Las grandes manifestaciones cesaron tras el 11 de febrero, pero se ha mantenido la movilización en la plaza de Tahrir -el 25 de febrero ya se produjo la primera manifestación post-Mubarak- por motivos ligados a la transición y en ciudades más apartadas debido a las secuelas socioeconómicas de las mismas. También se han producido manifestaciones de la minoría copta tras ser objeto de agresiones por islamistas y nacionalistas radicales que causaron 13 muertos y numerosos heridos el 9 de marzo sin que las fuerzas armadas intervinieran para evitarlo. Estas no disponen de los medios y la formación necesaria para controlar los disturbios y los desalojos acaban degenerando en violencia, como la que el 8 de abril causó 2 muertos en la plaza Tahrir cuando los manifestantes se negaron a obedecer el toque de queda y se les unieron mandos militares que fueron desalojados. Por su parte, se han relevado a los mandos principales de las fuerzas de seguridad pero ahora se debe reciclar a la mayoría de los miembros de la seguridad del estado (170.000) y de la policía regular (270.000) ya que cualquier intento de desmovilización o depuración masiva de las fuerzas de seguridad del anterior Gobierno porque podría degenerar en confrontaciones o insurgencia armada.
¿Cuál es el papel de las fuerzas de seguridad egipcias en la salida de la crisis?
El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas ha asumido el control de la situación hasta que se pueda entregar a un gobierno civil, lo que convierte a los militares en el arbitro y responsable de lo que ocurra durante la transición y en el destinatario de las reivindicaciones populares. El Consejo ha sacado adelante el referéndum sobre las reformas constitucionales y prevé llevar a cabo elecciones generales en septiembre de 2011 y presidenciales en 2012, pero los sectores más activos en las movilizaciones de febrero consideran que los cambios son lentos, que los militares siguen detentando demasiado poder y desean que se juzgue al Presidente Mubarak y a su entorno. Hasta ahora, los militares controlan todos los resortes del poder y tratan de compatibilizar los cambios políticos con orden social, pero está por ver si los cambios satisfacen a quienes los reivindicaron frente a Mubarak y si esos cambios permiten mantener a las fuerzas armadas el estatus que tuvieron con Mubarak.
¿Cómo afecta la situación en Egipto a la seguridad regional?
El Consejo ha mantenido los lazos militares con Estados Unidos y los acuerdos con Israel, pero las relaciones no volverán a ser tan previsibles como en el pasado. Mantiene cerrado el paso de Gaza pero Israel denuncia el incremento del tráfico clandestino de armas y de personas a través de los túneles, lo que podría desestabilizar la península del Sinaí, especialmente si persiste la escalada entre las milicias palestinas y las fuerzas de defensa israelíes. En la frontera occidental, la guerra de Libia ha puesto al Consejo entre la disyuntiva de ayudar o no a los rebeldes libios con armas e instructores. El Consejo decidió no formar parte de la coalición internacional pero Egipto siempre ha estado interesado en influir en los acontecimientos de la Cirenaica. También mantiene la ambivalencia con Irán, permitiendo que sus buques cruzaran el canal de Suez pero criticando sus iniciativas de desestabilización de los gobiernos árabes del Golfo. A corto plazo, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas seguirá dando prioridad a la transición interna, pero no dejará de verse afectado por los focos de tensión existentes en la zona.