La decisión de enviar o no carros Leopard a Ucrania ha dividido a los miembros del Grupo de Contacto que suministran armamento a sus Fuerzas Armadas. Mientras países como el Reino Unido, Polonia y Finlandia creen que su envío permitirá a éstas recuperar su capacidad ofensiva, otros no creen que sea oportuno hacerlo. Aun así, han aceptado su envío y sólo su efecto sobre el campo de batalla decidirá si han sido una solución o van a ser un problema.
Finalmente, y tras un complicado proceso de decisiones, los países que apoyan a Ucrania han aceptado el envío de carros de combate. Ha sido una decisión grave cuya responsabilidad han asumido personalmente los líderes políticos implicados: Biden, Scholz, Duda, Niinisto o Sunak, y no sus ministros de Defensa porque la decisión tiene implicaciones que van más allá de los aspectos militares en los que se ha centrado el seguimiento de los medios de comunicación: la cantidad, calidad, coste y fechas de envío de los carros solicitados. La decisión puede tener consecuencias no deseadas sobre el futuro de la guerra y los gobiernos han tenido que evaluar los riesgos de enviarlos y los de no hacerlo, porque asumirán la responsabilidad y el coste político de su decisión.
Todos los países del Grupo de Contacto mantienen su apoyo a las Fuerzas Armadas ucranianas y acuerdan colectivamente qué deben suministrar y qué no. Hasta ahora se rechazaba el envío de carros de combate por su carácter ofensivo, una categoría acuñada en el Tratado sobre Armas Convencionales en Europa para rebajar el nivel de violencia de la Guerra Fría y que los carros de combate comparten con los aviones de combate, los helicópteros de ataque y la artillería pesada. Sin embargo, algunos países como el Reino Unido, Polonia o Finlandia creen o desean que los carros permitirán a Ucrania recuperar el momento ofensivo que ha perdido en las últimas semanas y han forzado una ruptura del consenso. El resto no comparte la oportunidad de su envío, pero no han querido regalar a Rusia una división entre ellos y han aceptado –con timidez y cuentagotas– saltar la línea roja entre las armas defensivas y las ofensivas.
El suministro de armas defensivas ya ha experimentado un crecimiento progresivo de la cantidad, calidad, letalidad, alcance y diversidad del equipo enviado, por lo que es de esperar que lo mismo ocurra con las segundas y que, tarde o temprano, se solicite el envío de más carros, más equipos de acompañamiento y nuevas armas ofensivas. Los miembros del Grupo de Contacto han proporcionado medios defensivos a las Fuerzas Armadas ucranianas para facilitar la defensa de Kyiv, la contención de la ofensiva rusa e, incluso, la contraofensiva de otoño en el este y sur del país. Pero si los carros que van a enviar no consiguen el efecto rompedor que se pretende, el Grupo de Contacto se vería en la necesidad de aumentar su apuesta, enviar más carros y los medios que evitaran un nuevo fracaso.
Los miembros del Grupo de Contacto han ido traspasando las líneas rojas que ellos mismo se han impuesto y aunque eviten cruzarlas en solitario, para no ser los primeros en hacerlo, todos asumen la misma responsabilidad por las consecuencias. Por eso corresponde a sus líderes políticos explicar las razones por las que se adoptan las decisiones y los riesgos que se asumen o se evitan al hacerlo. Y dadas las divergencias observadas entre ellos, es de esperar que estas puedan replicarse entre las coaliciones, los parlamentos y las sociedades que representan, por lo que deben esperar que se incremente el escrutinio político y social sobre las armas que acaban de suministrar.
Una vez tomada la decisión, habrá que estar atentos a su efecto en el campo de batalla. La cantidad de carros a suministrar parece rondar la centena, una cantidad insuficiente para aumentar significativamente la capacidad ofensiva ucraniana a corto plazo. Además, tampoco se sabe cuándo podrán intervenir en las operaciones, porque se precisa tiempo para adiestrar las tripulaciones y unidades de carros, dotar a estas de los medios de apoyo que los acompañan y organizar la cadena logística que garantice el mantenimiento y la sostenibilidad de las mismas. Aunque las Fuerzas Armadas ucranianas están demostrando su habilidad para acelerar todos los procesos de adiestramiento, los carros tardarán varios meses antes de entrar en eficacia. El empleo de las unidades acorazadas y mecanizadas es muy exigente en cualquiera de los niveles táctico, operacional y estratégico en los que se emplee y muy vulnerable a los modernos medios de defensa contra carro, tal y como han sufrido las unidades rusas a pesar de contar con más cantidad y calidad en sus carros y un mayor nivel de adiestramiento de sus unidades.
En las condiciones descritas, no parece que los carros enviados vayan a tener el efecto rompedor que esperaban sus mentores. Y si no lo tienen, es de esperar que Ucrania demande más armas ofensivas para volver a intentarlo, por lo que los miembros del Grupo de Contacto se verán obligados a forjar un nuevo consenso. A la hora de hacerlo, los líderes políticos de entonces se encontrarán un ambiente político y social menos favorable al suministro de armamento ofensivo a Ucrania que el actual, porque aumentarán las dudas sobre su utilidad para desalojar a Rusia de los territorios ocupados y disminuirán las líneas rojas que les quedan por sobrepasar. En resumen, el envío de los carros Leopard tiene pocas posibilidades de ser una solución para el conflicto armado en Ucrania y, si no lo es, tiene bastantes posibilidades de convertirse en un problema adicional.
Tribunas Elcano
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Imagen: Tanque Leopard 2PL. Foto: Silar (CC BY-SA 4.0 /Wikimedia Commons).