Mientras muchos analistas continúan especulando sobre la crisis de su economía –y algunos, incluso, sobre su próximo colapso- China transforma su modelo productivo. Como parte de esta transformación, China se perfila como una base de innovación avanzada de influencia global, en la que la ciencia y el conocimiento son los determinantes clave.
Hace 15 años, en China había unos 200 centros de innovación y desarrollo de empresas extranjeras. Hoy en día las multinacionales operan unos 1.500 centros de innovación. Se espera que este número aumente en un 20% para 2018.
Estos son algunos de los datos recogidos en un reciente artículo que ha analizado el gran impulso que está recibiendo la innovación en China, titulado “The Next Innovation Opportunity in China”, de Dominique Jolly, Bruce McKern y George S. Yip, tres profesores vinculados a CEIBS (China Europe International Business School), una de las escuelas de negocio más prestigiosas de China –y en cuyo desarrollo España ha tenido una participación destacada.
Según estos autores, las motivaciones por las que las empresas extranjeras han establecido centros de innovación en China han evolucionado por tres fases (ver gráfico). En una primera, el objetivo era aprovechar las ventajas de costes. Después, la motivación principal ha sido adaptar las tecnologías al mercado local; una estrategia especialmente relevante en industrias como el automóvil, la alimentación, los cosméticos y los materiales de construcción, sectores en los que la diferenciación para adaptarlos al mercado local es relevante.
Ahora, muchas multinacionales están cambiando su motivación: “habiendo reconocido el ascenso de China como un líder en la innovación global, están aprovechando la pujante base de conocimiento, ciencia y tecnología del país para desarrollar investigación básica”.
China es desde hace varios años el país del mundo que más patentes registra (más de 800.000 en 2013). En algunos campos, como equipos para telecomunicaciones y paneles fotovoltaicos, es reconocido como uno de los líderes en desarrollo tecnológico.
Las empresas multinacionales buscan ahora con creciente interés aprovechar el amplio número de científicos con que cuenta China. Para ello están estableciendo acuerdos de colaboración con universidades y centros de investigación.
Como señala otro trabajo publicado recientemente, “The China Effect on Global Innovation”, del McKinsey Global Institute, China produce cada año 30.000 doctores en materias científicas y técnicas.
El estudio de McKinsey destaca cómo la innovación es un “imperativo” para la economía china, ya que los dos grandes motores de su crecimiento (la incorporación de nuevos trabajadores y las inversiones masivas en infraestructura, vivienda e industria) están perdiendo fuerza.
“Debido a su envejecimiento, el volumen de mano de obra pronto alcanzará un máximo –quizás tan pronto como 2016- y comenzará a declinar, de forma que podría registrar una disminución de un 16% en 2050. Y los retornos macroeconómicos de la inversión en activos fijos ha caído: se necesita ahora por término medio, para producir una unidad de PIB, un 60% más de capital que en el periodo 1990-2010. La inversión también se ve limitada por la deuda de China, que representa un 282% del PIB”.
El estudio de McKinsey destaca el papel decisivo que está desempeñando el gobierno en este impulso a la innovación, a través de dos vías. Por un lado, apoyando con gasto público a los centros investigación y con subsidios a la demanda local de productos de alta tecnología; y por otro, presionando a las empresas extranjeras para que transfieran tecnología a China (por ejemplo, en energía eólica se impuso la obligación de un 50% de componente local, lo que obligó a muchas empresas extranjeras a establecer joint ventures en China). El gobierno (es decir, el Partido Comunista Chino) ha identificado cara al futuro varias industrias como prioritarias para recibir apoyos públicos, como la energía nuclear, los equipos médicos y los vehículos eléctricos.
Las implicaciones para las empresas globales son importantes. En un artículo anterior en este blog comenté cómo China ha dejado de ser la “gran fábrica del mundo”, y asciende con rapidez en la cadena global de valor. Las empresas cada vez perciben menos a China como una localización para producir con bajos costes. Por contra, las empresas valoran las ventajas que China puede ofrecer para actividades de innovación. Saber aprovechar estas ventajas será un factor fundamental de competitividad para numerosas empresas.
Tres conclusiones rápidas. En primer lugar, el cambio de modelo productivo chino está en marcha. En segundo lugar, al igual que hasta hace poco producir en China, para aprovechar sus bajos costes laborales, fue un factor clave de competitividad, para muchas empresas ahora lo será el aprovechar sus potentes y creciente activos en ciencia e investigación. Finalmente, nuevamente es el gobierno el que desempeña un papel protagonista en la transformación económica, señalando el camino que hay que seguir, y apoyándolo de manera firme con dinero y regulaciones.