Colombia después del «No»

Colombia después del "No". Foto: Galo Naranjo / Flickr (CC BY-NC-ND 2.0) .
Colombia después del "No". Foto: Galo Naranjo / Flickr (CC BY-NC-ND 2.0) .
Colombia después del "No". Foto: Galo Naranjo / Flickr (CC BY-NC-ND 2.0) .
Colombia después del «No». Foto: Galo Naranjo / Flickr (CC BY-NC-ND 2.0) .

El estrecho triunfo del NO (por un 0,43% de diferencia con el SÍ) se ha vivido de forma desigual en Colombia y en el resto del mundo. Algo similar ya había ocurrido previamente tras la firma de los acuerdos de paz cerrados en La Habana. Frente a la alegría exultante de la comunidad internacional, el escepticismo era la tónica dominante en buena parte de la sociedad colombiana. Hoy la historia se repite y mientras numerosos medios europeos y latinoamericanos hablan del rechazo a la paz, en Colombia la idea dominante es la de que sólo estamos frente a un punto y seguido y no a un punto final de un proceso que muchos consideran irreversible.

La cuestión decisiva del momento es cómo seguirán las cosas a partir de ahora y cómo reaccionarán los principales actores, comenzando por el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, y siguiendo por las FARC, sin perder de vista al ex presidente Álvaro Uribe y sus seguidores. En un primer momento, tras conocerse los resultados, la incertidumbre dominó la escena, aunque con el correr de las cosas las tensiones fueron disminuyendo. Pese al pesimismo inicial de algunos partidarios del SÍ finalmente pareció emerger la posibilidad de que el proceso fuera reconducido. Para que ello ocurriera fue fundamental la postura que adoptó el gobierno, la oferta de diálogo del uribismo y la predisposición de los principales dirigentes de las FARC de no retornar al campo de batalla.

La jornada del plebiscito se realizó con entera normalidad. El escrutinio fue rápido y pese a lo ajustado del resultado no hubo ninguna acusación de irregularidades, una señal adicional de la madurez de la democracia colombiana. Si bien algunos hablaban de polarización, especialmente los derrotados, la sociedad colombiana no parece estar al borde del abismo. Por tanto, se abre ahora un proceso de profunda reflexión, que de ser bien llevado puede conducir a una paz más estable.

Pese a ello, Colombia ha vivido un episodio más de lo que podría denominarse la nueva política mundial, donde las generalizaciones y las medias verdades terminan condicionando el voto de buena parte de la ciudadanía. A lo largo de la campaña parecía, por un lado, que la paz absoluta estaba al alcance de la mano, mientras que por el otro el camino sin retorno al castrochavismo y al colectivismo socialista eran el destino manifiesto de la Colombia del post conflicto.

Tras las primeras declaraciones ha llegado el momento de la política, del liderazgo y de la pedagogía. Corresponde a la responsabilidad de los principales dirigentes llegar a un acuerdo sobre bases sólidas y negociadas. Si el presidente Juan Manuel Santos anunció que la tregua bilateral e indefinida se mantiene, el comandante de las FARC Timoshenko insistió en el compromiso de su organización por la paz y la vigencia de las palabras en lugar de las armas.

Para el presidente del Congreso, el único camino que le queda al país es la construcción de un amplio consenso para evitar la vuelta al monte de las FARC, una idea similar a la esgrimida por el ex vicepresidente Francisco Santos, una de las principales figuras del uribismo. Álvaro Uribe también se sumó al tono generalizado de buenas intenciones.

De momento la conclusión es que el proceso de paz no se detiene, y que incluso puede ser reforzado si el conjunto de las fuerzas políticas y de la sociedad colombianas se muestran convencidas de mantener el rumbo actual. El resultado sorprendió a todos los actores, nadie tenía un plan B y todos debieron improvisar una vez que se hicieron públicos los resultados definitivos. Pese a ello la paz sigue estando al alcance de la mano, y ahora con la posibilidad de que sea apoyada por el conjunto de los partidos y la sociedad civil.