La “victoria” de Mitt Romney sobre Barack Obama en el primer debate presidencial ha multiplicado las esperanzas de los republicanos de cara a las elecciones del 6 de noviembre. Pero para que eso ocurra, una parte de la estrategia de Romney tiene que estar centrada en arremeter contra la política exterior del actual presidente.
Los republicanos deben convencer al electorado de que sabrán abordar con firmeza los retos a los que no ha sabido o no ha querido enfrentarse el presidente. Y si hace cuatro años los demócratas presumían de que Obama transformaría el mundo, ahora son ellos los que lo van a intentar. Los demócratas por su parte seguirán sugiriendo que Romney significa la vuelta a las políticas de George W. Bush, aunque en algunos aspectos sea el propio Obama el que tenga parecidos con su predecesor: Gitmo sigue abierta, Afganistán parece no acabar nunca y los ataques con drones se han multiplicado.
Romney ha pasado a la ofensiva después de unos malos comienzos marcados por la inicial ausencia de los asuntos internacionales en su campaña, la precipitada y torpe intervención tras las primeras noticias de los asaltos a las embajadas norteamericanas el mes pasado, y la filtración de un desafortunado vídeo para un potencial líder mundial. El primer paso ha sido la publicación, el 30 de septiembre, de un artículo en el Wall Street Journal, tres días antes del primer debate. En él el candidato republicano apuesta por una nueva estrategia para Oriente Medio, diferente a la de su contrincante al que acusa de poner a EEUU a merced de lo que acontece en la región en vez de participar activamente, y poniendo por tanto en riesgo la propia seguridad de América.
Una nueva estrategia cuyo primer paso, señala, sería comprender cómo EEUU ha llegado a esta situación. Según Romney, el “líder del mundo libre” no puede quedarse a un lado ante las inestabilidades en el mundo y cuyas expectativas son todavía aún menos desalentadoras. Culpa a Obama de intentar paralizar el liderazgo Americano, desde el ámbito económico hasta el de la defensa, cuyo presupuesto está sufriendo unos drásticos recortes. También de no hacer el uso adecuado y malinterpretar los valores del pueblo americano, y por pensar que mostrándose débil gana puntos frente a los enemigos de EEUU. Por ello Romney apuesta por empezar a recuperar la fortaleza económica del país, la fortaleza militar y la fortaleza de los valores.
Que Oriente Medio es una de las prioridades de Romney quedó también patente en el discurso de ayer en el Instituto Militar de Virginia, su primera gran intervención en materia de política exterior de la campaña. Protagonismo que compartió con la promesa de la recuperación del esfuerzo en defensa y con Israel, que vuelve a tener un papel central en este juego tras limitarse a ser uno de los varios aliados en la región con Barack Obama y no el gran aliado.
Romney está además utilizando a su favor un asunto que está complicando a la administración Obama: los detalles que están saliendo a la luz sobre las discordancias y los errores entre varias agencia federales a la hora de responder al ataque contra el consulado norteamericano en Bengasi, en el que murió el embajador norteamericano. La Casa Blanca está sufriendo una gran presión política al estar acusada de preocuparse sólo de la relección del presidente, cuestionándose su honradez en los primeros comunicados oficiales tras el ataque en los que se descartaba la implicación de grupos organizados.
Parece que a partir de ahora los republicanos van a impedir que los demócratas sean los únicos guardianes de la seguridad nacional, al menos de cara a las elecciones.