El yihadismo global y la amenaza terrorista inherente al mismo existen desde hace algo más de treinta años. A lo largo de este tiempo han atravesado ya por tres fases. En la actualidad se encuentran en un momento de transición entre el final de la tercera fase y el inicio de cuarta. Al concluir la primera y la segunda se extendieron interpretaciones sugerentes sobre el futuro de dicho fenómeno que la realidad vino después a refutar. Si alguna lección cabe extraer de ello es que no se debe subestimar la reiterada capacidad que las organizaciones yihadistas han tenido para adaptarse y reconfigurarse como respuesta a circunstancias adversas, para aprovechar oportunidades imprevistas de un modo que tornase su eventual decadencia en auge y hasta para innovar en las expresiones del repertorio de terrorismo que les es propio.
La primera fase en la evolución del yihadismo global y de su constitutiva amenaza terrorista se inició en 1988 con la fundación de al-Qaeda como núcleo fundacional y matriz de referencia del fenómeno en su conjunto. Concluyó 13 años más tarde, con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, así como sus inmediatas repercusiones. Entonces se extendió, tanto en círculos académicos como incluso entre servicios de inteligencia, el falaz argumento de que al-Qaeda había dejado de existir como organización dotada de liderazgo y estrategia, de que había pasado a ser una mera ideología, de que el yihadismo global se había convertido en un fenómeno amorfo y de que su amenaza terrorista se limitaba a la proveniente de individuos o células independientes. Nada de esto ocurrió. Al contrario.
A inicios de 2002 podemos considerar abierta la segunda fase, durante la cual al-Qaeda se descentralizó, el yihadismo global devino un fenómeno polimorfo y su amenaza terrorista se diversificó, siendo a menudo compuesta, en la que se mezclaban actores correspondientes a dos o más entidades yihadistas, como en los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Esta fase terminó en 2011 con el abatimiento de Osama bin Laden en su refugio de Abbottabad y las revueltas antigubernamentales en algunos países del mundo árabe, ocurridas sin que intervinieran ni al-Qaeda ni cualquiera de sus organizaciones asociadas. Pero ni ello ni la por entonces baja legitimación de al-Qaeda entre su población de referencia supuso, al contrario de lo que sin embargo se profetizó, ni su colofón ni la irreversible decadencia del yihadismo global.
Al-Qaeda, en tanto que estructura terrorista global, se sirvió de la inestabilidad en Oriente Medio y África para reforzarse e incrementar sus actividades. Cabe así situar en 2012 el inicio de la tercera fase en la evolución del yihadismo global, en la que este movimiento se dividió en dos bloques. Por un lado, el relacionado con al-Qaeda. Por otro, el relacionado con la que hasta 2013 fue su rama iraquí y al año siguiente, configurada como Estado Islámico, proclamó un califato sobre amplios territorios de Siria e Irak, desde los que promovió una movilización yihadista internacional sin precedentes y planificó atentados como los del 13 de noviembre de 2015 en París. Al desaparecer, en 2019, el último reducto de ese califato y ser abatido, en su refugio de Barisha, Abu Bakr al-Bagdadi, líder de Estado Islámico, finaliza la tercera fase.
Al observar la transición de la tercera a la cuarta fase en la evolución del yihadismo global, que está teniendo lugar, se constata que dicho fenómeno está más extendido que nunca, aunque su grado de articulación o el predominio de uno u otro de los bloques en que se encuentra escindido varíe según regiones. También que ambos bloques comparten una misma ideología, el salafismo en su versión más belicosa, al igual que unos mismos fines, aunque sus respectivos dirigentes discrepen en la estrategia mediante la cual alcanzarlos. Además, que al-Qaeda y Estado Islámico compiten aún por la hegemonía del yihadismo global, pero hay situaciones en que han cooperado y podrían fusionarse. Mejor pensar escenarios como este que infravalorar la capacidad del yihadismo global para persistir y renovar su amenaza terrorista.