El pasado 9 de mayo finalizó el VII Congreso del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte. Teniendo en cuenta que habían pasado 36 años desde que el partido que gobierna Corea del Norte celebrase su anterior congreso, no es de extrañar que este acontecimiento haya generado un notable interés a nivel internacional.
El principal objetivo de la convocatoria de esta reunión ha sido la consolidación del liderazgo de Kim Jong-un. Para ello se han tomado varias medidas, que en algunos casos tienen una influencia directa sobre el destino del programa nuclear norcoreano. Una de estas decisiones ha sido la creación del cargo de presidente del partido, ocupado por Kim Jong-un, quien antes tenía que conformarse con el puesto de primer secretario, mientras que sus difuntos padre y abuelo ostentan respectivamente los títulos de secretario general eterno y de presidente eterno.
Otra modificación de los estatutos del partido ha sido la inclusión de la doctrina byungjin como nueva línea política principal del partido, en detrimento de la doctrina songun acuñada por Kim Jong-il. Esto supone dejar de priorizar el ámbito militar y al ejército para adoptar una política que combina la búsqueda de un mayor nivel de desarrollo económico con una disuasión nuclear creíble.
Este cambio de orientación tiene repercusiones tanto en el reparto de poder dentro del régimen como en las perspectivas de desnuclearización de la península de Corea. Kim Jong-un está revertiendo la decisión de su progenitor de incrementar el peso político del ejército a costa de reducir el del partido. Esto es un paso más en su intento de consolidar su propia base de poder, que también se traduce estos días en la sustitución de cargos del partido y de la nomenclatura nombrados por su padre por individuos más jóvenes y de un perfil más tecnocrático. Esta circulación de élites, además de afianzar la cota de poder de Kim Jong-un, también debería favorecer el creciente peso del sector privado, que algunas estimaciones internacionales sitúan como responsable de entre el 30 y el 50 por ciento del producto interior bruto norcoreano. Aquí comienzan a atisbarse algunas similitudes con las reformas económicas iniciadas en China hace más de treinta años, como la introducción de un sistema de responsabilidad familiar en el uso de la tierra cultivable, que garantiza a los agricultores un porcentaje de la cosecha que obtienen.
Además, el reforzamiento de la doctrina byungjin, anunciada por primera vez en 2013, dificulta todavía más un posible acuerdo para que Pyongyang renuncie a su programa nuclear militar. En la reforma constitucional de 2012, Corea del Norte se presentaba como una “potencia nuclear”, sin especificar si esto implicaba la posesión de armamento nuclear. Sin embargo, la línea byungjin sí reconoce explícitamente este punto. Esto apunta a que Kim Jong-un considera que le puede brindar sustanciales réditos políticos dentro de su país identificar como un logro de su mandato el desarrollo del programa nuclear norcoreano, a pesar de la oposición internacional liderada por Estados Unidos.
En resumen, en este congreso Kim Jong-un ha doblado su apuesta a favor del programa nuclear militar, al que ha apelado para reforzar su autoridad. De esta manera, desoye las advertencias que le llegan del exterior sobre la imposibilidad de aunar el mantenimiento de dicho programa nuclear con la reactivación de su economía. Habrá que estar atentos al resultado.