Mucho se habla de Siria como ámbito en el que determinadas organizaciones yihadistas pugnan actualmente por imponer su dominio territorial en detrimento de otros rebeldes con distinto ideario y agenda, pero igualmente inmersos en la cruenta contienda armada que se desarrolla en dicho país, la cual entra ya en su cuarto año. Siria preocupa cada vez más también como creciente foco de amenaza terrorista para otros países de Oriente Medio e incluso para los de Europa Occidental, de donde proceden varios miles de los extranjeros incorporados a aquellas organizaciones yihadistas.
Sin embargo, en estrecha relación con el devenir de los acontecimientos en Siria se encuentra la evolución reciente del terrorismo yihadista en el vecino Irak. Entre ambos países existe una frontera que supera los 600 km. Al este de la misma, dentro del territorio iraquí y sobre todo en la provincia de al-Anbar, es donde tiene su base una de las principales organizaciones yihadistas inmersas en el conflicto bélico sirio, el denominado Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL), cuyos integrantes se mueven con facilidad de un lado al otro de dicha frontera a través de tramos de la misma carentes de control oficial.
Además de su campaña en Siria, el EIIL, desposeído recientemente por los líderes de al-Qaeda de su previa condición de rama de la misma, ha incrementado asimismo su actividad dentro de Irak. Esta violencia explica en gran medida el aumento en el número de civiles muertos en atentados o enfrentamientos registrado recientemente en dicho país. Los datos compilados por www.iraqbodycount.org y ratificados por fuentes oficiales de Irak, revelan que en 2013 la cifra de civiles fallecidos en dicho país como consecuencia de ese tipo de incidentes fue de al menos 9.571, doblando la de 2012, por su parte algo superior a la de 2011. A finales de este último año, recuérdese, fue cuando abandonaron Irak las tropas estadounidenses que estaban desplegadas en el mismo desde 2003, lo que por cierto no supuso un descenso de los atentados suicidas en el país.
Pues bien, en enero y febrero de 2014, el número de civiles que han perdido la vida en atentados o enfrentamientos ocurridos en Irak se ha multiplicado por tres respecto a los mismos meses de 2013. Desde inicios del presente año, cada día muere una media de 33 personas, en su mayoría de confesión chií. Solo entre el 1 y el 15 de marzo se contabilizaban casi 500 víctimas mortales, un 20% más que en todo ese mismo mes el año anterior. Más de la mitad de los incidentes que produjeron esas víctimas se perpetraron según un repertorio de violencia típicamente terrorista, mediante bombas y atentados suicidas. Estos últimos son por lo común muy letales, aunque su frecuencia no haya superado el 10% del total de incidentes ocurridos en la primera mitad de marzo de 2014.
Durante estas mismas dos semanas se utilizaron armas de fuego en algo más del 40% de los incidentes y hubo incluso algunos episodios de lanzamiento de morteros o similar. Ello, en conjunción con la elevada cifra de civiles muertos –que sólo para marzo de 2014 puede alcanzar la misma que la organización terrorista ETA ha provocado a lo largo de toda su historia en un país relativamente equiparable al nuestro en cuanto al tamaño de su población (unos 32.000.000 de habitantes)–, sugiere que en Irak se está desarrollando, además de la violencia atribuible a una serie de milicias sectarias y tribales, una verdadera insurgencia yihadista que recurre principal pero no exclusivamente a tácticas de terrorismo.
A la existencia de esa insurgencia yihadista apunta también su extensión geográfica. Alrededor de un 20% de los atentados y enfrentamientos relacionados con la misma –si observamos, una vez más, como muestra significativa, los datos correspondientes a esos aludidos primeros 15 días de marzo de 2014–, ha tenido lugar en las principales localidades de la provincia de al-Anbar, con población mayoritariamente suní, y en torno a un 10% acontecieron en la propia capital, Bagdad. Pero un 70% se distribuyó por el resto del territorio iraquí.
Es decir, el desafío yihadista que plantea el EIIL en su ambición de instaurar un dominio islámico no se circunscribe a Siria, ámbito al cual se expandió desde Irak y en el que afronta constreñimientos derivados tanto de su confrontación con otras entidades yihadistas, en concreto Jabhat al-Nusra, declarada por al-Qaeda su rama en el primero de esos dos países, como de sus prácticas y la numerosa presencia de yihadistas extranjeros en sus filas, que habrían erosionado su base social. Más allá de la retórica implícita en su denominación como entidad, la ambición que el EIIL tiene de establecer un emirato incluye efectivamente a Irak.
Las autoridades iraquíes tienden a explicar no ya el mantenimiento sino el auge de la violencia terrorista en su país como resultado de factores externos, en particular de la situación en la colindante Siria, desde donde ciertamente penetran los yihadistas extranjeros movilizados por el EIIL, quienes en la actualidad ejecutan ya una mayoría de los atentados suicidas que acontecen en Irak y desde donde asimismo se introduce armamento en este último país. También han criticado a Arabia Saudí y Qatar por los recursos que de ambos países llegan a los rebeldes sirios y que terminan en manos de los yihadistas, siendo finalmente utilizados también dentro del territorio iraquí.
Pero, en realidad, esos factores externos exacerban una dinámica que responde, por una parte, a factores internos relacionados con la conflictividad no regulada que emana de las divisiones confesionales, étnicas y tribales existentes en el seno de la heterogénea sociedad iraquí, así como a la fragmentación y debilidad de las instituciones estatales. Por otra parte, responde a los problemas que desde la educación hasta la economía acucian al conjunto de la población, junto con la corrupción generalizada y sin olvidar la ausencia de un Estado de Derecho que sirva como referente a la lucha contra el terrorismo, lastrada asimismo por la descoordinación en materia de inteligencia o la primacía otorgada al uso de medios militares como respuesta.
El nuevo escenario de violencia generalizada en Oriente Medio que desde 2011 amenaza progresivamente con desmoronar la frágiles estructuras estatales existentes y con romper la ya quebradiza fibra social habituales en los países de la región, convirtiéndose en un foco de amenaza terrorista para otros de la misma zona –ahí están los casos más inmediatos de Líbano y Jordania– y para los de Europa Occidental. Abordarlo requiere por parte de los gobiernos nacionales concernidos dentro y fuera de la zona de conflicto, de la UE en especial, así como de la comunidad internacional en su conjunto, un tratamiento que considere a Siria e Irak un mismo espacio de insurgencia yihadista.