Mientras todas las miradas estaban puestas sobre las elecciones presidenciales en EEUU, el primer ministro indio, Narendra Modi, anunció el pasado 8 de noviembre por sorpresa por televisión la retirada de los billetes de 500 y 1.000 rupias (equivalentes a 7 y 14 euros respectivamente), o el 86% del efectivo en circulación, en el país del mundo más dependiente en este dinero físico: el 95% de todas las transacciones se hacían en efectivo; hasta Uber aceptaba estos pagos, y la mayor parte de las compras por Internet se pagan así, al recibirlas. Forzó su cambio por otros nuevos –de 500 y 2.000 rupias, que se han ido introduciendo con mucha parsimonia– o en cuentas bancarias en un plazo de 50 días en un país poco bancarizado. Le llovieron las críticas dentro y fuera de la India. Amartya Sen, Nobel indio de Economía, calificó la decisión de “acción despótica”. Sin duda causó quebraderos de cabeza y sufrimiento a mucha gente, pero cuatro meses después, la famosa “desmonetización” está dando ciertos resultados, aunque no haya atajado la primera preocupación del Banco Central: la inflación.
Esta era la tercera desmonetización en la India, tras las de 1946 –para segar la hierba bajo los pies de los que se habían enriquecido con la Segunda Guerra Mundial– y de 1978 –para luchar contra la corrupción y anular los billetes falsos–. El objetivo del nacionalista Modi era esta vez múltiple: quitar de la circulación los cuantiosos billetes, hacer aflorar la economía sumergida, con sus consiguientes ingresos fiscales (menos de un 3% de los indios declaran impuestos sobre la renta), y avanzar hacia una economía sin cash, totalmente digitalizada en este aspecto. Se estima que la economía sumergida pesa entre un 23% y un 40% del total, aunque en gran parte se refugia en oro, acciones o inmobiliario. También Modi se fijó como objetivos luchar contra la financiación del terrorismo (a veces con dinero falso), bancarizar la economía (el 53% de los indios tenían cuentan bancarias antes pero casi la mitad estaban durmientes o vacías), fortalecer unos bancos necesitados de capital, y dar el salto hacia la economía digital en un país de 1.340 millones de habitantes, de los cuales un 34% tiene acceso a Internet (y serán 600 millones los usuarios para 2020). Anteriormente ya se había disparado la introducción de teléfonos inteligentes, la principal puerta de entrada a la Red para muchos, aunque no hay suministro de electricidad para todos las 24 horas del día. Rápidamente los monederos digitales se han extendido.
Las disrupciones de la desmonetización han sido colosales en un país en el que el consumo de los hogares representa el 60% del PIB (comparado con el 37% en China). Las colas han sido gigantescas. El crecimiento se ha visto frenado, provocando paro y pérdida de ingresos, pues durante semanas, ante el control del ritmo del cambio de los billetes viejos por nuevos o su depósito en bancos –y la retirada de dinero de las entidades estaba limitada– resultó difícil comprar y vender dada la baja difusión de las tarjetas de crédito, mucho menor que en China. Hay falta de aparatos para cobrar digitalmente en las tiendas o entre personas. También muchos ahorros personales se guardaban en billetes bajo el colchón. Las ventas de automóviles y motocicletas cayeron, etc. La corrupción ha encontrado nuevos ingresos en el lavado de este dinero, pues, aunque se exigía explicar el origen, muchos empleados bancarios han cobrado comisiones para meterlo en cuentas. O se ha utilizado para la compra de joyas o divisas. Y entre los 31 millones de expatriados, muchos de los cuales estaban en posesión de billetes retirados, la frustración ha sido mayúscula.
Pero la India está saliendo de este atolladero de desmonetización y remonetarización. El gobierno asegura que un 95% de los billetes desmonetizados han sido depositados en bancos, aunque el efectivo sigue dominando las transacciones. La bolsa se ha recuperado, así como el valor de la rupia como divisa. El Banco Mundial, que ahora aprueba la medida, señala que “toda reforma tiene costes a corto” y que los efectos negativos “desparecerán a medio plazo”. Prevé un crecimiento de la economía del 7% para el año fiscal 2016-2017 (medio punto menos que su anterior previsión) y más para el siguiente. Pakistán señala su intención de desmonetizar también. La agencia Moody’s ha avalado que la agenda de reformas sigue, con un presupuesto prudente. Esta medida puede reforzar la lucha contra la evasión fiscal.
Prueba de que esta desmonetización no ha afectado a la popularidad de Modi han sido las recientes victorias electorales de su partido Bharatiya Janata en las recientes elecciones regionales. Modi ha salido reforzado de todo este trance.
Quizá no estaría mal desmonetizar la Eurozona y suprimir de un día para otro los billetes de 200 y 500 euros.