Con 20 precandidatos, seis moderadores y en dos noches se ha celebrado la primera ronda de debates del partido demócrata en busca del rival que se enfrentará a Donald Trump en el 2020. Destacó la diversidad de los aspirantes: seis mujeres, cinco personas de color, un miembro de la comunidad LGBTQ, y una edad entre 37 y 77 años. Con un segundo debate con cuatro de los cinco favoritos en el estrado y más bronco que el primero, poco se puede decir aún sobre quién ganará las primarias que comienzan dentro de siete meses en Iowa. Aunque ya hay una primera víctima: Eric Swalwell ha sido el primero en apartarse de las primarias tras las escasas posibilidades de su candidatura. Pero ¿cuáles son los titulares tras estas dos noches?
- Fuego contra Joe Biden. El segundo debate fue una mala noche para Biden a pesar de ir encabezando las encuestas. Le arrebataron la figura de unidad dentro del partido y las críticas contra él reflejaron un deseo de jubilar el legado de Obama y dejar paso a algo nuevo. El ex vicepresidente de EEUU sabía además que iban a por él, y a pesar de ello no fue todo lo bien preparado que se esperaba. Sawlwell le recordó que “pasara el testigo” a los jóvenes del partido tal y cómo él mismo pidió cuando era candidato en 1987; Gillibrand le echó en cara que no se puede confiar en él en el tema del aborto; y Harris le criticó su oposición al programa busing de los años setenta, una iniciativa que buscaba la integración de los jóvenes negros llevándoles a escuelas fuera de sus barrios. Tras haber esquivado los ataques de los rivales, Biden no pudo con Harris y el tema racial. Ella habló con emoción, él se puso a la defensiva. Además, en dos ocasiones él mismo cortó su discurso porque “ mi tiempo se ha acabado”, frase que algunos han querido ver como una señal sobre su futuro.
- Dos debates, dos mujeres. Elisabeth Warren fue quien marcó las pautas del primer debate, sobre todo en la primera parte, y con permiso de un brillante Julián Castro que fue quien más hizo por presentarse al público. Warren demostró confianza, conocimiento y preparación a pesar de ser la que más podía perder por estar arriba en las encuestas, pero ni se tropezó ni recibió ataques directos de sus rivales. Dejó claro su marco ideológico, habló de grandes cambios estructurales en la economía y expuso políticas concretas apelando tanto a la clase media blanca trabajadora – olvidada por los demócratas – hasta los jóvenes. En el segundo debate, el protagonismo se había dado de antemano al gran contraste ideológico entre Sanders y Biden – revolución versus pequeños cambios – pero fue Kamala Harris quien tuvo la mejor actuación, en este caso con permiso de Pete Buttigieg, que desbancó a Biden en su papel de figura de unidad del partido. Harris articuló sus posiciones en relación a la inmigración, la justicia racial y el énfasis en el tema de género, una voz progresista que busca grandes cambios pero no al estilo de Warren. Habló con emoción y pasión y a diferencia de Biden llegó muy preparada, sin dejar nada al azar. Fue capaz de mostrarse progresista sin que la etiquetaran de socialista, de estar de acuerdo con algunas ideas de Sanders pero al margen de su ideología, y utilizar toda su experiencia como fiscal a su favor.
- Cambio generacional. Con las palabras de Sawlwell a Biden pidiéndole “pasar el testigo” (pass the torch) a los jóvenes del Partido Demócrata el relevo generacional salió a colación. El hambre por un cambio de guardia quedó patente además con la importancia que se dio a aquellos asuntos que más preocupan a los votantes más jóvenes, como la deuda estudiantil, las violencia de la armas, el cambio climático, y el tema LGBTQ.
- Lo importante es la salud. El futuro del sistema de salud de EEUU fue el tema estrella de los dos debates y, al mismo tiempo, el asunto que más divide y tensa a los demócratas. La mayoría se ha posicionado más a la izquierda de la administración Obama mostrándose de acuerdo con el “medicare for all”. La cobertura médica para todos toma fuerza, como derecho y no como privilegio como ha repetido Bernie Sanders de forma constante desde la última campaña presidencial. Pero Sanders aboga porque haya un único pagador – el estado federal – y por la desaparición de los sistemas privados, algo que la mayoría no apoya.
- Ningún plan claro sobre inmigración. Todos los precandidatos estuvieron de acuerdo en que la última tragedia en la frontera con México, con la trágica foto de un padre y una hija boca abajo en Río Bravo, fue la consecuencia de las erróneas políticas migratorias de Trump. Pero solo Julián Castro parecía tener un plan claro para abordar tan delicado asunto y se enfrentó a O’Rourke por la criminalización de los ilegales indocumentados que cruzan la frontera, saliendo vencedor. Tampoco fue una buena noche para el candidato de Texas a pesar de las expectativas generados tras las midterms.
- El terrorismo desaparece. Al final del primer debate, se pidió a los candidatos que identificaran las grandes amenazas geopolíticas a las que se enfrenta EEUU. Algunos citaron el cambio climático o China, las tensiones con Rusia e Irán e incluso al propio Donald Trump como principal fuente de amenaza. Sin embargo, no se mencionó la guerra contra el terrorismo a pesar de que ha dominado la política exterior y de defensa de EEUU de las últimos dos décadas y de que los demócratas tiene entre sus candidatos a la primera generación de veteranos post 11-S– Buttigieg, Tulsi Gabbard y Seth Moulton (éste último no pasó la criba del Comité Nacional Demócrata y quedó fuera de los debates) -. Incluso a pesar de que los moderadores preguntaron sobre dos militares muertos en Afganistán recientemente las respuestas fueron vagas. Gabbard y Ryan discutieron sobre el compromiso de EEUU en Afganistán, pero parecían desconectados de la actual política exterior y de las preocupaciones de seguridad nacional. Es aún una incógnita cómo los demócratas articularán su visión de seguridad nacional.
- El protagonismo de Trump. El actual presidente de EEUU estuvo casi ausente del primer debate pero creció su protagonismo en el segundo. Quizás fuera un cambio de estrategia que quería reflejar el deseo de muchos votantes demócratas que quieren que se priorice la habilidad del candidato para derrotar a Trump. Quizás por ello – y por la polarización que en parte ha impulsado Trump desde la Casa Blanca- ha habido más interés que nunca por las precandidaturas. Más de 18 millones de espectadores estuvieron pendientes en la segunda noche demócrata – y 15 millones de la primera – la mayor audiencia en la historia del Partido Demócrata en un debate de este tipo.
- El centro de gravedad se mueve hacia la izquierda. La mayoría de los candidatos parecían ansiosos por demostrar que ellos eran más progresista que el resto en cuanto a la reforma de la sanidad, la libertad reproductiva y el aborto, y la inmigración, entre otros asuntos. Un posicionamiento que puede funcionar en las primarias, donde las posiciones suelen ser más extremas, pero con el que hay que tener cuidado en las generales, donde se tiene que pensar en la mayoría y en el país. No hay que olvidar que 35% de los estadounidenses se consideran conservadores, el 35% moderados, y el 26% liberales. ¿Podrá ganar ese 26%? Quedó claro que por ahora los demócratas no están pensando en términos estratégicos.
- Se habla español. Beto O’Rourke abrió su intervención hablando en español tratando de responder una pregunta de los moderadores sobre las tasas impositivas, que finalmente no contestó. Booker también mostró sus habilidades en español cuando el debate se dirigió hacia la inmigración y Castro acabó su intervención con un “adiós” a Trump. Si la importancia del voto latino para los demócratas estaba en duda ahora lo está menos. Por cierto, en la Casa Blanca, el director de comunicaciones para la campaña de reelección del presidente Donald Trump, Tim Murtaugh, ha anunciado la presentación de una versión en español página del portal de la campaña.
Aún a pesar de la numerosas dudas e incógnitas sobre lo que va a pasar, la sugerencia implícita y explícita de esta primera ronda es que es el momento para el partido de ir más allá de Biden y el legado de Obama, y de Sanders. La visión del ex presidente no llega a imponerse, una visión moderada que no parece que vaya a ser lo suficientemente persuasiva para los demócratas, mientras que Warren y Harris han desplazado a Sanders en la batalla por ser el rival más progresista. El próximo 30 y 31 de julio se volverán a ver las caras en Detroit.