La 171ª Reunión de la Conferencia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se cerró con una conferencia de prensa en la que su presidente, el ministro de Energía de Qatar Mohammed Bin Saleh al-Sada, comunicó un “éxito” de dimensiones “históricas”: una reducción de 1,2 millones de barriles diarios (mbd) para dejar la producción del cártel en 32,5 mbd (alrededor de una tercera parte de la oferta mundial). No es para menos, pues se trata del primer acuerdo alcanzado por la OPEP para reducir su producción en más de ocho años. El precio del petróleo también registró éxitos históricos con una subida del 10%, y lo mismo ocurrió con la cotización de las empresas petroleras.
La rueda de prensa puso el punto y final a un día cargado de rumores y especulaciones, así como de diferentes interpretaciones de los mismos. Aunque a al-Sada le bailaran las cifras y las fechas en varias ocasiones, siendo convenientemente apostillado por sus compañeros de mesa, la conferencia de prensa resultó clarificadora. Por ejemplo, se dudaba si el ajuste de la producción incluía la suspensión de Indonesia, importador neto y por tanto no interesado en una subida de precios pero productor de unos 0,7 mbd, en cuyo caso la reducción de 1,2 mbd quedaba reducida a la mitad. Indonesia fue incapaz de ajustar 34.000 bd y sólo ofreció 5.000 bd, lo que le costó la expulsión del cártel. Al final quedó claro que el ajuste de la producción se repartía entre los miembros restantes con la triple excepción de Irán, Libia y Nigeria. Al-Sada especificó que se trata de un “ajuste”, no de fijar cuotas ni asignaciones, conceptos de connotaciones más duras en la terminología OPEP, válido para seis meses a partir de enero de 2017 y prorrogable por otros seis.
“En el seno de la OPEP nada es lo que parece y, de hecho, el acuerdo es una victoria de Arabia Saudí”
En términos relativos, el ajuste por países es proporcional (un 4,6% de reducción de la producción), pero en términos absolutos el grueso recae sobre Arabia Saudí, que deberá recortar su producción en casi medio millón de barriles sobre el nivel de referencia (la producción según fuentes secundarias, véase la Figura 1), y sus aliados los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, que conjuntamente recortan casi 300.000 mbd. Pero en el seno de la OPEP nada es lo que parece y, de hecho, el acuerdo es una victoria de Arabia Saudí: no sólo consigue que se alcance la reducción de la producción que buscaba, sino que la distribución del ajuste resulta más favorable a sus intereses geopolíticos de lo que prometían las posiciones iniciales de Irán e Irak.
Irak aparece como uno de los grandes derrotados, al ceder más de 200.000 mbd cuando pretendía seguir aumentando su producción con el argumento de padecer un conflicto abierto contra el Daesh y de haber estado exento de la disciplina OPEP desde la Guerra del Golfo. Irán tampoco consigue su objetivo de alcanzar los 3,975 mbd previos a las sanciones, aunque obtiene como premio de consolación para su capitalización política interna un aumento de 90.000 barriles. De hecho, Irán también especificó que podría aumentar su producción hasta los 3,9 mbd si no alcanzaba esos 90.000 barriles en media. En suma, es cierto que todos ceden y todos ganan algo, pero desde la perspectiva geopolítica el tanteo parece más un 2-0 para Arabia Saudí que un empate en la liga regional. Eso podría obligar a introducir nuevos reajustes, matizaciones y cálculos para alcanzar posiciones más equilibradas.
Más allá de las implicaciones para los equilibrios de poder dentro de la OPEP, es evidente que el acuerdo es una señal muy importante, una clara escalada desde las tenues señales de vida de principios de año y los amagos de septiembre en la reunión extraordinaria de Argel. Ahora cuenta con un acuerdo sobre el reparto de los ajustes entre sus miembros que incluye la creación de un comité para monitorizar su cumplimiento, lo que le otorga una mayor credibilidad dado el historial de incumplimientos acumulados por la organización. Algunos analistas piensan que el impacto del acuerdo debe estimarse en función de su capacidad para elevar los precios del petróleo de manera sostenida por encima de los 55 dólares. La propia Agencia Internacional de la Energía ha alertado de los riesgos de abruptas alzas de precio a medio plazo por la baja inversión en el sector. Otros consideran que el verdadero éxito consistiría en conseguir evitar que vuelva por debajo de los 40 dólares.
Por tanto, no es para menos, pero hay quien piensa que tal vez tampoco sea para tanto. Además de las dudas sobre la supervisión de los ajustes y la aplicación estricta de los mismos, queda por ver qué ocurrirá con Libia y Nigeria, exentos de ajuste alguno (al menos para los primeros seis meses). La volatilidad en la producción de ambos países en los últimos meses ha sido muy acusada. Una mínima estabilización de la situación de seguridad en Libia podría favorecer aumentos rápidos de sus exportaciones, mientras que, a la inversa, un mayor deterioro difícilmente podría reducir simétricamente una producción ya muy afectada. En el caso de Nigeria, si los Vengadores del Delta del Níger dieran cierta tregua al gobierno las exportaciones también podrían aumentar de manera importante. En la misma línea, Ecuador ha matizado que se ajustará gradualmente.
Finalmente, para que a la OPEP le cuadren las cuentas y los precios suban de manera significativa debe contar con la colaboración de Rusia. También a este respecto se sucedieron los rumores, las insinuaciones y los desmentidos durante toda la reunión. Primero se filtró una reducción por parte de Rusia de 0,4 mbd, algo que de inmediato las fuentes rusas consideraron excesivo, y que al-Sada redujo a 0,3 mbd. También insistió sobre la necesidad de que la OPEP asegure el cumplimiento de los ajustes, lo que aumenta la presión sobre el comité de monitorización.
Está por ver qué cede finalmente Rusia. Los mal pensados argumentan que no sólo está produciendo en niveles récord sino que además ha acelerado el ritmo en los últimos meses y venderá caro cualquier ajuste tras semejante esfuerzo. Los peor pensados aducen que precisamente por ello está ahora en condiciones de hacer un signo conciliatorio con la OPEP ajustando su producción. Los rumores de que Rusia ha tenido un papel clave en contentar a Irán con un aumento de producción casi testimonial en relación a sus aspiraciones refuerzan la viabilidad de un futuro acuerdo: sería difícil de entender que tras convencer a Irán se desvinculasen de sus supuestos compromisos. Pero también puede hacerse la interpretación contraria: Rusia ya se habría apuntado en su haber dicho esfuerzo diplomático, lo que en la contabilidad de la petro-política se reflejaría en su capacidad para negociar un menor ajuste en su producción. En todo caso, y pese al acoso a que los periodistas sometieron a los comparecientes en la rueda de prensa, no quedó claro si el acuerdo alcanzado por la OPEP de ajustar la producción queda condicionado al ulterior acuerdo de ésta con Rusia: si sí, si no, o si en menor medida (por ejemplo, un menor ajuste por parte de la OPEP en caso de no alcanzarse un acuerdo con Rusia).
“Lo que sí resulta evidente es que quienes más ganan sin haber cedido nada en absoluto son los productores estadounidenses de fracking, y también otros exportadores”
Lo que sí resulta evidente es que quienes más ganan sin haber cedido nada en absoluto son los productores estadounidenses de fracking, y también otros exportadores como México, Brasil y Colombia, por citar a los tres principales suministradores de petróleo de España en el último año según CORES (exceptuando la OPEP y Rusia). Esta es la cuestión fundamental, sobre todo en lo que respecta a la producción de EEUU: precios superiores a los 55 dólares, por usar un nivel recurrente entre los analistas, espolearían el fracking estadounidense poniendo un techo a las expectativas de precios. Para la OPEP, a medio y largo plazo, el vaso medio lleno puede estar menos en escalar las cumbres que se abren a partir de los 55 dólares que en evitar el abismo de otra crisis de los 40 (dólares, años ya ha cumplido 57).
Aunque sólo fuera en este sentido, y con independencia del fuerte impacto a corto plazo sobre el precio del petróleo, la 171ª Reunión de la Conferencia de la OPEP constituye sin duda un éxito histórico. Próxima parada de la procesión de reuniones, comités y ruedas de prensa el 9 de diciembre entre la OPEP y Rusia, cuando se podrán empezar a despejar las dudas acerca de la participación rusa en el ajuste y sus consecuencias precisas sobre los precios a medio plazo. Desde la perspectiva de los consumidores (países, empresas e individuos), parece razonable empezar a interiorizar que precios del petróleo tan bajos como los de años pasados no pueden durar siempre. Las políticas económicas, las estrategias empresariales y los consumidores individuales pueden tener que empezar a introducir fechas y cifras nuevas en sus agendas y hojas de cálculo. Ése es al menos el mensaje que parece haber querido mandarnos la OPEP.