En las últimas semanas, ha despertado en el Reino Unido una campaña para detener el Brexit –para el Remain, que perdió en el referéndum de junio de 2016–, antes de su materialización el 29 de marzo de 2019; es decir, en menos de un año ya. Una vez en marcha el artículo 50 del Tratado de Lisboa sobre la salida, invertir la decisión, en todo caso, no dependería sólo de los británicos, sino de los otros 27 gobiernos de la UE por unanimidad.
Elementos a favor de revisar la decisión:
- Cada vez hay más indicios de que la campaña del Brexit se hizo con manipulación de información y promesas inasumibles. En ella, según Chistopher Wylie, intervino, por ejemplo, Cambridge Analytica y su sistema de publicidad psicográfica. Puede que ello alimente la legitimidad de un nuevo referéndum.
- Puede, como indica Simon Fraser, ex subsecretario permanente del Foreign Office, que a finales de 2018, cuando la negociación aclare qué oferta el Brexit, haya un nuevo “punto de decisión”. No sólo en el Parlamento, sino que se plantee un nuevo referéndum.
- Se están organizando movimientos desde abajo (grassroots), a diferencia de la fallida campaña de David Cameron, para conseguir la permanencia. Un nuevo partido, Renew, busca activar a los jóvenes para parar el Brexit. El financiero George Soros, a través de su Open Society Foundation, está aportando medio millón de libras (570.000 euros) al movimiento Best for Britain con estos fines.
- Theresa May es una primera ministra débil, al frente de un gobierno dividido y dependiente de los escaños del Partido Unionista Democrático norirlandés.
- La Comisión sobre el Brexit de la Cámara de los Comunes ha sugerido que el gobierno solicite la extensión del período previsto en el Artículo 50, actualmente de dos años. No significa la permanencia, sino alargar el plazo de salida. Requeriría el consentimiento por unanimidad de los 27.
- Aunque en un principio euroescéptico y partidario del Brexit, la posición del líder laborista Jeremy Corbyn, está cambiando. Ya ha girado con su apoyo a la permanencia en la Unión Aduanera. Un giro total hacia el Remain podría transformar la situación política. Más diputados laboristas se muestran públicamente partidarios. Pero la legislatura va, en principio, hasta 2022; es decir, bastante más allá de la fecha prevista para el Brexit y el período transitorio.
- No encontrar una solución para no tener que reestablecer una frontera física entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte jugaría en contra del Brexit o de la unidad del Reino Unido.
Elementos en contra:
- Plantear un nuevo referéndum podría ser considerado como poco democrático. Theresa May lo rechaza de plano.
- Las encuestas prácticamente no han variado: hoy un nuevo referéndum arrojaría prácticamente el mismo resultado que en 2016. Pero mucha gente ha desconectado y no entiende lo que May quiere del Brexit.
- Los partidarios de la salida siguen muy movilizados, y con un gran apoyo mediático.
- Muchos empresarios se quejan del Brexit, pero no se movilizan.
- El impacto económico del Brexit no ha sido tan desastroso como apuntaban algunos augurios. El Reino Unido está próximo al pleno empleo. En la decisión popular sobre el Brexit han pesado más los argumentos culturales (incluido el rechazo a la inmigración) que los económicos. Y esto no ha cambiado.
- Si el Brexit resulta menos trágico, su revisión pierde fuerza. Es muy posible, tras los últimos acuerdos, que se vaya hacia un Brexit “suave” que permita un acuerdo sobre libre comercio, como el que se está diseñando. Ello facilitaría además una solución al problema irlandés. El período de transición irá hasta finales de 2020, facilitando la adaptación a la salida.
- Los otros 27 de la UE no sólo han asumido el Brexit, sino que lo están aprovechando para (aunque insuficientemente) avanzar sin los británicos en algunos campos que estos frenaban, como el de una Política Común de Seguridad y Defensa. Pese a las ventajas desde el punto de vista presupuestario (con el Brexit tendrán que aumentar su esfuerzo para asumir la contribución británica) serían reacios a que se quedara un Reino Unido euroescéptico y reticente a que la UE avanzara más en su integración. Y sería difícil para los británicos asumirlo si no cambiara la UE en el sentido que desean.
- Un segundo referéndum requeriría para convocarlo una mayoría de votos en el Parlamento, inexistente en la actualidad, para aprobar una ley en ese sentido. Como indica el ex secretario de Estado para la UE Dennis Macshane, que lo vio venir en 2015 en su libro Brexit: How Britain will Leave Europe, si hubiera esa mayoría, también la habría para detener o retrasar el Brexit. Sería posible que, al aprobar este año la ley de salida, el Parlamento acabase favoreciendo un segundo referéndum. Incluso así, su resultado no estaría garantizado.
- La guerra intestina en el seno del Partido Conservador para suceder a May la protagonizan hoy por hoy Boris Johnson y Jacob Rees-Mogg, ambos “brexiteros” furibundos. La decisión sobre el posible cambio de liderazgo la tomarían unas decenas de miles de militantes tories, de edad avanzada, y nada a favor de la permanencia. Los conservadores partidarios de quedarse en la UE, algunos destacados como Michael Heseltine, tienen poco peso.
Conclusión: hoy por hoy, no parece que haya grandes posibilidades de revertir la dinámica hacia el Brexit. Pero todo no está jugado. La ruleta sigue girando. Se puede seguir apostando.