Puede parecer una paradoja cuando las economías emergentes (ahora en desaceleración) están generando clases medias como nunca antes. Pero según algunos estudios, se ha exagerado su amplitud. Y en buena parte de Europa y en EEUU las clases medias están en caída libre, lo que puede tener consecuencias para la estabilidad del sistema político con, en algunos casos, la subida de los radicalismos (por la extrema derecha y la extrema izquierda) y de los populismos (como el de Le Pen en Francia y Trump en EEUU). O al revés, el declive de los populismos izquierdistas en partes de América Latina.
En EEUU, la economía más potente del mundo (aunque algunas estadísticas ponen ya a China por delante), por primera vez en cuatro décadas lo que habitualmente se entiende por clases medias ya sólo representan la mitad de la población, según un estudio del Centro Pew. La proporción de los que están por arriba ha crecido, y también de los que están por abajo. Los de en medio son 120,8 millones y los de ingresos superiores e inferiores 121,3 millones. El análisis de Pew concluye que podríamos estar ante un punto de inflexión en la sociedad estadounidense.
En aquel país, los sueldos medios, de un trabajador típico en una cadena de producción, no sólo no han subido en 40 años, sino que en términos reales (es decir, descontando la inflación) han bajado en un 13%, mientras, como recuerda Martin Ford sobre datos de 2013, la productividad ha aumentado en un 107%. Con la crisis la situación ha ido a peor, con muchos de los jóvenes que han entrado en el mercado de trabajo para no encontrar empleo, o, si acaso, mal pagado.
Las razones son varias (aumento del capital sobre el factor trabajo, avances tecnológicos, competencia de otros países en la globalización, etc.). Robert Reich, en su reciente libro Saving Capitalism: For the Many, Not the Few (“Salvar al capitalismo, para los más, no para los pocos”), añade el declive de los sindicatos, la precariedad laboral y en general un deterioro de la capacidad negociadora de las clases medias. Se han perdido contrapesos, y no solo en EEUU sino en todo el mundo occidental. Además, según un estudio de Shawn Sprague (BLS), la economía estadounidense logró producir un 42% más entre 1998 y 2013, sin aumentar el número de horas trabajadas, lo que explica mucho.
A escala global, se podría pensar que el decaimiento de las clases medias en las economías desarrolladas se puede ver compensado por su florecimiento en el mundo emergente, como apuntaba el pasado año un estudio del BBVA, según el cual estas clases pueden representar las dos terceras partes de la población mundial en 2025; es decir, el doble, en proporción que en 2000, lo que puede reducir la desigualdad a nivel global (que no es lo mismo que en cada sociedad). El estudio espera que los países emergentes supongan en 2025 el 67% de las clases medias y de los segmentos pudientes a escala global frente a un 24% en 2000, con inmensas consecuencias en materia de niveles y tipos de consumo. Asia, y sobre todo China, seguidas de América Latina y Europa del Este, van en cabeza en esta tendencia de generación de clases medias.
Bien. Pero otro estudio de Pew del pasado verano, aún aceptando el crecimiento de la clase media global (ha doblado en una década), aporta unos datos que apuntan que es menos numerosa y más pobre de lo que se creía, con centenares de millones de personas en estos sectores sociales en riesgo de recaer en su nivel de ingresos. Es China y otras economías de Asia las que distorsionan estas cuentas globales. Solo un 16% de la población mundial vive con ingresos superiores a lo que en EEUU o gran parte de Europa sería la línea de pobreza. Algunos cálculos anteriores consideraban que la clase media global la formaban unos 2.000 millones de personas. El cálculo de Pew (con una definición amplia de la clase media como los que viven con entre 10 y 100 dólares al día) la rebaja a 1.700 millones. Un gran progreso en los últimos lustros, pero menor del que se pensaba. Por cierto, si quiere el lector descubrir a qué categoría de ingresos pertenece, lo puede hacer en el calculador elaborado por el propio Centro Pew.
Branko Milanovic añade en un interesante estudio que los perdedores de la situación han sido los más pobres, pero también los que se sitúan entre los percentiles 75 y 90 de riqueza; es decir, el grupo más numeroso de población, las clases medias. Si bien, hay que insistir en ello, China y la India, los países más poblados y con mayor crecimiento, distorsionan las estadísticas.
No obstante, las cifras de la pobreza absoluta han disminuido, lo que es una excelente noticia. El Banco Mundial ha estimado que en 2015 la pobreza absoluta (los que viven con menos de 1,9 dólares al día) ha caído por debajo del 10% por vez primera, aunque el objetivo de erradicarla para 2030 (parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por la ONU) será difícil de alcanzar. Milanovic llega a una conclusión clara: “o los países pobres se hacen más ricos, o los pobres se irán a los países ricos”. Y lo estamos viendo.
El estudio de Pew considera que 71% de la población mundial aún era pobre o de bajos ingresos en 2011, aunque en la década precedente 670 millones de personas salieran de la pobreza absoluta. Desde el punto de vista internacional, el gap, la separación en niveles de vida entre las economías avanzadas y las emergentes y en desarrollo se estrechó solo de forma escasa en la primera década de este siglo. En 2001 un 91% de la gente con ingresos altos vivía en Norteamérica y Europa, y en 2011 eran aún un 87%.
Las clases medias importan y mucho. El libro del economista Tyler Cowen se ha traducido en español como Se acabó la clase media, aunque en inglés su título es más preciso: Average is Over. Es decir, que el promedio ya nos dice poco y el medio se ha vaciado. Todo ello, como decimos, con posibles consecuencias políticas e internacionales.