El inglés está firmemente arraigado en las instituciones de la UE y que se produzca o no el Brexit no va a cambiar esta situación. Para empezar porque, aunque algunos comentaristas irritados por el Brexit en España y fuera de ella, incluido algún caricaturista español de renombre, parezcan ignorarlo, Irlanda y Malta –cuyas lenguas oficiales son el inglés (además del gaélico en el primer caso)– seguirán siendo Estados miembro, y ese idioma lengua oficial en la UE. Pero, sobre todo, porque el inglés se ha convertido es la lingua franca en Bruselas (y en el mundo), y seguirá siéndolo.
En las instituciones europeas, sobre todo en la Comisión, dominó el francés desde el principio. Eso no lo cambió la entrada del Reino Unido, Irlanda y Dinamarca en 1973. Se siguió hablando esencialmente francés y utilizando esa lengua para los documentos de trabajo (los documentos oficiales tienen que estar en todas las lenguas) y las conferencias de prensa. Cuando verdaderamente cambió la situación fue en 1995 con la entrada de Suecia y Finlandia, además de Austria. De repente, empezó a dominar el inglés en muchas reuniones, papeles e incluso en la famosa salle de presse de la Comisión. Porque las gentes de estos nuevos miembros –sus funcionarios, sus periodistas– hablaban muy bien inglés y desconocían bastante el francés. Entretanto, el inglés –al menos el “inglés internacional” que no es propiamente shakesperiano–, no por el Reino Unido sino por la influencia norteamericana y por su flexibilidad, ya se había convertido en el idioma de la globalización. Y cuando entraron los países del Este de Europa (además de Malta, de habla inglesa, y Chipre) a partir de 2004, ya llevaban el inglés aprendido por una generación que rápidamente lo asumió en detrimento del ruso. Aunque pese a los progresos con el inglés, en los bálticos –donde además hay importantes poblaciones rusas– todavía esta lengua tiene peso, como el checo en Eslovaquia. Pero son países que han hecho un enorme esfuerzo para que sus jóvenes fueran prácticamente bilingües en inglés.
Una leyenda comunitaria cuenta que, en los inicios de las Comunidades, de los Seis, se intentó que el único idioma oficial fuera el francés. Un alto funcionario realizó una gira por los Estados miembros, que se mostraron a favor, salvo el último, que albergaba las instituciones: Bélgica. Se opuso por dejar a un lado su segunda lengua oficial, el flamenco.
Francia ha perdido una batalla importante en esta lid y Alemania nunca consiguió ganarla, pese a que los idiomas de ambos se incorporaron teóricamente como lengua de trabajo junto al inglés. España nunca lo logró pues el castellano se habla relativamente poco en la UE, y este país nunca ha sabido vender bien América Latina en el marco comunitario pese a que hay casi 470 millones de personas en el mundo con el español como lengua materna (solo por detrás del chino mandarín) y esta es la segunda lengua en el cómputo global de hablantes (dominio nativo + competencia limitada + estudiantes de español), según el último anuario, de 2015, El español en el mundo, del Instituto Cervantes. Es la tercera lengua más usada en Internet. Madrid, sin embargo, perdió el pulso del español como lengua oficial para las patentes europeas, a favor de la primacía en ese ámbito del inglés, el francés y el alemán.
En los Consejos de Ministros y Consejos Europeos cada cual habla su lengua si quiere, con interpretación oficial, aunque pesa el inglés. Desde luego, en las reuniones y contactos informales. Los jefes de Estado y de Gobierno llevan siempre sus intérpretes al lado para las conversaciones de uno a uno. Pero son una excepción. Y España en esto siempre ha tenido una tara con sus presidentes del Gobierno. Aunque hay que reconocer que Europa –pero era otra Comunidad– funcionó bien con Mitterrand, Kohl y González, que no hablaban ningún idioma común, como el inglés. En cuanto al Parlamento Europeo, la cuestión es diferente por razones democráticas. Los diputados se suelen expresar en su lengua, y tienen derecho a hacerlo pues en principio pueden provenir de cualquier ámbito social o cultural.
En cuanto a la ciudadanía, una cosa es el inglés como lengua materna y otra como segunda o tercera lengua. En esta UE, según una encuesta especial del Eurobarómetro de 2012, el 94% de los estudiantes de secundaria alta estudian inglés frente al 23% francés, el 21% alemán y el 18% español. Incluso desde más jóvenes, un 83% de los alumnos de primaria estudian el idioma de Shakespeare (su versión actual), 10 puntos más que una década antes.
La tecnología está haciendo avances rápidos, desde luego en materia de software de traducción de textos, y también en interpretación automatizada de la expresión oral. Pero no hay que fiarse sino seguir haciendo esfuerzos –que se están haciendo– por dominar el inglés, en lo que España va retrasada, haya o no Brexit. Es necesario por lo que ocurre en Europa y en el mundo. España es, de la UE, el país con menor porcentaje (el 22%) de personas capaces de mantener una conversación en esa lengua.