El año pasado tuve el placer de hablar con ustedes, aquí en el Real Instituto Elcano, sobre la perspectiva de Australia en nuestra región y el creciente poder económico y estratégico del Indo-Pacífico. En aquella presentación, describí la arquitectura política y económica de nuestra región, vinculándola con el grupo global europeo y otros, entre ellos el G20.
En aquella ocasión, realicé una afirmación provocadora: que el G8 había cedido terreno al G20, dado el historial de este último en respuestas ágiles y, en nuestra opinión, eficaces, a la crisis económica global.
Ahora que Australia ha asumido la presidencia del G20 para 2014, permítanme desarrollar esta idea. El G20 es importante para España, que es “invitado permanente”. Me reúno a menudo con funcionarios de Moncloa, del Ministerio de Economía y otros, que han viajado o van a viajar a Australia este año para reuniones del G20.
Además, las principales empresas españolas forman parte de un grupo llamado B20, que se relaciona con gobiernos del G20 en nombre de la comunidad empresarial internacional. Tenemos mucho interés en escuchar sus puntos de vista y les animamos a proporcionar ideas prácticas desde el mundo de los negocios a través del liderazgo australiano del B20. Las aportaciones del B20 a las deliberaciones del G20 nos ayudan a entender y poner en práctica las claves para el crecimiento, el empleo y la prosperidad sostenible.
España también participa en varios de los otros grupos no-gubernamentales que han crecido alrededor del G20 desde su comienzo. Estos foros representan los intereses y preocupaciones de la sociedad civil, la juventud, los think-tanks, el mundo académico y el ámbito laboral. Al igual que el B20, las contribuciones de estos grupos nutren el trabajo del G20 mediante consultas con sus grupos de trabajo y reuniones.
¿Cómo funciona esto en la práctica?
Puede que hayan oído dudas sobre si el G20 es capaz de coordinar políticas con visión de futuro teniendo en cuenta que cada año preside el grupo un país diferente. El mecanismo de coordinación es una “Troika”, es decir, los países anfitriones del grupo de los años anterior, actual y futuro se consultan y coordinan, cubriendo así un periodo de tres años de la vida del G20. Este año, Australia se está esforzando mucho en dar continuidad y consistencia a los objetivos clave del G20.
Permítanme remontarme al momento en el que, en nuestra opinión, el G20 empezó a demostrar su valía. El G20 fue fundado en 1999 entre los ministros de economía de las mayores economías del mundo. Buscábamos garantizar que hubiera una representación equilibrada de países de regiones emergentes en la mesa, dada su importancia para la economía global. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, el Consejo de Cooperación del Golfo y la Unión Africana también estaban entre los invitados.
El gran valor del G20 reside en su naturaleza directa entre gobiernos. Los líderes también entendieron esto, por lo que comenzaron a reunirse anualmente durante los días más oscuros de la crisis financiera global (2008-2009). Aquel fue un momento que requería una acción y un liderazgo globales con urgencia.
Además, muchos reconocen que las cumbres del G20 en Pittsburgh y Londres obtuvieron resultados en varios frentes en aquel momento crítico: detener la vertiginosa caída de la economía global, establecer un marco entre los países para coordinar políticas orientadas al crecimiento y dar ímpetu a la reforma de reglamentos financieros nacionales y globales.
Desde aquel exitoso inicio como foro de líderes, el G20 se ha consolidado como un órgano que toma decisiones y coordina políticas entre los líderes (jefes de gobierno), ministros de finanzas, gobernadores de bancos centrales, ministros de comercio y otros miembros de gobiernos, incluyendo de agencias de desarrollo y cooperación, inversión y energía.
La agenda está llena, y hay canales de trabajo específicos entre estos funcionarios y con los miembros invitados. Este año como anfitriona, Australia ha invitado a Singapur y Nueva Zelanda a que se unan a nosotros, junto con España y las presidencias de ASEAN (Myanmar), la Unión Africana (Mauritania) y NEPAD (Senegal).
También participan anualmente el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la Organización Mundial del Comercio, el Foro de Estabilidad Financiera, las Naciones Unidas y la Organización Internacional del Trabajo. Estos grupos asisten a las cinco reuniones de Ministros de Economía y Finanzas del G20 cada año.
De esta forma, los principales órganos económicos con poder de decisión y asesoramiento se reúnen de forma regular para evaluar el desarrollo y hacer avanzar las reformas.
Los miembros del G20 representan el 85% de la economía mundial, el 76% del comercio y dos tercios de la inversión extranjera directa. Hay tanto economías avanzadas como emergentes, y más de la mitad de los pobres del mundo viven en países del G20 (especialmente en India, China e Indonesia). Las decisiones de los líderes del G20 afectan a la manera en que comerciamos, invertimos y nos relacionamos con los demás en todo el planeta.
Sin embargo, a pesar de su fuerza económica, el G20 sigue siendo lo suficientemente pequeño y ágil para afrontar asuntos difíciles, que grupos globales más grandes (y más pequeños, como el G7) no pueden.
Se ha erigido en órgano rector global, como lo requieren los buenos y los malos momentos, para gestionar tanto los desafíos como las oportunidades.
Como dijo el Primer Ministro de Australia, Tony Abbott, en el Foro Económico Mundial de Davos en enero, es más fácil ser optimista según comienza 2014. Se prevé que el crecimiento de Estados Unidos se eleve a cerca del 3%, con la creación de un millón de nuevos puestos de trabajo. El crecimiento de China se está moderando pero es probable que se mantenga por encima del 7%. La Eurozona por fin está volviendo a crecer y todo indica que, con los datos de marzo, España acumulará su tercer trimestre consecutivo de crecimiento.
Pero la recuperación mundial todavía es frágil. La “taper” de Estados Unidos está requiriendo una gestión hábil. Cerca de trescientos millones de jóvenes en todo el mundo no estudian ni trabajan, y la economía mundial necesita treinta millones más de puestos de trabajo para volver a los niveles de empleo de antes de la Crisis Financiera Global.
El reto en todas partes es promover un crecimiento y empleo sostenibles impulsado por el sector privado, evitando la acción por la acción del “government-knows-best”.
Hay muchos desafíos que podrían beneficiarse de la atención de los líderes del G20. Pero, para aprovechar al máximo nuestra oportunidad como anfitriones, Australia se está centrando en los asuntos de mayor importancia, en los que se pueden iniciar o continuar avances prácticos. Tomamos como punto de partida los resultados de la presidencia rusa de 2013, acordados por los líderes en la Cumbre de San Petersburgo, y consolidamos la agenda principal en torno a dos temas:
- Promover mayores resultados en crecimiento económico y empleo.
- Hacer que la economía global sea más resistente para hacer frente a futuros impactos.
No hay lugar para la auto-complacencia. Aunque estos temas suenen directos y razonables, llevarán tiempo y requerirán un diseño detallado, colaboración y compromiso.
En un gran paso adelante, los ministros de finanzas del G20 y los gobernadores de los bancos centrales decidieron recientemente en Sídney poner un número concreto a sus aspiraciones. Se comprometieron a implantar políticas que eleven nuestro PIB colectivo más del 2% sobre la trayectoria prevista con las actuales políticas durante los próximos cinco años.
Dicho de otro modo, estas políticas podrían generar más de dos trillones de dólares americanos en la actividad económica real, así como decenas de millones de nuevos puestos de trabajo.
Los países del G20 se han comprometido con políticas que impulsen nueva inversión privada, especialmente en infraestructura. Para España, que cuenta con grandes infraestructuras, el objetivo no es tanto la actividad en el país, sino las abundantes oportunidades que sus empresas de construcción, tecnología y energía están aprovechando en América Latina, Asia y África. Y también en Australia.
Los ministros de finanzas también se comprometieron a aumentar el empleo. Debemos incrementar la participación de la población activa. Y estamos decididos a aumentar el comercio en todo el mundo. España tiene mucho que aportar en estos campos, con siete meses consecutivos de bajada de las cifras de desempleo (aunque el propio Gobierno reconoce que esta labor sigue siendo primordial), y con superávit en 2013 gracias al despegue de la inversión extranjera.
El empleo y el comercio no sólo tienen el potencial de estimular el crecimiento interno, sino que tienen efecto más allá. Es decir, que las reformas internas en un país tendrán un efecto positivo en las tasas de crecimiento de otros miembros del G20. Y, como los miembros representan el 85% de la producción mundial, también tienen un efecto positivo en la economía global más amplia.
Como indicó en Sídney el Ministro de Economía español, Señor de Guindos, sobre el objetivo del G20 de elevar un 2% adicional el crecimiento global: “Lo importante es que, a través de reformas estructurales, se puede tener mejoras adicionales en el crecimiento a medio y largo plazo”.
También indicó que las reformas estructurales promovidas por el G20 ya habían dado fruto en la economía española, como ya he indicado antes.
Además, los ministros de finanzas del G20 han acordado trabajar más en la mejora de nuestras estrategias fiscales. Australia se propone muy seriamente poner su presupuesto en el camino de la sostenibilidad. No impondremos a otros miembros lo que nosotros mismos somos reticentes a llevar a cabo.
Los ministros de finanzas del G20 en Sídney se centraron en las políticas monetarias de las economías avanzadas. Reconocieron que la política monetaria necesita seguir siendo acomodativa en muchas economías avanzadas, pero debería normalizarse en su debido momento – y ese momento dependerá de la perspectiva de estabilidad de precios y crecimiento económico.
También se avanzó en un plan fiscal global basado en la erosión de la base impositiva y transferencia de beneficios, y la comunicación de datos entre jurisdicciones.
Todos nuestros bancos centrales en el G20 mantuvieron su compromiso, por el que las políticas monetarias seguirán siendo calibradas con atención y comunicadas con claridad. Y fueron más allá, dejando claro que intercambiarían información, conscientes del impacto de sus acciones en la economía global. Esto envió una señal muy clara: no queremos sorpresas.
La semana pasada, los Sherpas del G20 (que son los representantes personales de los jefes de gobierno) se reunieron en el rojo desierto australiano, en la tierra sagrada aborigen de Uluru, para sentar las bases de las políticas y buscar un consenso en asuntos que se llevarán a la Cumbre de Líderes en noviembre.
La reunión en Uluru permitió a los Sherpas sumergirse en las cuestiones normativas fundamentales para lograr el crecimiento económico:
- Inversión en infraestructura
- Comercio y competencia
- Políticas de empleo que incluyan la participación de la población activa
- Cambios en los mercados de la energía y su interrelación con el crecimiento económico.
Cada miembro del G20 está trabajando en Estrategias Nacionales de Crecimiento, es decir, una explicación por parte de cada país sobre el marco y los objetivos de sus políticas internas, diseñadas para reactivar un crecimiento económico sostenible y productivo – y de este modo contribuir al objetivo acordado de elevar el crecimiento global más de un 2% por encima de las previsiones actuales.
Somos conscientes de que habrá distintos retos y estrategias en cada país – no existe una solución única para todos. Pero es importante entender que todos los miembros del G20 están de acuerdo en los temas principales y en el objetivo del crecimiento real.
Disponemos de mecanismos de colaboración y consulta, no una elaboración de tratados estricta. El diseño, promulgación e implementación del Derecho Internacional requiere décadas, como la Unión Europea quizá comprende mejor que cualquier otro miembro. Hoy en día, con nuestras diferentes características, intereses y retos, necesitamos una forma más rápida y flexible de conducir nuestros países afines hacia nuestros objetivos globales compartidos.
El G20 está llevando a cabo una labor positiva, conduciendo nuestros países de forma más rápida y flexible hacia los asuntos económicos globales. Y nos complace enormemente que España esté sentada a esta mesa.