De entre todas las grandes regiones de la periferia europea, los Balcanes Occidentales era prácticamente la única que había permanecido, hasta ahora, ajena a las movilizaciones ciudadanas. Las Primaveras árabes, el 15M, las protestas griegas contra la Troika, las revueltas en Turquía, el Euromaidan ucraniano…y ahora Bosnia, pero también Eslovenia, Montenegro, Macedonia…
El origen de las actuales protestas en Bosnia-Herzegovina no lo podemos situar en las movilizaciones de estos últimos días, sino mucho antes. Se encuentra en la fallida reforma constitucional, la reforma de los acuerdos de Dayton que se lleva posponiendo desde 2006. Esta situación inmovilista mantiene una estructura territorial y organizativa que convierten a Bosnia en lo que algunos han denominado país Frankenstein. Un país compuesto por dos entidades: la Federación de Bosnia y Herzegovina (de población mayoritariamente bosníaca y croata) y la República Srpska (de mayoría serbia) que viven de espaldas una a la otra; un país (des)organizado en una suerte de reinos de taifas, los Cantones (en la parte de Federación) en dónde los gobernadores se han convertido en auténticos virreyes que hacen y deshacen a su antojo.
El origen de las protestas también se encuentra en la corrupción de la clase política, en la ineficiencia de las administraciones públicas para resolver los problemas de la población (recuérdese en este punto el caso de las tarjetas de identidad no expedidas a recién nacidos durante el verano de 2013). Y, finalmente, se encuentra en un fallido proceso de desindustrialización en el que la propiedad social yugoslava pasó a ser propiedad del Estado y de ahí a propiedad privada. Pero también se encuentra en el inmovilismo y el desencanto que sufre desde el fin de la guerra y que le ha convertido en un país que no goza de una auténtica soberanía, que es un pseudo-protectorado de la Unión Europea, pero que no encuentra en su “protectora” respuestas a su situación.
Las movilizaciones comenzaron en Tuzla, la antigua capital industrial yugoslava, el 5 de febrero, aniversario de la matanza del mercado de Sarajevo. Una ciudad de tradición obrera, que en pocos días ha conseguido la dimisión de las autoridades del Cantón. A partir de ahí la movilización se ha extendido, por toda la Federación primero, y un poco más tarde y más tímidamente a la República Sprska a ciudades como Banja Luka o Prijedor y, por último, a países vecinos como Montenegro durante el pasado fin de semana.
La organización de la población frente a la crisis económica y las autoridades locales, pero también frente a la Unión Europea, ha generado lo que podríamos llamar un nuevo sujeto colectivo en Bosnia-Herzegovina. Por primera vez desde hace décadas los bosnios no hacían algo todos juntos, vinculados por algo que fuera más allá de la adscripción étnica o nacional. Pareciera que se han cansado de los líderes locales, de sus corruptelas y enriquecimientos ilícitos y que ya no se creyeran los discursos que les llevaron al enfrentamiento en la década de los noventa.
De nada han servido las apelaciones de los distintos líderes políticos a Zagreb o a Belgrado, o incluso las amenazas del Alto Representante de una intervención armada por parte de la UE. Las poblaciones de las principales ciudades bosnias, Zenica, Tuzla, Sarajevo, Bihar, etc. se están organizando al margen de las autoridades en lo que se ha dado en llamar “Plenums” que no son otra cosa que asambleas ciudadanas. En ellas se despliegan peticiones a las autoridades pidiéndoles su cese y proponiendo el gobierno de las ciudades y Cantones a consejos ciudadanos abiertos que ejerzan la democracia directa, liderados eso sí por tecnócratas no partidarios.
Si una cosa está quedando clara en estas movilizaciones es la ausencia de confianza en los actores internacionales en general, y la UE en particular, como solución a la crisis. Los bosnios han decidido tomar las riendas. De momento han conseguido la caída de los gobiernos cantonales de Zenica y Tuzla. Quizás consigan también la ansiada reforma constitucional y el fin del inmovilismo político. No perdamos de vista los próximos acontecimientos en la región, tímidamente las gentes vuelven a tomar las calles. Montenegro, Macedonia, Serbia, de nuevo los Balcanes comienzan a despertar, no quieren que Europa se siga olvidando de ellos.