España se ha forjado una cierta imagen de país cercano a los países árabes en la política internacional, ajeno a Israel e incluso antisemita. Esa imagen es en buena parte herencia del franquismo que utilizó con desparpajo el lema de la conspiración judeo-masónica y desarrolló una política exterior de apoyo a los países árabes, mientras se negaba a reconocer al estado de Israel. Aunque España finalmente lo reconoció en 1986, y aunque la presencia de población judía en nuestro país es apenas anecdótica, algunos medios y expertos sugieren que en España sigue existiendo antisemitismo. Muchos dirían que eso es improbable cuando, como ocurre en nuestro país, la inmensa mayoría de la población jamás ha conocido a un judío. Sin embargo, por desgracia, el antisemitismo sin judíos es un fenómeno bien conocido y analizado en muchos países.
No se trata de un asunto fácil: el rechazo a la posición del Estado de Israel en su conflicto con la población palestina puede expresarse en ocasiones de tal forma que se confunde con el rechazo al conjunto de la población judía en el mundo; es decir, con el antisemitismo. De hecho el antisionismo se ha utilizado a menudo en muchos países como expresión políticamente aceptable del antisemitismo.
En España se han producido varios incidentes en los últimos años (pueden seguirse en el Observatorio de Antisemitismo en España) que han reactivado esa imagen de antisemitismo, como el rechazo de los organizadores del festival musical de Benicassim a la participación de un cantante judío estadounidense, que no contestó a su exigencia de que previamente se pronunciase a favor del derecho de los palestinos a un estado propio (2015). O el reciente boicot en la Universidad Autónoma de Madrid a un profesor israelí invitado para hablar sobre la enseñanza de la ciencia en las aulas de educación infantil. El boicot, protagonizado por estudiantes pro-palestinos, obligó a suspender la conferencia. Pero incidentes como éste, ¿expresan sólo la posición de quienes los protagonizan o indican un estado de ánimo general? ¿Somos los españoles antisemitas? Y, ¿de qué lado estamos en el sempiterno conflicto palestino-israelí? Para responder a esto tenemos que acudir a los estudios de opinión pública, no muy abundantes en este tema.
El más reciente es el realizado por el Pew Global Institute en 2015 que compara las posiciones en varios países europeos ante tres grupos que tradicionalmente concitan alguna reticencia en esta parte del mundo: musulmanes, gitanos (o “roma”) y judíos.
Como se aprecia, el rechazo a los judíos en el conjunto de los países de la muestra es muy inferior al que se detecta frente a los otros dos grupos. Lo mismo ocurre en España, donde, sin embargo, el rechazo a los judíos –o la voluntad de expresarlo– es superior al que se da en Alemania o en dos países con mucha más población judía, Francia y Reino Unido, pero inferior al de Polonia o Italia. Los datos de la misma encuesta realizada un año antes, en el 2014, permitían también la comparación con Grecia, que resulta llamativamente antisemita.
De estos datos podemos deducir que efectivamente existe antisemitismo en nuestro país, pero que es minoritario y afecta a menos de la quinta parte de la población.
Algo semejante ocurre respecto al conflicto palestino-israelí, aunque los datos más recientes en este caso son ya algo antiguos (2007):
“Respecto al conflicto entre Israel y los palestinos: con cuál de los dos simpatiza usted más?”
La encuesta del Pew Global Institute muestra que la mayoría de la población española no tiene una posición favorable a ninguno de los dos bandos en el conflicto palestino-israelí. Un 62% o bien no tiene opinión, o bien dice que apoya a ambos bandos por igual o que no apoya a ninguno. Es cierto que entre los que sí se inclinan por alguno de los dos grupos, la mayoría son pro-palestinos, un 27%, frente al 11% pro israelí. Resulta, por tanto, que no puede definirse a la población española como pro-palestina, ya que sólo algo más de la cuarta parte lo es. En esta distribución de opiniones, España es claramente menos pro-israelí que EEUU, Alemania, Francia, Canadá o los países africanos que no son árabes ni musulmanes. Sin embargo, la posición española ante el conflicto está muy lejos de la de los países árabes, donde el apoyo a la causa palestina es casi unánime. En conjunto, la mayor parte de la opinión pública española es neutral, aunque claramente la posición pro-palestina es mucho más visible en la vida pública que la contraria.