El 14 de abril el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) publicaba en la web el informe del francés Jean-Paul Jacqué quien, en su condición de jurista independiente de reconocido prestigio, había sido elegido el pasado 10 de noviembre por la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, para investigar las alegaciones de corrupción en el seno de la Misión EULEX que habían salido a la luz en el diario kosovar Koha Ditore.
Dicha Misión, cuyo mandato se enmarca dentro de la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, tiene como objetivo principal luchar contra la corrupción en Kosovo y ayudar a la consolidación del Estado de Derecho. Comenzó su andadura en 2008 con un mandato de dos años pero, al no lograr completar sus objetivos, amplió su estancia en Kosovo en 2010, 2012 y 2014, siendo actualmente 2016 la fecha de finalización del mandato. No obstante, por el momento no existe indicio alguno de que la citada fecha de conclusión de la Misión sea realista y, por tanto, parece claro que EULEX no dejará Kosovo en 2016.
Ello es particularmente preocupante, ya que si algo no se buscaba cuando se ideó EULEX era la institucionalización de la misma, sino una acción inmediata y drástica en materia policial, judicial y de aduanas con objeto de ayudar a articular unas estructuras de Estado que permitiesen una lucha efectiva contra la corrupción. Sin embargo, la misma sombra de la corrupción lleva planeando sobre EULEX desde 2012. Ya por aquel entonces, la fiscal Maria Bamieh había cargado contra el juez Florence Florit por haber recibido supuestamente 300.000 euros en contraprestación por la absolución de tres acusados por asesinato. Bamieh, que también acusó al fiscal Jonathan Ratel por obstruir investigaciones de corrupción, fue señalada como la responsable de las filtraciones al diario y, en consecuencia, como medida preventiva, fue suspendida.
El informe Jacqué, que ha aparecido publicado con más de un mes de retraso (el mandato que le otorgaba Mogherini era por un período de cuatro meses), rechaza por falta de indicios suficientes que existiera un encubrimiento de la corrupción en el seno de EULEX. No obstante, reconoce que la Misión tiene problemas endémicos y apunta que los errores tienen como origen una mala gestión y una pésima comunicación, concluyendo que es absolutamente imprescindible reformarla si lo que se pretende es su continuidad (cuestión que el jurista francés considera necesaria, argumentando que Kosovo sigue en la actualidad sin poder valerse por sí misma en los ámbitos donde EULEX tiene sus objetivos prioritarios).
En particular, Jacqué considera que la Misión tiene un margen amplio de reforma en el ámbito de la comunicación. En este sentido, la desidia mostrada internamente desde EULEX por investigar las denuncias existentes en su seno y la opacidad posterior a la hora de comunicar, han ayudado a crear una sensación de que había algo que ocultar. Ejemplo de dicha opacidad es lo que sucedió en 2013, cuando Bernd Borchardt, el por aquel entonces jefe de la Misión, y Hansjörg Haber, quien dirigía la Capacidad Civil de Planeamiento y Ejecución (CPCC) –el órgano encargado de planificar y actuar en las misiones civiles dentro de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD)–, decidieron crear un grupo especial para investigar la corrupción interna. Esta iniciativa nunca se comunicó ni a Bruselas ni a Pristina, creando una situación de incertidumbre que fomentó la sensación de encubrimiento en el seno de EULEX.
A lo largo de los últimos años, una retórica triunfalista y alejada de la realidad acerca del papel de EULEX ha sido la dominante entre quienes apoyan la labor de la Misión. Muy al contrario, este triunfalismo no se ajusta a lo que ha venido sucediendo sobre el terreno. Un ejemplo muy claro de ello es el retroceso en el ranking de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional, según el cual Kosovo se sitúa en una pésima posición 110 en 2014, descendiendo cinco posiciones desde 2012. Jacqué apunta también que es cierto que a pesar de su ambicioso objetivo, la realidad es que por sí misma EULEX nunca podría haber erradicado el mal sistémico de la corrupción en Kosovo. Ello no obsta para que los resultados de la lucha contra las prácticas corruptas pudieran haber sido más satisfactorios de lo que lo han sido, al menos hasta la fecha.
En cualquier caso, la grave crisis ocasionada por las filtraciones a la que se enfrenta EULEX y que ha llevado a la decisión de la alta representante a promover una investigación en profundidad, ha servido para que al fin hoy la UE cuente con un informe que habla alto y claro de las deficiencias que ha habido en torno a la misión europea más ambiciosa hasta la fecha dentro de la PCSD. Sus objetivos principales no se han cumplido en los ya siete años de existencia, ensombreciéndose los avances logrados y dañándose su prestigio por las acusaciones de corrupción, con lo que incluso se ha puesto en riesgo su presencia en la zona.
Parece evidente que la UE se vuelve a encontrar en una encrucijada; en esta ocasión, a causa de una importante misión en el exterior. Dicho esto, solo podrá salir de la misma si es capaz de reinventar EULEX y volver a ganar así credibilidad, asignando de una forma más adecuada los recursos de que dispone, mejorando su comunicación externa con prensa local e internacional, profundizando en los procedimientos internos de investigación y rendición de cuentas, fortaleciendo la independencia del sistema judicial y acelerando la transferencia de capacidades a las autoridades locales siempre que sea posible, alejándose de esta forma de una permanencia indefinida en Kosovo.