Una conjunción de factores meteorológicos y técnicos causó a principios de año una ola de subidas de precios de la electricidad en toda Europa. Además de las explicaciones relacionadas con la estructura de la tarifa eléctrica o con los imprevistos de una climatología adversa, también influye el patrón de interdependencia que rige los mercados energéticos europeos y su seguridad de abastecimiento. Desde la perspectiva internacional, cuando al frío se suman la sequía, la falta de viento y sol, y paradas del parque nuclear francés por razones de seguridad, los países del Sur de Europa se apresuran a comprar más gas argelino que el contratado.
El pasado mes de enero, Argelia no pudo responder al fuerte aumento de la demanda francesa y española de gas natural licuado (GNL) por una parada de mantenimiento no programada en su planta de Skikda. Según Sonatrach, la planta se vio afectada por un problema técnico a finales de diciembre que obligó a una parada de tres semanas y a recurrir a la planta de Arzew, de menor tamaño. Unos días después de reiniciar la actividad, hubo de ser parada de nuevo por una caída de presión en el gasoducto procedente de Hassi R’Mel. La temporal incapacidad argelina de responder a una demanda adicional imprevista se sumó al aumento de los precios del gas en el mercado internacional por la subida de los del petróleo.
Skikda reinició su actividad a finales de enero, lo que junto a la mejora de las condiciones meteorológicas y el permiso de la Autorité de Sûreté Nucléaire (ASN) para abreviar las paradas y anticipar la reapertura de algunas centrales francesas, flexionaron los precios del gas a la baja, y con ellos los de la electricidad. Este aparente regreso a la normalidad no debe ocultar las imperfecciones del patrón de interdependencia energético europeo a que se aludía en el párrafo inicial.
La primera y más evidente es de carácter estrictamente europeo y está relacionada con la ausencia de interconexiones suficientes entre los mercados energéticos español y francés. Por el lado positivo, las nuevas interconexiones eléctricas han permitido paliar el impacto de la parada nuclear francesa con exportaciones de electricidad española, aunque a costa de aumentar también los precios en España (y a la inversa cuando se han producido importaciones españolas de electricidad de Francia). La parte negativa es que un sistema europeo con unas interconexiones eléctricas y, sobre todo, gasistas adecuadas hubiese ayudado a suavizar los cuellos de botella y las alzas de precios tanto en Francia como en España. Así, las carencias de gas que han aquejado a la terminal mediterránea francesa de Fos-sur-Mer podrían haberse resuelto si el gasoducto Midcat entre España y Francia se hubiese construido.
La segunda imperfección, sobre la que se centra este comentario, es la naturaleza de la relación energética entre Argelia y Europa. Se ha argumentado anteriormente que la interdependencia energética entre Argelia y la UE, al menos con los países europeos del Mediterráneo occidental, no cuenta con mecanismos de gestión a la altura de su relevancia estratégica, y que esfuerzos recientes como el Foro Energético UE-Argelia corren el riesgo de saldarse con otra oportunidad perdida para ambas partes.
El reciente episodio de aumento de precios de la electricidad en los mercados europeos meridionales muestra cómo dicha interdependencia resulta clave para la seguridad energética de la UE, y desde luego de España (independientemente de la situación política del país y la deteriorada salud de su presidente). La UE comparte con Argelia el interés por aumentar la inversión en el sector gasista argelino, aumentando así su producción y sus exportaciones hacia Europa. De hecho, la producción argelina de gas ha crecido en 2016 tras varios años de atonía e incluso declive, y Argelia ha apostado fuerte por expandir sus exportaciones a la UE para no perder cuota de mercado ante las exportaciones de GNL de Qatar y, en un futuro cada vez más inmediato, de EEUU.
“Argelia no ha sabido aprovechar esta oportunidad para proyectarse como un proveedor de seguridad energética a la UE”
En este contexto, a mediados de enero el director general de GRTgaz, filial de Engie (antigua GDF Suez), insinuó que el desabastecimiento padecido por su compañía en Fos-sur-Mer no se debía sólo a problemas técnicos con la terminal de Skikda, sino a problemas más graves con la producción de gas argelina. Sonatrach reaccionó negando categóricamente tales problemas y su responsabilidad en el desabastecimiento del sur de Francia: Sonatrach habría cumplido sus compromisos contractuales y atendido demandas de otros clientes habituales argelinos (entre ellos España). Más aun, dicho desabastecimiento sería debido a una mala planificación francesa (aduciendo, por ejemplo, que desde la posteriormente desabastecida terminal de Fos se habrían re-exportado varios fletes de GNL justo antes de la ola de frío de enero que hubiesen bastado para solventar la escasez).
La parte argelina explicó las acusaciones francesas con dos motivos: descargar la responsabilidad política y empresarial de los altos precios de la electricidad alcanzados en Francia en Sonatrach; y presionar a la compañía nacional argelina de cara al inminente proceso de revisión de los contratos de gas a largo plazo con Engie. El problema es que la proverbial falta de transparencia de Sonatrach hace que las acusaciones y los rumores infundados no queden inmediatamente descartados con meras declaraciones de la compañía.
Pero el resultado, una vez más, es que Argelia no ha sabido aprovechar esta oportunidad para proyectarse como un proveedor de seguridad energética a la UE, capitalizando su contribución a la normalización de los precios en una situación excepcional de los mercados europeos. Para ello debe urgentemente ganar en credibilidad y profundizar en las reformas para atraer la inversión extranjera necesaria para desarrollar sus recursos de gas y ofrecer un horizonte estable de suministro de gas a la UE.
Por parte europea, falta igualmente una perspectiva de largo plazo sobre el papel que la política energética de la UE quiere dar al gas argelino, incluyendo las interconexiones con Francia a través de España. El recientemente aprobado Paquete de Invierno parece apostar, si bien implícitamente, por una combinación de gas natural y renovables similar a la que ha permitido a EEUU reducir sus emisiones de CO2 de manera considerable al tiempo que mantiene precios bajos de la electricidad. Este es el tipo de medidas y propuestas que pueden estructurar un patrón de interdependencia energética entre Europa y Argelia que responda a las preferencias de ambas partes.
“España […] hubiese podido contribuir más a la seguridad económica del sistema energético europeo en presencia de interconexiones ”
Para ello, lo primero es evitar descargar responsabilidades por parte de los operadores europeos en quien en última instancia debe contribuir a paliar sus problemas de suministro energético con fletes de urgencia de GNL. La Comisión Europea debe asegurar el desbloqueo del cuello de botella energético que siguen suponiendo los Pirineos e impulsar la construcción de interconexiones eléctricas y gasistas, con prioridad para el gasoducto Midcat. Por parte argelina, debería abandonarse la resistencia a asumir la nueva configuración de los mercados gasistas y mejorar el entorno de la inversión para capitalizar sus ingentes recursos de hidrocarburos, empezando por aumentar la transparencia.
En clave española, el debate en el Parlamento y el Consejo Europeo sobre el Paquete de Invierno de la Unión de la Energía es el momento de transferir tales preferencias a la UE. España puede poner en valor que su capacidad de GNL le ha permitido sortear una crisis de suministro, pero que hubiese podido contribuir más a la seguridad económica (menores aumentos de precios) del sistema energético europeo en presencia de interconexiones. En el plano bilateral, la celebración este próximo verano de la Reunión de Alto Nivel Argelia-España proporciona otra oportunidad para alinear las preferencias de ambos países en el diseño del futuro sistema energético europeo.
De los acontecimientos de las últimas semanas podemos concluir que Argelia sigue ocupando un papel axial en la seguridad energética del sur de Europa. Pero también que éste sólo tiende a reconocerse por parte europea en momentos de urgencia y, en algunos casos, a regañadientes. No es ésa desde luego la visión de España, como mostró la reacción del gobierno y el sector energético español en enero, y así deben defenderla. Próxima oportunidad: la visita de Maroš Šefčovič, vicepresidente de la Comisión Europea y responsable de la Unión de la Energía a mediados de marzo.