Probablemente el primer motivo para la internacionalización empresarial en el que se piensa es que ésta es una vía para aumentar ventas, producción, empleo, beneficios, inversión, etc., a través de la expansión de los mercados de una empresa. Pero la internacionalización también es una vía para ganar competitividad. De esta forma, la empresa internacionalizada puede entrar en un círculo virtuoso: la internacionalización le permite aumentar su competitividad, esta ganancia de competitividad le facilita aumentar las ventas e inversiones en los mercados internacionales, lo cual a su vez continúa favoreciendo el crecimiento de la competitividad.
¿Cómo contribuye la internacionalización a favorecer la competitividad de una empresa? A través de varias vías.
La internacionalización puede favorecer una reducción de costes, en primer lugar. La empresa puede encontrar suministros más baratos en los mercados internacionales. O puede trasladar parte de su proceso productivo a localizaciones con mejores condiciones de costes (sobre todo laborales; ésta ha sido la razón clave para la deslocalización de numerosas empresas industriales en las últimas décadas).
En segundo lugar, el aumento del volumen de producción que representa la exportación puede permitir a la empresa aprovechar economías de escala, produciendo con menores costes unitarios.
En tercer lugar, la internacionalización supone someterse a la disciplina de los mercados internacionales. Ya no hay que competir sólo con las empresas del propio país, sino con empresas de todo el mundo. Esto obliga a una empresa a buscar mejoras en su funcionamiento, a innovar en sus procedimientos de gestión. No es lo mismo competir a nivel nacional que competir con empresas de todo el mundo: la presión para innovar, para ser más competitivo, para mejorar la organización y la gestión, es mucho mayor.
En cuarto lugar –y éste es un tema que quizás no se tiene suficientemente en cuenta– la internacionalización es una vía para aprender de empresas de otros países. Por un lado, de los propios clientes y de los suministradores. La empresa que sale a los mercados internacionales tiene oportunidad de conocer cómo trabajan las empresas de zonas muy diversas del mundo, y puede sacar lecciones provechosas de este conocimiento. Muchas empresas se han iniciado de hecho en la internacionalización a través de la importación. Esa primera actividad internacional les ha permitido contactar con empresas suministradoras extranjeras, y a través de esta relación han aprendido y se han “animado” luego a dar sus primeros pasos en la exportación.
Y, por otro lado, hay también mucho que aprender de los competidores: cómo son sus estrategias, de marketing, de producción, de alianzas locales, en fin, de innumerables aspectos. Incluso en los fracasos, en los contratos perdidos frente a competidores internacionales, se pueden extraer lecciones y aprendizajes que en el futuro pueden contribuir a obtener éxitos.
Hoy en día es corriente escuchar, casi a diario, que la internacionalización es una necesidad irreversible para la empresa. Conviene sin embargo tener claros los motivos por los que hay que internacionalizarse. Crecer es un motivo básico. Pero otro motivo fundamental es que la internacionalización es una vía para ganar competitividad. Entrar en ese círculo virtuoso de internacionalización-competitividad es un camino sólido para la prosperidad de las empresas y de la sociedad en general.