Rusia es uno de los países que no termina de encontrar su espacio en los movimientos regionales que se están produciendo actualmente, aun siendo un país emergente con crecientes ambiciones políticas. La entrada de Rusia en la OMC en agosto de 2012 fue un mensaje político que transmitía un interés obvio en tener más peso en la escena internacional. Sin embargo, la OMC no pasa por un buen momento. La Ronda de Doha no avanza y la red de acuerdos preferenciales crea vínculos entre ciertos países a la vez que excluye a otros.
En este terreno, Rusia no parece tener muchas opciones entre sus vecinos: no es posible ninguna alianza con Japón mientras siga sin resolverse la disputa de las islas Kuriles y un acuerdo de libre comercio con China supondría una competencia insostenible. Ahora bien, quedan dos opciones: Asia Central y Europa Oriental. En Asia Central, Rusia probablemente chocará con los dos actores que persiguen el liderazgo en la región –la India y China–, aunque por el momento esta competencia no se muestre tan abiertamente.
En cambio, en Europa Oriental la lucha por la influencia regional tiene más importancia de lo que pueda parecer, y por ella compiten Rusia y Europa.
La UE ha concluido las negociaciones para acuerdos de libre comercio con Georgia, Ucrania y Moldavia. Sin embargo, dichos acuerdos no van a ser fáciles de aplicar dado el cruce de intereses con Rusia. Los Estados de facto en los territorios de Georgia (Abjasia y Osetia del Sur) y Moldavia (Transnistria) cuentan con el apoyo y la presencia de Rusia. Y debe tenerse en cuenta que una de las zonas más importantes estratégicamente para Rusia son precisamente los territorios que la separan de la UE: Ucrania y Bielorrusia.
Este interés se refleja en los proyectos rusos de crear una alternativa a la UE y que empiezan a tener más visibilidad. Si antes estos intentos, que surgieron tras la desaparición de la URSS en 1991, no tuvieron mucho éxito, con el paso de los años y con la política planteada por Putin en su primer mandato, la situación se ha ido revirtiendo. En 2000 se lanzó el proyecto de Comunidad Económica de Eurasia (CEE). La primera etapa en el camino hacia la CEE se concluyó con la creación de la Unión Aduanera (UA) entre Rusia, Bielorrusia y Kazajistán en 2007. Ahora se está hablando de las primeras ampliaciones de la UA hacia Asia Central y hacia occidente, donde se encuentra el dilema de Ucrania.
Un escenario ideal para Ucrania sería poder concluir los dos acuerdos, con la UE y con Rusia a la vez, pero como los acuerdos basados en la cooperación económica tienen un motivo claramente político, ni Rusia ni Europa quieren tener un socio ambiguo.
Ucrania baraja varias opciones, siendo una de ellas la de centrarse en el mercado y las inversiones europeas, apostando por mayores y más profundos cambios institucionales y emprendiendo el camino de la consolidación democrática, con la vista puesta en tender puentes hacia su futura adhesión a la UE. El problema es que a corto plazo el mercado europeo no tiene tanto atractivo: el sector agrícola, en el que Ucrania podría destacar, está muy protegido, y las posibilidades de que se abran nuevos procesos de ampliación son bastante limitados. Por estas y otras muchas razones la CEE es una opción que Ucrania no piensa descartar.
Rusia, a su vez, utiliza una política del “palo y la zanahoria” con Ucrania. Entrando en la CEE, Ucrania obtendría un descuento para el gas, que supondría beneficios de 8.000 millones de dólares al año. Lo que está claro es que este país tiene mucho atractivo para ambas partes: por sus recursos naturales (el 5% de reservas mundiales de hierro, carbón, níquel, manganeso y uranio), su posición geoestratégica, los gasoductos que pasan por su territorio conectando los suministradores rusos con Europa y la base naval rusa en Sebastopol. Este atractivo de Ucrania explica su posición ambigua que, por ejemplo, Georgia, no se podría permitir.
Por el momento, la Unión Aduanera liderada por Rusia sigue consolidándose: se habla de la entrada de Kirguizistán, mientras Ucrania, para no perder la oportunidad de mantener sus dos opciones, ha solicitado el estatuto de observador.
Se trata de un movimiento más en el ajedrez de la geopolítica de los bloques y regiones comerciales. Pero, ¿quién será el siguiente en mover ficha?