Desde hace años se plantea de forma recurrente la cuestión en debates y artículos. ¿Por qué tiene España una presencia tan escasa en Asia? ¿Por qué las empresas españolas muestran tan poco interés por unos mercados que han sido los más dinámicos del mundo en los últimos tiempos? ¿Por qué otros países europeos, como Alemania, Francia o Italia, están mucho más avanzados que España en cuanto a su presencia en Asia? ¿Qué se puede hacer para corregir este déficit de presencia en Asia?
Lo primero que hay que decir es que el hecho de que las empresas españolas tengan una presencia limitada en Asia es algo normal y esperable. Las empresas, cuando abordan sus procesos de internacionalización, buscan minimizar costes y riesgos. Por eso se dirigen, en las primeras etapas de su internacionalización, a zonas que están cercanas desde el punto de vista geográfico, cultural, político, así como a zonas en las que tienen un acceso más fácil para sus productos.
De esta forma, es completamente lógico que la UE absorba prácticamente dos tercios de las exportaciones españolas. Aparte de su proximidad geográfica –que facilita los contactos, el transporte de mercancías, etc.– y una relativa proximidad cultural, los países europeos ofrecen dos grandes ventajas. Por un lado, existe un mercado único, lo cual supone que las exportaciones no se enfrentan a barreras comerciales como aranceles, cuotas o restricciones administrativas y técnicas. Por otro, ofrecen menos riesgos en la medida que son mercados desarrollados, con un marco regulatorio estable y seguro, y un riesgo político muy pequeño en comparación con muchos mercados emergentes.
Latinoamérica está considerada como el otro gran mercado “natural” de las empresas españolas. Esta apreciación no es correcta, al menos en parte. Latinoamérica es una zona muy importante en lo que se refiere a inversiones de empresas españolas, pero no en lo que se refiere a exportaciones. En 2015 Latinoamérica recibió algo más del 5% de las exportaciones españolas. España exporta a Portugal bastante más que a todos los países latinoamericanos juntos.
Por otra parte, el proceso de internacionalización de la empresa española ha sido más tardío que en el resto de los países europeos, por razones histórico-políticas bien conocidas (España no se incorporó a la UE hasta 1986, tres décadas después del Tratado de Roma).
En este contexto, es normal que las empresas españolas llegaran tarde y de forma limitada a los mercados asiáticos, unos mercados lejanos geográfica y culturalmente, con los que España ha tenido históricamente escasas relaciones políticas e institucionales y escaso interés por las mismas –una tónica que se mantiene en nuestros días, al menos en comparación con otros países europeos: Merkel, por ejemplo, ha visitado China ocho veces como Canciller Federal…
Para las empresas españolas con poca experiencia internacional, en particular para las Pymes que ya tienen en general serias limitaciones de recursos para su actividad internacional, los mercados asiáticos ofrecen numerosas dificultades: para conocer su funcionamiento, para identificar socios potenciales; en algunos casos ofrecen riesgos políticos considerables.
Retraso en la internacionalización, lejanía (en todos los órdenes), la necesidad de reducir riesgos: estos son los factores, nada sorprendentes o especiales, que explican por qué la presencia española en Asia es limitada y sensiblemente inferior a la de otros países europeos.
Ahora bien, la tendencia es positiva. Así, la participación de los países asiáticos en las exportaciones españolas ha crecido del 3,6% en el año 2000 al 6% en 2015 (en este último año, por cierto, esta participación ha sufrido un retroceso, como consecuencia de la desaceleración de las economías emergentes). La presencia diplomática española, en particular mediante Oficinas Comerciales, se ha ido reforzando de forma significativa. En España se detecta un creciente interés por los temas y estudios asiáticos, por el estudio del chino.
En los últimos 15 años las exportaciones españolas a China se han multiplicado por ocho. Cuando yo estuve en China destinado como Consejero Comercial de la embajada de España, a fines de los ochenta, las empresas españolas implantadas en el país se podían contar prácticamente con los dedos de las manos; ahora son muchas docenas o incluso cientos. También numerosos profesionales han ido a trabajar a China.
Cara al futuro no es realista pensar en soluciones especiales, o en grandes saltos adelante. Las limitaciones –empresariales, institucionales– están ahí, y no se eliminan de un día para otro –no afectan únicamente a la presencia española en Asia. Siendo optimistas cabe esperar que la tendencia de los últimos 15-20 años se mantenga en el futuro, y que las empresas españolas sigan trabajando, con la prudencia debida, y vayan aumentando paulatinamente su actividad en los mercados asiáticos.