¿Cómo será la ayuda al desarrollo después de la crisis del coronavirus? La respuesta corta (y honesta) a esta pregunta es que no lo sé.
Esta breve reflexión se escribe tras 13 días de confinamiento en España, en el marco de las medidas para contener o ralentizar la propagación del virus COVID-19; y con al menos otras tres semanas por delante de confinamiento adicional. Dichas medidas se van aplicando en distintos países, a medida que se propaga el virus que, a fecha de hoy, suma más de 700.000 infectados y más de 30.000 muertos en todo el planeta. En China, esta crisis sanitaria (al menos en su primer brote) parece ya bajo cierto control. Mientras tanto, en algunos países europeos podríamos estar acercándonos a su pico y en buena parte de América Latina y África el contagio está tan sólo en sus inicios. Estamos, pues, lejos de saber cuál será el balance final en términos sanitarios y, por lo tanto, también en términos económicos, sociales o políticos.
No obstante, ésta no es la primera crisis mundial que afecta al conjunto de la comunidad internacional y al sistema de cooperación. Además, las propias características de la crisis sanitaria, distinta, en varios aspectos, de las de la crisis de finales de los 2000, nos permiten identificar tendencias (algunas contrapuestas) que influirán en el volumen y naturaleza de la ayuda en el mundo post-pandemia.
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Tras la crisis de 2008, la ayuda al desarrollo siguió creciendo
A pesar de que un buen número de análisis (incluyendo los propios) pronosticaron más bien lo contrario, diez años después de que quebrara Lehman Brothers, la ayuda oficial al desarrollo (AOD) desembolsada por los llamados donantes tradicionales (los países miembros del Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE) ha aumentado 25% en términos constantes; esto es, a un ritmo de 2,26% anual. Éste ha sido, además, un período en el que los donantes emergentes (China, entre otros muchos) han consolidado sus posiciones en el sistema de ayuda internacional, aumentando los desembolsos a un ritmo de 16% anual; algo similar a lo que ha ocurrido con los donantes privados (grandes fundaciones, en su mayoría), cuyas aportaciones crecen al 13% anual.
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La salud es un bien público global…
Esta pandemia ha venido a mostrar sin matices y con enorme virulencia la pertinencia de preservar los bienes públicos globales, como la salud (y contener los males públicos globales, como las pandemias). La salud ha sido, desde las cumbres sociales de los años 90, pasando por la agenda de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y llegando a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una meta central en la agenda de desarrollo (y, por lo tanto, de la ayuda).
Además, hace palpable el argumento del beneficio mutuo (de donantes y receptores) cuando la ayuda al desarrollo se dirige, precisamente, a la preservación de bienes públicos como la salud o el clima.
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… que requiere una gestión multilateral
En las distintas formas que pueda adoptar la ayuda al desarrollo post coronavirus, es posible entonces que los bienes públicos globales obtengan una mayor atención por parte de la comunidad de donantes. Por su propia naturaleza, esto podría generar un aumento de la proporción de ayuda multilateral (con relación a la bilateral).
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Se hace imprescindible la Agenda 2030
Siempre en este mismo sentido, el COVID-19 también ha venido a mostrar todo lo que la Agenda 2030 trataba de explicar: la conexión de lo social con lo económico, lo político y lo medioambiental, o la dilución de la frontera entre lo interno y lo externo.
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Los países se protegerán, y para ello se atrincherarán en sus fronteras
Por la propia naturaleza del fenómeno, y de sus medidas de contención, se reducirán los flujos internacionales de personas (turistas, estudiantes, migrantes…) con lo que, a diferencia de lo que ocurrió tras la crisis de 2008, tras ésta podría darse una ralentización o repliegue de la dimensión blanda de la globalización (además del indiscutible efecto en la dimensión económica). Esto llevaría naturalmente a una pérdida de perfil político y de dotación presupuestaria de la ayuda.
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El virus cruzará las fronteras
Sin embargo, resulta difícil imaginar medidas de control fronterizo que logren prevenir la propagación del virus sin que, adoptadas de forma estructural, acaben también con todos los vectores de crecimiento económico de las principales economías del mundo. El virus (éste u otros) puede viajar por muchos medios. Lo portamos y exportamos todas las personas: migrantes, turistas, profesionales con actividad internacional (véase el alto número de casos registrados entre altos mandatarios), estudiantes. En tal caso, incluso los estados con tentaciones nacionalistas se podrían ver abocados a abrazar los puntos 2 a 4.
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No habrá espacio presupuestario para la ayuda
La propia batalla sanitaria, además de las que ya han llegado para quedarse (la social o la económica) requerirán de una respuesta fiscal sin precedentes en la historia reciente. Los paquetes anunciados en España se acercan al 20% de su PIB; los de Canadá al 3%. Las necesidades en el propio territorio serán abrumadoras: desplome de los ingresos de hogares, aumento del desempleo o dificultades para cubrir las necesidades básicas energéticas o de vivienda. En estas circunstancias, los presupuestos de ayuda tendrán una dura competencia (en la que tienen, a priori, las de perder).
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¿O sí? El contexto fiscal ha cambiado
Hace pocos días la presidenta de la Comisión Europea anunciaba que se relajarían las reglas derivadas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea; aquél que tanto dio que hablar en el debate sobre las medidas de respuesta a la crisis de 2008. Se espera una respuesta fiscal masiva y valiente por parte de buena parte de las grandes economías. En un contexto de fuerte expansión fiscal, es posible que la competencia que se plantea en el punto anterior no acabe siendo tan dura.
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China, líder del desarrollo global,
Como explica en un análisis anterior Mario Esteban, en una respuesta rápida de diplomacia pública ante las críticas sobre la gestión inicial del brote, China ha optado por enviar mascarillas y guantes a Italia o España (y hacer el envío muy visible y comentado).
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o no
Al margen de los múltiples símbolos tras esta donación, ésta supondría (en caso de que así se calibrara) un volumen bajo de ayuda, casi residual y notablemente lejos de lo que se ha llegado a calificar de Plan Marshall chino. Esto, al margen del proceso de consolidación de China como donante de referencia en diversos países y sectores.
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La UE, como primer donante global, se vendrá abajo,
Si los estados se atrincheraran (punto 5) y redujeran su ayuda (punto 7), el liderazgo de la Unión Europea en materia de cooperación internacional para el desarrollo se vería sensiblemente comprometido.
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o arriba.
No obstante, y en línea con el punto 8, este momento de preparación de los presupuestos para el ciclo 2021-27 podrá ser también la ocasión de hacer crecer el rol de la Unión Europea como garante de un sistema multilateral más eficaz y justo, lo que implicará un aumento de la ayuda de sus instituciones y estados miembro.
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Las necesidades de desarrollo se dispararán
La crisis empieza ya a causar estragos en las regiones receptoras de ayuda. La pertinencia de la ayuda para atender necesidades de desarrollo en todos los planos que estamos viendo afectados en el Norte Global se recrudecerán en un Sur con sistemas más frágiles de respuesta.