Se celebra este año el 150 aniversario de lo que se considera el nacimiento de Canadá como país, mediante la creación del Dominio de Canadá el 1 de julio de 1867. Frente a las tendencias al nacionalismo y el populismo, la oposición a la inmigración y el rechazo a los refugiados o la defensa del proteccionismo en comercio exterior –tendencias que se encuentran en auge en Estados Unidos desde la llegada a la presidencia de Trump (así como en otros países)–, Canadá se ha reafirmado con Justin Trudeau como primer ministro en líneas radicalmente opuestas: ha acogido con apoyo popular a refugiados sirios, mantiene una actitud favorable hacia la inmigración y el multiculturalismo, defiende la globalización y el libre comercio.
Cuatro elementos clave permiten en mi opinión comprender Canadá, su sociedad, su papel en el mundo como una referencia a tener en cuenta.
1- El multiculturalismo
Es quizás el elemento más definitorio de la identidad canadiense. Frente a la idea del crisol o “melting pot”, en la que las diferentes culturas se fusionarían en una cultura única, en Canadá se ha asumido la idea del “mosaico”: muchas piezas diferentes, cada una con sus características, pero que están unidas en un único conjunto.
Según el multiculturalismo, la armonía social no se consigue intentando unificar al máximo las costumbres y la cultura de los habitantes de un país –en especial de un país que es en esencia un país de inmigrantes, como es Canadá. La armonía se refuerza, más bien, permitiendo que las personas conserven su identidad de origen, sus costumbres y sus tradiciones, permitiendo que se puedan conciliar las dos identidades: la “nueva” y la de origen.
Eso no implica “relativismo cultural”, como denuncian los críticos del multiculturalismo. Muchos críticos han descalificado el multiculturalismo como una filosofía que postula el reconocimiento de cualquier práctica que pertenezca a una determinada cultura o religión. En su versión más extrema, esta crítica alega que el multiculturalismo, por ejemplo, ampara la mutilación genital en las mujeres, la poligamia o los matrimonios arreglados.
La vinculación mecánica, que muchos hacen, entre multiculturalismo y relativismo cultural es errónea. El multiculturalismo tiene una doble vertiente: por un lado, la aceptación y el respeto de la diversidad; pero, por otro, y esta vertiente es también esencial, la aceptación de unos valores comunes, valores a los que está supeditada la diversidad. La igualdad de las personas (de los sexos, de las razas), la democracia, el imperio de la ley, los derechos humanos, son algunos de estos valores.
2- Una actitud favorable hacia la inmigración
En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, en Canadá existe una actitud favorable hacia la inmigración. Las ventajas económicas de la inmigración son reconocidas de forma mayoritaria. Según una reciente encuesta, un 62% de los canadienses están en desacuerdo con la afirmación de que “los niveles de inmigración son muy altos”. Y un 78% opinan que “el impacto económico de la inmigración es positivo”.
Esta actitud positiva hacia la inmigración se apoya en una política de inmigración muy selectiva, orientada a favorecer el crecimiento económico del país. Gracias a su situación geográfica –rodeada por océanos al norte, este y oeste, y por Estados Unidos al sur–, Canadá apenas tiene inmigración irregular. Para la selección de inmigrantes aplica la conocida política de puntos que favorece la llegada de inmigrantes con alta cualificación, conocimientos de idiomas, etc.
Así, a principios de esta década los inmigrantes representaban el 24,6% de la población del país de 25 a 64 años, pero representaban el 34,3% de la población de esta edad que tenía un grado universitario. Cerca de los dos tercios de los inmigrantes adultos (exactamente un 65%) tienen estudios superiores, seis puntos más que los ciudadanos nacidos en Canadá.
Aproximadamente el 50 % de los graduados en estudios de ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas e informática que hay en Canadá son inmigrantes. Es decir, el nivel educativo de los inmigrantes está sensiblemente por encima de la media nacional.
Además, más de la mitad de los inmigrantes con educación superior realizaron sus estudios en su país de origen; es decir, llegaron a Canadá formados.
3- El federalismo
El grado de descentralización que existe en Canadá es muy grande. Las provincias canadienses tienen una autonomía, por ejemplo, sensiblemente superior a la de las comunidades autónomas españolas. Esto ha sido una fuente de problemas económicos por la limitación que supone a la unidad de mercado, tanto para empresas canadienses de una provincia en operaciones de exportación o concursos en otras provincias, como para empresas extranjeras, que chocan a veces con actuaciones o legislaciones provinciales que contradicen las normas sobre el comercio internacional.
Como muestra de este grado de autonomía, basta señalar que en 2006 dos provincias, British Columbia y Alberta, firmaron un acuerdo de libre comercio entre ellas, el TILMA (Trade, Investment and Labour Mobility Ageement). El pasado 1 de julio entró en vigor un nuevo acuerdo, el Canadian Free Trade Agreement (CFTA), con el objetivo de reducir las barreras interprovinciales al comercio, las inversiones y la movilidad de trabajadores.
La autonomía de las provincias fue uno de los obstáculos con los que tropezó la negociación del acuerdo CETA con la Unión Europea. Es de esperar que cuando el acuerdo entre en vigor no surjan dificultades para su aplicación en algunas provincias.
4- Canadá como referencia global
Canadá ha logrado convertirse en una referencia global, un modelo de sociedad admirado en el mundo y que sirve de inspiración en diversos aspectos. Canadá ha tenido en este sentido una gran habilidad para desarrollar el marketing de su imagen país.
Por ejemplo, según una reciente encuesta de Ipsos, Canadá es el país del mundo que tiene una influencia más positiva sobre los asuntos mundiales (seguido de Australia y Alemania). Igualmente, Canadá es el país del mundo con mejor reputación del mundo según el estudio Country RepTrak.
Esta posición de Canadá se basa en varios factores. Por un lado, el éxito del país en la integración de ciudadanos de orígenes tan diversos, así como su actitud receptiva hacia los refugiados (que se pone aún más de relieve en comparación con Estados Unidos).
Por otro lado, la política exterior canadiense ha sido desde hace tiempo una política comprometida y leal con sus aliados, pero ha mantenido una postura independiente cuando lo ha considerado oportuno.
Canadá ha participado activamente en misiones de paz, aboga por una política activa en la lucha contra el cambio climático, ha mantenido una actitud receptiva hacia los refugiados sirios (de los que ha acogido hasta ahora unos 40.000).
Canadá no participó en la invasión de Irak. Sí envió tropas en cambio a Afganistán, en donde sufrió un elevado número de bajas.
Sin duda habría muchos otros aspectos que mencionar para caracterizar Canadá: pero los cuatro factores mencionados –multiculturalismo, visión positiva de la inmigración, federalismo y su carácter de referencia global– creo que son especialmente importantes.