Apenas restan tres semanas del, tan esperado, Consejo Europeo de 18 y 19 de febrero. Esta reunión llega tras varios meses de intensas negociaciones cuyo objetivo principal ha sido lograr un acuerdo que satisfaga las demandas británicas de cara a su permanencia en una Unión Europea reformada. Una permanencia que dependerá, en cualquier caso, del resultado de un referéndum que tendrá lugar como muy tarde a finales de 2017.
Las encuestas apuntan a un resultado muy ajustado entre los partidarios de seguir en la Unión y quienes prefieren que el Reino Unido salga. La balanza puede verse inclinada a favor de unos u otros en función de toda una serie de elementos. En las siguientes líneas vamos a analizar cinco que podrían facilitar el Brexit:
Falta de acuerdo del Reino Unido con sus socios comunitarios
Ya fuera bien por la ausencia de voluntad del equipo liderado por David Cameron o bien por la rigidez de sus 27 contrapartes, no lograr un compromiso haría que el Brexit estuviese a punto de caramelo. Cameron, en este caso, ya avisó de que no le temblaría el pulso a la hora de hacer campaña por la salida del Reino Unido en la Unión Europea, cuestión que, sin duda, tendría un gran impacto en la opinión pública.
Un acuerdo tardío, con negociaciones demasiado largas
El objetivo de Cameron es cerrar un acuerdo en febrero (o marzo como muy tarde), con la idea de llevar a cabo el referéndum antes de las vacaciones estivales. Y si no fuese posible para entonces, la idea es celebrarlo en septiembre. En caso de que las posturas sean difíciles de conciliar y las negociaciones se dilaten en el tiempo, es posible que el referéndum hubiera de celebrarse ya no en 2016, sino en 2017. Esto supondría un problema para el líder británico, quien se encuentra actualmente con toda la legitimidad y fuerza de su victoria electoral de hace apenas unos meses. Por pura lógica de desgaste de su capital político, le resultaría más complicado “vender” el próximo año un eventual acuerdo con el resto de la UE.
Desunión en las filas Tories
Ya sabemos que los conservadores no van a hacer campaña en bloque a favor de la permanencia del Reino Unido en la UE, aunque Cameron logre un acuerdo que satisfaga enteramente sus preferencias. Además, recientemente se ha conocido que el primer ministro ha decidido dar libertad a sus ministros para que hagan campaña a favor o en contra de la permanencia. No obstante, todo esto es asumible y no debería tener una importancia capital a la hora de decidir el voto del electorado británico. Lo que sí podría marcar una diferencia sustancial sería si Theresa May o Boris Johnson (ambos políticos conservadores, aspirantes a suceder a David Cameron) decidiesen unirse a la campaña por la salida. Ello podría movilizar a gran parte de las filas Tories, suponiendo un grave desafío para Cameron. En última instancia, podría incluso provocar que ciudadanos británicos que hoy en día no tienen claro qué votar, acaben viendo en el Brexit un horizonte más deseable.
Debilidad de la campaña por la permanencia
En todo referéndum que se precie, existe la posibilidad entre el statu quo y el cambio. Los partidarios del statu quo, en este caso, favorables a que el Reino Unido se mantenga en una UE reformada, deberán ser capaces de articular una respuesta ilusionante que vaya más allá de la campaña por el miedo de lo que supondría salir de la UE. No lo tendrán fácil. Enfrente se sitúan aquéllos que prefieren la salida británica. Llevan años movilizándose y preparándose para este momento decisivo y juegan la carta de la esperanza por un futuro mejor en el que los británicos no sean perdedores en la globalización. Además, cuentan con mucha financiación y un aparato propagandístico enorme. Mucho tendrá que trabajar la campaña por la permanencia para poder darle la vuelta a la situación.
Estallido de (otra) crisis europea coincidente con el referéndum
La Unión Europea no está en su mejor momento, de eso no cabe duda. A la grave (y todavía no superada) crisis económica le ha sucedido una crisis de refugiados que ha puesto en cuestión la política migratoria de la Unión e incluso la supervivencia del espacio Schengen. Por si fuera poco, comienza 2016 con una nueva crisis para el proyecto comunitario. En este caso, se trata de la crisis con uno de sus Estados miembros más importantes, Polonia, cuyas medidas tras el cambio de gobierno han supuesto la decisión por parte de la Comisión Europea de ponerlo en cuarentena y tomar una medida sin precedentes: iniciar el mecanismo de Estado de Derecho. Indudablemente, este contexto cuestiona el atractivo de la Unión Europea. Una profundización de las crisis ya existentes o el estallido de alguna otra de similar magnitud podrían ayudar al Brexit.
En cualquier caso, conviene ser prudentes en el análisis. Los elementos citados se podrían llegar a dar, pero no tiene por qué. Incluso dándose, no significan automáticamente que los ciudadanos británicos se decanten por la salida de su país de la Unión Europea. Lo que sí queda de manifiesto es que la posibilidad es real, más real que nunca, y que tanto los dirigentes británicos, como sus socios europeos, y, en general, los partidarios de que el Brexit no se produzca, tendrán que poner todo de su parte para convencer a un escéptico electorado de que permanecer en la UE es la mejor opción.