Los resultados y las proyecciones del Informe Global de Brecha de Género 2016 del Foro Económico Mundial de Davos publicado recientemente son claros: la brecha de género, lejos de ir cerrándose, ha aumentado significativamente, lo que supondría, si no se toman medidas concretas que favorezcan el empoderamiento de las mujeres, que la igualdad de género a nivel global en el ámbito económico no se logrará hasta dentro de 170 años. Según la tendencia que apunta el Informe y desagregado por regiones, Europa occidental tardaría medio siglo en cerrar la brecha económica, mientras Oriente Medio y el Norte de África no lo conseguirían hasta dentro de 356 años.
Como indica el Informe (que viene realizándose desde 2006) los ámbitos económico y, sobre todo, político son aquellos en los que persiste una brecha mayor, también en los países más avanzados, y donde es más necesario incidir con políticas y medidas que favorezcan la igualdad entre hombres y mujeres. Si el pasado año el Informe apuntaba a un estancamiento en ámbitos como la igualdad salarial y la participación en el mercado de trabajo, así como en la participación política, los datos de este año apuntan a una “drástica ralentización de los avances”. Las mujeres siguen ganando menos que los hombres y obteniendo trabajos de menor responsabilidad a pesar de que, en la mayoría de los países que cubre el Informe (un total de 144), el número de mujeres universitarias es igual o mayor que el de los hombres. La persistencia de la discriminación salarial y de un mercado de trabajo lejos de la paridad aleja las ya malas previsiones del pasado año (que cifraban en 118 años el cierre de la brecha económica) sumando otros 70 años más para conseguir la igualdad en este ámbito.
Más profunda aún es la brecha de género en el ámbito político, que tampoco mejora, y que sólo se ha cerrado en un 23%, el mismo porcentaje del pasado año. La desigualdad en el empoderamiento político sigue siendo la más alta de los cuatro subíndices que calcula el Informe (salud, educación, participación y oportunidades económicas, y participación política). Ningún país del mundo ha logrado cerrar la brecha en este ámbito, y ni siquiera aquellos más avanzados (Islandia, Suecia, Noruega, o Finlandia) la han cerrado en más de un 70%.
El aumento de la brecha global se refleja también en la desagregación regional. Si bien se observa una cierta emergencia de regiones que se han venido situando más abajo en el ranking, como América Latina y África Subsahariana (aunque con grandes diferencias entre países), en Europa occidental se producen claros retrocesos (con caídas significativas en Italia, o Grecia). Los diez primeros puestos del ranking siguen siendo mayoritariamente europeos, pero también incluyen a un país africano (Ruanda), uno latinoamericano (Nicaragua) y dos asiáticos (Filipinas y Nueva Zelanda).
Cuatro países de África subsahariana (Ruanda, Burundi, Namibia y Sudáfrica) se sitúan entre los 20 primeros en el ranking global, y según las proyecciones del informe 2016, la brecha económica se cerrará varias décadas antes que en otras regiones más desarrolladas, como Asia. En el 5º lugar del ranking aparece Ruanda (que ha cerrado en un 80% la brecha de género, y es el país del mundo con el porcentaje más alto de mujeres parlamentarias, el 64%), mientras Burundi avanza desde el puesto 23 del pasado año al 12 actual. Como señala el Informe sobre Perspectivas Económicas de África 2016, la desigualdad de género en el mercado de trabajo tiene implicaciones económicas significativas, y pérdidas económicas anuales estimadas en 60.000 millones de euros para el conjunto de la región. Los avances en igualdad de género son por tanto claves para su progreso económico, así como para el fortalecimiento institucional.
España mantiene, en todos los subíndices, los mismos datos que el pasado año (en términos agregados ha cerrado la brecha en un 74%), y retrocede cuatro puestos, situándose en el 29, debido al ascenso de otros países en el ranking global.
La brecha de género es, hoy, mayor que en ningún otro momento desde 2008. La discriminación salarial, el estancamiento en la participación en el mercado de trabajo, el escaso número de mujeres en puestos de responsabilidad, y la persistente y profunda brecha en la participación política son las principales claves que explican los datos actuales, y los ámbitos imprescindibles que requieren políticas y medidas concretas –sostenidas en el tiempo–en favor de la igualdad. La falta de avances en la igualdad de género afecta negativamente al crecimiento económico, y a la competitividad, al desaprovechar el talento de la mitad de la población. Teniendo en cuenta la proyección del Foro Mundial de Davos, será imposible lograr el objetivo de igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas en 2030, en el marco de los ODS aprobados por las Naciones Unidas. La puesta en marcha de medidas es ya, además de esencial, urgente. Adicionalmente, la elección de Donald Trump en EEUU no augura avances en esta dirección.