China se está convirtiendo de forma imparable en una potencia global en tecnología, contradiciendo la teoría de que los países con regímenes políticos autoritarios están seriamente limitados para la innovación. China ha puesto también en cuestión la efectividad de las supuestas políticas de Estados Unidos y otros países para frenar su avance tecnológico. El mundo debe prepararse para una China que será, que ya empieza a ser, líder global en tecnología.
De las 50 principales unicornios en el mundo, 26 son chinas
El pasado 17 de junio el Financial Times publicaba un artículo con el elocuente título de “China is winning the global tech race”. En él se destacaba cómo de las primeras 50 unicornios (startups con un valor de al menos 1.000 millones de dólares) del mundo, 26 son chinas y 16 estadounidenses. No hay ninguna de Europa.
Por otro lado, más allá de las empresas líderes en el mundo startup, se reconoce que las empresas chinas en general están progresando con gran rapidez en su capacidad de innovación. El pasado 20 de junio se publicó la edición 2018 del Business Confidence Survey que elabora la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China. Se trata de una de las publicaciones más importantes y reconocidas para conocer cómo evoluciona el marco de negocios en China, elaborada sobre la base de una encuesta entre empresas europeas.
Pues bien, según esta última edición del estudio un 61% de las empresas encuestadas señalan que las empresas chinas son igual o más innovadoras que las empresas europeas. La progresión respecto a la anterior edición del estudio es llamativa: la proporción de empresas que expresan esta opinión aumenta en 15 puntos porcentuales respecto a 2017.
La emergencia, aparentemente imparable, de China como potencia tecnológica global fue uno de los temas discutidos en una conferencia sobre el tema (“China’s Economic Growth and Its Impact to the World”) celebrada el pasado 21 de junio en IE Business School, organizada conjuntamente con el China Club, la organización que se ha convertido en los últimos años en una influyente y prestigiosa plataforma de los profesionales chinos en España.
Este ascenso de China como gran potencia tecnológica puede suscitar varias reflexiones.
Autoritarismo político e innovación
En primer lugar, el despegue tecnológico de China cuestiona la teoría de que un país con un régimen político autoritario está seriamente limitado para desarrollar su capacidad de innovación y tecnología.
China ya ha demostrado sobradamente la invalidez de una teoría anterior: que el desarrollo económico terminaría acarreando al cabo de un tiempo la implantación de un sistema político democrático (una idea basada en gran medida en los trabajos seminales del sociólogo estadounidense Seymour Martin Lipset de fines de los años cincuenta, sobre la relación entre modernización y democracia).
Son ya varias décadas en las que China ha estado creciendo económicamente a altas tasas, protagonizando la mayor revolución económica de la historia de la humanidad. Aunque el país se ha suavizado enormemente en lo que se refiere a libertades personales de la población, el poder del Partido Comunista ha permanecido inalterable. Las perspectivas no apuntan a que esto vaya a cambiar en el futuro. Más bien al contrario, en los últimos años estamos asistiendo a un reforzamiento del autoritarismo.
China ha mostrado que desarrollo económico sostenido y capacidad de innovación son compatibles con el mantenimiento de un sistema político autoritario.
En segundo lugar, el imparable avance tecnológico de China parece cuestionar también la efectividad de las supuestas políticas de algunos países, principalmente Estados Unidos, que pretenderían frenar este avance. Algunos analistas consideran que el objetivo de fondo de las políticas proteccionistas de Trump no es tanto lograr una corrección del déficit comercial como frenar el ascenso de China a una posición de liderazgo tecnológico en el mundo, que amenace el liderazgo americano. De ser así, el dinamismo que muestra China pone de relieve las dificultades que tendrá alcanzar ese supuesto objetivo.
Una orientación pilotada por el gobierno
En tercer lugar, un aspecto importante a tener en cuenta es que el avance tecnológico de China se debe en una manera fundamental al impulso de su gobierno (o del Partido Comunista). China es un claro ejemplo de lo que podríamos llamar capitalismo de Estado, es decir, un sistema económico en teoría de mercado pero con un fuerte intervencionismo del gobierno. Este ha establecido unos objetivos claros, en particular en el denominado plan Made in China 2025, en el que el objetivo central es propiciar el ascenso de China en las cadenas tecnológicas de valor de la economía mundial –evitando el riesgo de caer en la denominada “trampa de la renta media”.
El gobierno chino ejerce un firme dirigismo sobre la economía. No sólo a través de la extensa presencia de empresas estatales, sino también el mediante el empleo de subvenciones, créditos favorables, intervenciones informales (como simples instrucciones que son seguidas disciplinadamente por los agentes económicos, incluidos los privados), etc., a través de los que orienta el desarrollo económico por la senda que considera deseable.
Finalmente, el ascenso tecnológico de China evidencia la necesidad de llevar a cabo una reflexión acerca de sus implicaciones, y acerca de las políticas que deben llevar a cabo los países occidentales, y en especial los europeos. ¿Qué consecuencias tiene para la comunidad internacional el ascenso de China a una posición de liderazgo tecnológico? ¿Puede suponer para los países europeos el riesgo de perder el control sobre determinadas tecnologías? ¿Qué políticas se deben adoptar por parte de la Unión Europea frente a las compras de empresas tecnológicas europeas por parte de empresas chinas? ¿Se deben permitir sin trabas estas compras, cuando en China las inversiones de las empresas extranjeras están sometidas a fuertes restricciones?
En fin, éstas son algunas de las cuestiones para el debate. La Unión Europea debe desarrollar una estrategia conjunta, con el fin de tener un poder de negociación y de influencia que sus países individuales, por su cuenta, jamás tendrían.