El tema de moda en Europa es el de los Top Jobs. No puede ser otro. Cómo va a poder ser otro con lo divertido que es especular (y lo difícil que es elegir teniendo en cuenta el necesario balance ideológico-geográfico y de género) sobre quiénes van a dirigir las instituciones comunitarias a lo largo del próximo ciclo institucional. Que no se me entienda mal, no obstante. Desde luego que es imprescindible hablar de esto, pero ello no ha de causar el bloqueo de otros temas con una importancia capital en el futuro de la Unión Europea.
Uno de dichos temas es el de la política de ampliación de la UE. La misma que ha permitido que pasemos de 6 miembros iniciales a los 28 de hoy. Situémonos ahora en el Consejo Europeo del jueves pasado. En el punto 18 de las Conclusiones se dice lo siguiente:
“El Consejo Europeo refrenda las Conclusiones sobre la ampliación y el Proceso de Estabilización y Asociación adoptadas por el Consejo el 18 de junio de 2019”.
¿Qué significa esto? Para entenderlo, lógicamente tenemos que irnos a lo que se decía el 18 de junio en el Consejo. El documento comienza con unos párrafos iniciales de reiteración del compromiso con el proceso de ampliación, para pasar rápidamente a hablar sobre la situación de los tres países que hoy en día están negociando su adhesión (Montenegro, Serbia y Turquía – con oscuras perspectivas comunitarias en el caso de los turcos– ). Por último, se detiene en quienes todavía se encuentran en el Proceso de Estabilización y Asociación: Macedonia del Norte, Albania, Bosnia y, finalmente, Kosovo.
Lo más relevante del documento se puede encontrar en los puntos 38 y 39, relativos a Macedonia del Norte y Albania, respectivamente. En dichos puntos, el Consejo despacha con una sorprendente facilidad tanto la recomendación de la Comisión Europea de iniciar negociaciones de adhesión con los citados países, como sus propias conclusiones del 26 de junio del pasado año. Una vez más lanza la pelota hacia delante, con una excusa de lo más vaga (las negritas son mías):
“Habida cuenta del escaso tiempo disponible y de la importancia del asunto, el Consejo volverá a tratar esta cuestión con vistas a llegar lo antes posible, y a más tardar en octubre de 2019, a una decisión clara y concluyente”.
La fecha de octubre de 2019 no es casualidad. Se trata del mes en el que expira el mandato del actual presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. Si bien es cierto que el político luxemburgués no empezó siendo un gran fan de la política de ampliación (anunció bien pronto que no habría nuevas incorporaciones al club a lo largo de su mandato), conforme ha ido pasando el tiempo sí que ha visto las ventajas (sobre todo las geopolíticas) de tener a los Balcanes Occidentales cerca de la UE, como se demostró con la publicación de la estrategia de ampliación del pasado año. Con otro presidente de la Comisión la agenda de la ampliación podría volver a paralizarse.
En todo caso, el apetito de los Estados miembros por avanzar es prácticamente nulo, sobre todo en algunos casos particulares. Así, dos países fundadores como Francia y Países Bajos son los grandes artífices del rechazo (tanto el año pasado como éste) a comenzar las negociaciones de adhesión con Macedonia del Norte y Albania. Las motivaciones de ambos son distintas e incluso distantes, pero sirven para hacer causa común ante un avance que, conviene recordarlo las veces que haga falta, no provocaría en ningún caso una adhesión inmediata de macedonios y albaneses. El proceso es largo y tedioso, pero qué duda cabe que la capacidad de influencia que tiene la Unión Europea sobre todo lo que tiene que ver con el acervo comunitario (en aspectos tanto económicos como de respeto a los valores europeos) en los países con los que negocia su incorporación al club es mucho mayor.
Es cierto que algunos de los resultados de la última ampliación no favorecen. Nadie pensó entonces que se podrían producir desafíos al Estado de Derecho una vez los países se incorporaran a la UE y eso es precisamente lo que se lleva produciendo desde hace varios años en lugares como Hungría, Polonia o Rumanía. Además, el miedo a incorporar nuevos conflictos regionales (Serbia-Kosovo), inestabilidad interna (Bosnia) o problemas con la corrupción (en toda la región), no ayuda en absoluto a convertir en más atractiva la posibilidad de adhesión balcánica.
Nada de ello obsta sin embargo a que se vayan dando pasos, aunque sean pequeños. En octubre se tendrá que dar una solución definitiva a la situación de Albania y Macedonia del Norte. ¿Empezarán a iniciar su adhesión? Las perspectivas en estos momentos no son nada halagüeñas. Los Balcanes ocupan un plano muy secundario en los intereses comunitarios desde hace mucho tiempo. Pero la UE debe ser justa y recompensar los esfuerzos que se están llevando a cabo, que en el caso de Macedonia del Norte son muy visibles. Sería, además, muy torpe geopolíticamente si dejase pasar una nueva oportunidad en la región. Hay muchos otros actores de primer orden con gran interés en el patio trasero de la UE.