El domingo, 26 de junio, dos soldados del Ejército español murieron y otros tres resultaron heridos cuando un artefacto explosivo estalló al paso del vehículo blindado en que patrullaban por la provincia de Bagdhis. ¿Estamos ante una ofensiva terrorista de los talibanes contra las tropas extranjeras en Afganistán?
Efectivamente, el trágico atentado que ha costado la vida a dos miembros de nuestras Fuerzas Armadas y ocasionado lesiones a tres más, al igual que la explosión en la que ocho días antes resultaron heridos otros cuatro militares y un intérprete son actos de terrorismo, destinados a generar estados mentales de amedrentamiento entre los soldados e incidir sobre la opinión pública española, que se inscriben en la llamada ofensiva de primavera. Los talibanes afganos la declararon el pasado mes de abril, días antes de la muerte de Osama bin Laden, por lo que no se trata de una campaña de represalias por la muerte del que fuera líder de Al Qaeda. Es particularmente reseñable que el notable incremento registrado desde el pasado mes de mayo en las acciones de violencia terrorista desarrolladas por los talibanes y por grupos afines a los mismos, cuya base se encuentra incluso al otro lado de la frontera, sobre todo en territorio paquistaní, coincide, por una parte, con avances en la implementación de la transferencia de responsabilidades de seguridad a militares o policías afganos y, por otra, con pronunciamientos oficiales de las autoridades estadounidenses sobre conversaciones con los talibanes.
¿Estamos entonces ante una ofensiva terrorista dirigida contra tropas extranjeras en Afganistán, ahora que empiezan a confirmarse planes para una retirada progresiva de estos contingentes militares desplegados desde hace casi diez años en ese país y pese a las expectativas de interlocución con los talibanes?
Desde luego, los militares extranjeros y sus instalaciones en Afganistán son un blanco de la violencia talibán en general y de los atentados terroristas en particular. Y como resultado de esta violencia hay víctimas entre soldados de las distintas naciones que contribuyen con tropas a la llamada fuerza internacional de asistencia a la seguridad en Afganistán. Pero no son el principal de los blancos ni constituyen la mayor parte de las víctimas del terrorismo talibán. Durante el pasado mayo, por ejemplo, se calcula que, como consecuencia de los ataques y atentados llevados a cabo por los talibanes, perdieron la vida 29 militares extranjeros, pero el número de víctimas mortales entre personal de la policía nacional afgana o integrantes del ejército nacional afgano fue, ese mismo mes, superior a 100. Más aún, los talibanes causaron la muerte a casi 240 civiles afganos. La gran mayoría de los 19 atentados suicidas contabilizados ese mes fueron cometidos contra blancos afganos, en especial civiles. Difícilmente puede hablarse de que las tropas extranjeras desplegadas en Afganistán sean el principal blanco del terrorismo talibán, cuando los datos revelan con claridad que los talibanes están sobre todo matando afganos y una mayoría de los muertos pertenecen a la población civil.
Esa realidad contrasta desde luego con la imagen que transmiten los medios de comunicación, que tienden a centrar su atención en los atentados contra militares de sus respectivos países. Pero, ¿cómo se explica que la realidad de la violencia terrorista en Afganistán sea tan distinta de lo que parece?
Es una violencia insurgente que en ocasiones se manifiesta mediante las actuaciones de partidas más o menos numerosas de militantes talibanes armados pero que, con mucha mayor frecuencia, lo hace a través de atentados con artefactos explosivos, a veces suicidas, que son genuinamente terroristas. El terrorismo predomina desde hace tiempo, probablemente por influjo de Al Qaeda, en el repertorio de violencia que utilizan los talibanes. Y si este terrorismo se dirige ante todo contra blancos afganos y causa víctimas mortales principalmente entre la población civil afgana es porque hace tiempo que la estrategia talibán obedece menos al combate contra la presencia de tropas extranjeras en Afganistán que a la voluntad de imponer el control social y recuperar el poder. Según datos de Naciones Unidas, el 75% de los 2.777 civiles muertos el pasado año en el contexto del conflicto afgano perecieron a manos los talibanes y sus aliados. Y seis de cada diez de esas víctimas mortales perecieron como consecuencia de artefactos explosivos, atentados suicidas y asesinatos individualizados. Conviene tener presente estos datos para no hacer juicios equivocados sobre la realidad de lo que viene sucediendo y puede suceder en Afganistán.