Se suele hablar más del impacto económico. Pero una salida británica de la UE (el llamado Brexit) puede acarrear diversos desastres políticos.
Primero, Irlanda
Sería el país más afectado por un Brexit, por el impacto que puede tener sobre el proceso de paz en el Ulster. El acuerdo de Viernes Santo de 1998 tenía una clara dimensión europea. Hubiera resultado mucho más difícil su diseño y su aplicación de no haber pertenecido la República y el Reino Unido a la UE. La Comisión Europea ha invertido mucho dinero en proyectos inter-comunitarios. Y la frontera de los condados del Norte con la República de Irlanda se ha desdibujado hasta prácticamente desaparecer (fuera de Schengen, sistema al que no pertenecen ambos países). Un Brexit podría obligar a reinstaurarla, y desestabilizar un proceso de paz que no ha suturado aún las heridas entre protestantes y católicos o partidarios de preservar la unión con Gran Bretaña y de juntarse a la República. Además, Irlanda y el Reino Unido forman un auténtico mercado único laboral que podría quedar truncado. Los irlandeses afincados en el Reino Unido podrán votar en el referéndum del 23 de junio, y lo harán a favor de la permanencia en la UE. Por no hablar del comercio entre ambos. Un reciente estudio académico, especulativo, señala que un Irlanda unida en el euro podría añadir 30.000 millones de euros a su PIB conjunto. Aunque el informe no entra en ello, una Irlanda dividida con el sur en la UE y el Norte fuera podría producir un resultado contrario.
Segundo, Escocia
Aunque quizá la situación no sea tan dramática a corto y medio plazo. Se ha dicho que si los ingleses deciden salir de la UE, los escoceses pueden optar por quedarse, rompiendo Gran Bretaña con un nuevo referéndum de independencia. El ex primer ministro conservador John Major considera que hay una “gran probabilidad” de que los escoceses quieran salir del Reino Unido para permanecer en la UE. Pero muchos escoceses son más cautos y quieren evitar tener que elegir entre Londres y Bruselas (que tampoco es muy popular en esas tierras). Tendrían que negociar su ingreso como nuevo Estado miembro y comprometerse a adoptar en un futuro el euro, ya sin el opt out británico, que tampoco es popular entre los escoceses, cuyo comercio, además, va en un 60% al resto del Reino Unido y menos de un 20% a Europa. Los nacionalistas escoceses, ahora independentistas y con un dominio absoluto de la política en la región/nación, no quieren aún un segundo referéndum de independencia que puedan volver a perder como en 2014. Prefieren esperar y ver cuál es el resultado de la consulta sobre el Brexit. Y si triunfara el Brexit, esperar a ver a qué llevan las posteriores, y complicadas, negociaciones de Londres con la UE para un nuevo estatus desde fuera. Pero la cuestión está en el aire a medio y, sobre todo, a largo plazo.
Tercero, la UE política
El triunfo del Brexit sería un golpe a la reputación interna y externa de la UE, a la que restaría restarle peso y credibilidad. No sólo por crear un precedente para otros divorcios, aunque en parte lo hay desde que Groenlandia optó en referéndum en 1985 por salirse de la hoy UE, si bien permaneciendo como parte de Dinamarca. También porque el Reino Unido es una pieza esencial para la Política Exterior y de Seguridad de la UE, aunque no la haya apoyado plenamente. Sin sus fuerzas armadas, la capacidad militar conjunta de la UE perdería mucho. Y sin su activismo exterior, también. No deja de ser paradójico que al día siguiente del referéndum sobre el Brexit los 28 se reúnan en Consejo Europeo para, entre otras cosas, aprobar el avance hacia una política de defensa común, aunque sea entre unos pocos por medio de eso que se viene en llamar “cooperación reforzada”, a la que se puede apuntar Londres si Cameron logra ganar el referéndum. Aunque de esto se habla (¿aún?) poco en público
Además, las demandas de democratización de la UE pueden debilitarse. Con su sentido institucional, los británicos las han empujado para preservar y reforzar, entre otras cosas, el papel de los parlamentos nacionales. Ellos creen en Westminster y en su sistema. Han sido muy activos en este tipo de demandas, aunque pervivan en el espejismo de la soberanía propia.
Por no hablar de Gibraltar, que es territorio de la UE, aunque con un estatus especial, y que dejaría de serlo en caso de Brexit. Pero no por ello, pese a su preocupación y al informe al respecto del ministro principal del peñón, Fabián Picardo, cambiarían los gibraltareños su deseo de permanencia en el Reino Unido si éste se sale de la UE, por mucho que su situación colonial resultara aún más anacrónica.
Mejor que los británicos no se vayan de la UE. Desde el punto de vista político, no hay una sola ventaja para los demás. Ni para ellos.