Una gran revolución de los últimos lustros ha sido la erupción de una significativa clase media global. Entre los destrozos que está provocando la pandemia del COVID-19, uno de los mayores es su caída y el crecimiento del número de pobres, en todo el planeta salvo en China. Tras una década de progreso en ambos frentes, respecto a las previsiones para 2020 la clase media global se ha encogido en 54 millones de personas, a lo que sumar la reducción de la clase media alta y de los más ricos, según un análisis del Centro Pew. Y sin visos de que se recupere, sino más bien de que se estanque. El país más afectado ha sido la India, que ha supuesto un 60% de este tropezón social, perdiendo una tercera parte de su clase media (que de 99 millones ha pasado a 66 millones). Pero incluso las economías desarrolladas están sufriendo esta merma que puede tener consecuencias sociales y políticas, con un impacto negativo en el consumo global e impulsando el ascenso de los populismos y autoritarismos identitarios.
Empecemos por las definiciones que usa Pew de acuerdo con otros centros y organizaciones internacionales pues los datos que usa el estudio están basados en los del Banco Mundial. Se centran en los ingresos diarios o anuales, aunque puede haber otros factores como el tipo de educación, empleo, propiedad de vivienda, etc… Clase media supone vivir con 10 a 20 dólares de ingresos al día, o de 14.600 a 29.200 dólares al año para una familia de cuatro; clase media alta de 20 a 50 dólares al día. Los ingresos más altos parten de 50 dólares al día. Los pobres se definen por vivir con menos de dos dólares al día o 2.920 dólares anuales para una familia de cuatro.
Antes del COVID-19 se calculaba que esa clase media global, que está o estaba cambiando el mundo, había pasado entre 2011 y 2019 de 899 millones a 1.380 millones de personas (de una población global de más de 7.700 millones). En 2020 (las cifras serían mayores ahora pues la pandemia ha seguido en 2021) hay 54 millones menos de personas en esa clase media, 36 millones menos entre los de ingresos medio-altos y 62 millones menos de ingresos altos. La gran parte de los más ricos viven en economías desarrolladas –489 millones de 593 millones– y entre ellos son numerosos los que caen a escalones inferiores, con lo que la verdadera pérdida es aún mayor. El número de pobres, tras una década de éxito en la reducción de la pobreza, con unos 49 millones de personas saliendo de esa situación al año, ha aumentado en 2020 en 131 millones debido a la recesión, hasta 803 millones o un 10,4%, afectando especialmente al Sureste asiático y al África Subsahariana, cuando las proyecciones indicaban que habrían bajado a un 8,7% sin la pandemia.
China es la única economía grande que en el conjunto del pasado año no sufrió una recesión, y en este primer semestre de 2021 ha experimentado un crecimiento espectacular. Pew calcula que el número de chinos de ingreso medio se ha reducido en 10 millones –y ya eran 504 millones antes de la pandemia–, y 30 millones de personas han ingresado en las filas de los ingresos bajos (de 2 a 10 dólares diarios). Los niveles de pobreza no han empeorado. En China ya hay más gente entre la clase media y media-alta global que en la pobreza y media-baja. Puede explicar algunas cosas del comportamiento asertivo del régimen chino y de su apoyo real.
Lo peor es que las perspectivas de mejora de esta clase media global no son buenas. El estudio prospectivo del Consejo de Inteligencia de EEUU, Global Trends 2040, con los mismos datos de base, apunta a que es poco probable –dependerá de la dinámica política y social– de que de aquí a final de la próxima década la clase media global crezca a un ritmo similar al de antes de la pandemia, dada la disminución en el crecimiento de la productividad mundial y el hecho de que el auge de la población en edad de trabajar está demográficamente tocando a su fin en términos globales.
En las economías avanzadas, apunta el estudio estadounidense, la clase media se está contrayendo, atrapada entre el segmento de mayores ingresos que crece, y la parte, menor, que cae por debajo del umbral de la pobreza (una vez superada la pandemia, y aunque el porcentaje de la población que cae por debajo del umbral de pobreza nacional en las economías avanzadas ha aumentado en 19 de los 32 países estudiados entre 2007 y 2016, incluidos Francia, Alemania, Italia y España). Además, indica, la clase media de muchos países se ve afectada por el aumento de los costes de la vivienda, la sanidad y la educación. Hay una polarización, en la que el número de trabajadores en puestos de trabajo de bajos ingresos y el número de gente con ingresos altos se expande al mismo tiempo. Es lo que el economista Tyler Cowen (Average is over, 2013) anticipó al hablar del vaciamiento del medio.
Esta polarización se puede agravar con la automatización de tareas propia de la Cuarta Revolución Industrial, como ahora apunta hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su último informe sobre la economía global. Al considerar el desarrollo de software que hace las veces de tareas de cuello blanco, escriben informes, redactan noticias deportivas y económicas, y otros avances, una reciente columna de Lex en el Financial Times hablaba de “la marcha invisible de los droids de clase media”. No obstante, la digitalización y la conectividad están sirviendo para bancarizar (muchas veces a través de las FinTechs) a amplios sectores de la población en los países en vías de desarrollo, lo que contribuye a su progreso social y entrada en la clase media global.
El informe del Consejo de Inteligencia de EEUU apunta que “grandes segmentos de la población mundial desconfían de las instituciones y los gobiernos a los que consideran incapaces o poco dispuestos a atender sus necesidades”, lo que hace a los ciudadanos “gravitar hacia grupos conocidos y afines en busca de comunidad y seguridad, incluidas las identidades étnicas, religiosas y culturales, así como las agrupaciones en torno a intereses y causas, como el ecologismo”.
Ya antes de la pandemia, planteamos con Miguel Otero y Federico Steinberg que un reto de nuestro tiempo era evitar un choque global de clases medias, entre las que descendían en las economías desarrolladas y las que estaban dejando de ascender en las emergentes. Con los efectos de la pandemia y otros desarrollos, este movimiento tectónico puede ir a peor y generar desestabilizaciones internas y externas.