos de la Estrella de la Muerte, naves no tripuladas de reconocimiento, a modo de drones, para interceptación de comunicaciones y con capacidad de disparo –droide de reconocimiento en el planeta Hoth–; o el empleo de “seguridad privada” –o soldados a sueldo– como complemento al enfrentamiento regular –Darth Vader emplea servicios de cazarrecompensas para dar con Han Solo y la Princesa Leia–.
Ahora que todas estas prácticas y conceptos nos resultan familiares, cabe esperar que le vengan a la cabeza al lector paralelismos con el desarrollo de acontecimientos en el combate de contrainsurgencia en Afganistán e Irak, o el conflicto de combate híbrido en Ucrania ante la crisis de Crimea. Si bien existen cuestiones interesantes sobre la naturaleza de un conflicto asimétrico y las narrativas del mismo – ¿están justificadas las actuaciones rebeldes, o pueden ser considerados terroristas? ¿Tiene el Imperio legitimidad para emplear el monopolio del uso de la fuerza? –, el objetivo de este post no es otro que el de añadir un toque de estrategia contemporánea a la lectura de la trama.
Si el lector es de los que disfruta del visionado de esta saga, espero que estos apuntes añadan un aliciente más para disfrutar de la misma desde un prisma distinto. Que la geopolítica te acompañe.