Bruselas no es Panamá (sede de la reciente Cumbre de las Américas). El escenario europeo tiene unos protagonistas diferentes y unos temas de perfil contrastivo. Los interlocutores latinoamericanos tomaron buena nota. De ahí la ausencia de unos líderes latinoamericanos con potencial de protagonismo y la presencia exhaustiva de algunos europeos con tenue relación con América Latina. Los ausentes apenas incidieron en los acontecimientos, mientras los presentes europeos acapararon las noticias.
Notables ausentes latinoamericanos fueron la argentina Cristina Kirchner, el venezolano Nicolás Maduro y el cubano Raúl Castro. La líder argentina decidió dedicarse a enfrentar las dificultades de la supervivencia de su partido en las nuevas elecciones. Maduro consideró más prudente quedarse en Caracas (llegó a suspender una visita al Papa) y cuidar el terreno bajo las presiones internacionales (mediación de Felipe González). Bruselas no sería el escenario apropiado para el protagonismo que trató de capturar en Panamá.
Con respecto a Raúl Castro, consideró sabiamente que no hubiera conseguido atraer la atención mediática que en Panamá compartió con Obama. El acomodo de la relación entre Cuba y la UE tiene un calendario preciso para la desaparición de la Posición Común. No es cuestión de hacer ruido innecesario.
Fue similar la actitud adoptada por el ecuatoriano Rafael Correa, presidente de turno de la CELAC, quien se comportó profesionalmente en compañía de los presidentes europeos Jean Claude Juncker (Comisión) y Donald Tusk (Consejo), enfatizando puntos de coincidencia, expresando admiración por el proceso europeo de integración, y aludiendo prudentemente a los temas en que todavía hay desacuerdo.
En contraste, el protagonismo europeo estuvo acaparado por dos líderes con objetivos diferentes que estuvieron aprovechando las reuniones paralelas para avanzar en sus respectivas agendas de sus especiales relaciones con la UE. El primer ministro británico David Cameron aprovechó los encuentros para seguir en sus entrevistas con diferentes colegas a fin de compartir su estrategia con respecto al prometido referendum de permanencia en la Unión Europea, programado para 2017, como resultado de su espectacular triunfo legislativo en las recientes elecciones de Westminster. Luego de estrechar las manos con diversos líderes latinoamericanos, Cameron fue sopesando uno a uno a los europeos con respecto a la recepción de sus exigencias de reformar la UE para quedarse en ella y evitar el llamado “Brexit”.
Pero ningún otro protagonista europeo acaparó mayor atención que el primer ministro griego Alexis Tsipras en su intento de retrasar al máximo su aceptación de las condiciones financieras con respecto al pago de la deuda. Bajo la amenaza de salida del euro y el peligro de contaminar a toda la Unión Europea, el tema del “Grexit” oscureció toda la agenda de la CELAC con la UE.
El entramado de las relaciones entre la UE y las diversas ramas de CELAC va quedar aproximadamente como antes. El significado de la palabra “integración” ha ido adquiriendo una connotación diferente desde la época en que era la condición europea unida al refuerzo de la supranacionalidad. Con el paso de los años, Bruselas fue simultaneando ese anhelo con el pragmatismo de acuerdos con países individuales (México y Chile, primero, y ahora Perú y Colombia) además de “asociaciones estratégicas“, tanto con gigantes como Brasil, como con escenarios concretos (Centroamérica) y el refuerzo de partenariados (CARICOM).
En toda etapa de reforma de las alianzas y entramados de integración y cooperación, el tema tabú de la soberanía nacional y la integridad territorial de los estados ha prevalecido. Ante los intentos de influencia europea para mediar en los conflictos internos, América Latina ha cerrado filas, como ha sido el caso notorio de la redacción de una declaración de la Asamblea Interparlamentaria (EUROLAT) sobre Venezuela. Europa, hay decirlo, también ha respondido de similar manera al impedir la inserción de una condena explícita a Estados Unidos por sus alusiones al régimen de Caracas como amenaza.
Sin la institucionalización de la CELAC, UNASUR quedaría como especial foro funcional de consultas en Sudamérica. Mientras, Brasil y México plantean forjar un eje con el que conectar sus mutuas zonas de influencia en el sur y en Norteamérica. Pero ni Dilma Rousseff ni Enrique Peña Nieto están reconocidos para ser el “teléfono” de Latinoamérica.
Sobre el ambiente de la cumbre revoloteaba el impacto de la evolución del Acuerdo de Comercio e Inversiones entre la UE y Estados Unidos (TTIP), a la espera de la eterna expectativa del inacabado acuerdo con MERCOSUR. La progresiva desaparición funcional de la Comunidad Andina confirmaría la oscilación de Perú y Colombia a integrarse en la Alianza del Pacífico. Simbólico y al mismo tiempo significativo es el acuerdo con la UE para eliminar los visados Schengen para viajeros de Perú y Colombia, una decisión que se extenderá a otros países latinoamericanos.
Pero a pesar de todas las limitaciones, conviene recordar que la región de la CELAC es el cuarto socio de la UE, por detrás de Estados Unidos, Rusia y China. La propia UE es el segundo socio de la CELAC. La asignación de más de 100 millones de euros para programas empresariales es una muestra del renovado interés europeo por América Latina, para compensar la influencia de China.