Cuba se enfrenta a su mayor crisis desde el Período Especial de los años 90. A los problemas económicos que azotan el país por la caída del turismo y la desintegración de la industria azucarera, se suman los recurrentes episodios de apagones y las dificultades para obtener combustible. En octubre, la isla experimentó algún tipo de racionamiento eléctrico en el 97% de las horas y sufrió un apagón sin precedentes desde las once de la mañana del día 18 hasta la tarde del 22. La pérdida de Venezuela como gran benefactor petrolero y el envejecimiento de la infraestructura eléctrica son las principales causas de la actual crisis. A corto plazo, el gobierno cubano carece de medios para afrontar ninguna de ellas, lo que hace prever una prolongación de la crisis, empeorando la situación límite en la que vive la isla.
El sistema energético cubano depende fundamentalmente del petróleo para su funcionamiento. La isla consume cerca de 125.000 barriles diarios con una producción doméstica de crudo que se sitúa en torno a los 40.000 barriles. Dadas sus características técnicas (elevada viscosidad y contenido en azufre) éste es mezclado con nafta y destinado principalmente a la generación eléctrica sin ser refinado. Para cubrir la demanda del transporte, industria, agricultura y algunas plantas eléctricas, Cuba importa unos 85.000 barriles diarios de petróleo crudo y combustibles. Desde la caída de la Unión Soviética, y debido a los problemas para acceder a divisas y operar en el sistema financiero internacional, asegurar las importaciones de petróleo necesarias para el país ha sido un verdadero reto.
En octubre, la isla experimentó algún tipo de racionamiento eléctrico en el 97% de las horas y sufrió un apagón sin precedentes desde las once de la mañana del día 18 hasta la tarde del 22.
Con la llegada del chavismo en 1999, Venezuela se convirtió en el principal proveedor de crudo, suministrando petróleo a precios preferenciales en el marco de acuerdos como Petrocaribe o como intercambio por servicios médicos. Hasta 2016, Cuba recibía unos 100.000 barriles diarios de Venezuela, una cantidad que le permitía cubrir su consumo doméstico y exportar gasolina desde la refinería de Cienfuegos, propiedad conjunta de las estatales PDVSA y Cupet. Con el colapso de la industria petrolera venezolana, Caracas redujo progresivamente los envíos a la isla y para 2021 las entregas no superaban los 60.000 barriles diarios. En 2022, el levantamiento parcial de las sanciones estadounidenses sobre Venezuela por parte de la Administración Biden agravó la crisis cubana al permitir un retorno del petróleo venezolano al mercado internacional. Venezuela priorizó sus intereses económicos y ajustó sus envíos a Cuba a aproximadamente 35.000 barriles diarios, generando un importante malestar en La Habana ante, en palabras de Díaz-Canel, el “incumplimiento” de los convenios de suministro. En agosto de 2022, un incendio en la terminal petrolera de Matanzas, la más importante del país, agravó el problema energético. Cuba perdió en el incidente más de un millón de barriles y no ha logrado restablecer sus capacidades logísticas.
México y Rusia han sido los principales proveedores que han compensado la disminución del suministro venezolano. En 2023, México, a través de PEMEX y la subsidiaria Gasolinas Bienestar S.A., envió más de 20.000 barriles diarios a Cuba de crudo y derivados, transacciones que, debido a las restricciones estadounidenses sobre la isla, se hicieron bajo la etiqueta de humanitarias, en pesos mexicanos y con petroleros de bandera cubana. Mientras el gobierno de López Obrador lo enmarca como parte de su diplomacia regional, PEMEX, que arrastra una situación financiera muy delicada, defiende que se trata de una mera operación comercial. Cuba también ha logrado que Rusia, y en el pasado Argelia, envíe crudo ocasionalmente a la isla, aprovechando la diplomacia bilateral entre ambos países, por ejemplo, tras la visita del ministro cubano de Comercio e Inversión Extranjera, Ricardo Cabrisas, a Moscú en marzo de 2024. El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca puede complicar la situación para Cuba si, de nuevo, aplica una política de máxima presión sobre la isla. Una amenaza de Washington de excluir a PEMEX del mercado de deuda en Estados Unidos (EEUU) se traduciría, muy probablemente, en una interrupción inmediata de la ayuda.
Independientemente de la coyuntura internacional, los problemas energéticos del país son consecuencia de una crisis estructural más profunda. El sistema eléctrico cubano está compuesto principalmente por centrales térmicas con más de 40 años de antigüedad que sufren un mantenimiento insuficiente y, ésta es la raíz del problema, alternan meses de funcionamiento efectivo con una imprevisible indisponibilidad. Como una solución temporal, en 2018 Cuba contrató la empresa turca Karpowership para traer plantas eléctricas flotantes a la isla. Este contrato se ha renovado en varias ocasiones hasta alcanzar las ocho embarcaciones con una capacidad de 740 MW, equivalente a un 20% de la demanda eléctrica. Pese a la falta de transparencia de este acuerdo, se especula que las relaciones diplomáticas entre Turquía y Venezuela pudieron facilitar las negociaciones, teniendo en cuenta el alto riesgo de impago por parte de Cuba. La falta de combustible para estas plantas flotantes, que no pueden operar con petróleo cubano y requieren diésel o fuelóleo, las ha obligado a parar durante los últimos meses, agravando la crisis del sistema eléctrico.
La política energética reciente de Cuba refleja los fracasos del régimen en la modernización de su sistema eléctrico. Con el fin del Periodo Especial, en 2004, Fidel Castro anunció la Revolución Energética, logrando renovar muchos de los equipos eléctricos de los hogares, pero sin conseguir transformar las plantas termoeléctricas y las envejecidas redes de la isla. El plan apostó por reforzar la generación distribuida con grupos electrógenos que requieren de un combustible que escasea y cuyo precio para los particulares no ha parado de crecer en los últimos años ante las dificultades para mantener los subsidios. Para reducir la dependencia de los productos petrolíferos importados, la planificación energética del gobierno espera alcanzar para 2030 un 37% de energías renovables en su mix eléctrico a partir de biomasa azucarera o marabú (17%), solar, eólica e hidroeléctrica (20% restante) desde el 5% actual. Estos objetivos parecen difíciles de materializarse. En materia de energía solar y eólica, los avances se han limitado a donaciones en el marco de la ayuda al desarrollo por parte de la Unión Europea (UE) y China. En el caso de la biomasa, el crítico estado del sector azucarero en Cuba, que incluso llevó al país a importar azúcar en 2023 para abastecer la industria del ron, limita considerablemente su potencial.
Cuba se enfrenta a una profunda crisis energética que, gracias al generoso apoyo de Venezuela, había podido disimular en los últimos años. La ayuda coyuntural de aliados como México y Rusia puede aliviar los problemas más urgentes relacionados con la escasez de combustible para el transporte y la generación eléctrica. Sin embargo, el verdadero obstáculo para el progreso de la isla sigue siendo el apagón político que sufre La Habana desde hace décadas y la incapacidad que demuestra el régimen ante cada crisis.