El delicado estado de salud de Hugo Chávez ha hecho sonar casi todas las alarmas sobre el futuro del régimen, sobre sus repercusiones en la política venezolana e, inclusive, sobre lo que podría ocurrir en América Latina en el caso de un agravamiento de su situación personal. El proyecto continental hegemónico de Hugo Chávez y Fidel Castro, que llevó incluso a hablar de una posible convergencia entre los dos países (Cubazuela o Venecuba), plasmado en torno al ALBA (Alianza Bolivariana de los Pueblos de nuestra América), resultó funcional y provechoso para ambos dirigentes.
A Castro, su acercamiento a Chávez le reportó un continuo drenaje de petróleo y divisas con las que poder superar las estrecheces del período especial y un manto de respetabilidad que le dio acceso al sistema multilateral latinoamericano. A Chávez, su proximidad a Fidel Castro le supuso su convalidación como líder revolucionario de talla continental y global y el reconocimiento de las izquierdas latinoamericanas. Uno de los grandes objetivos de Chávez era convertirse en el principal y gran heredero de Fidel y con ello en el más importante referente de la izquierda regional. Y para ello no le faltaba carisma ni dinero.
Más allá de las especulaciones sobre la salud de Chávez, cuya verdadera situación médica se guarda como secreto de estado, el hegemonismo cubano – venezolano, que se había mostrado imparable durante buena parte de la primera década del siglo XXI, ya había comenzado a declinar. Probablemente el punto de inflexión se produjo en junio de 2009, coincidiendo con la salida violenta de Mel Zelaya de la presidencia de Honduras, lo que frenó el crecimiento del ALBA. La destitución de Fernando Lugo en Paraguay, presentada por el bloque bolivariano como un golpe de estado, es un nuevo golpe que pretende neutralizarse con el ingreso de Venezuela al Mercosur.
A partir de aquí la pregunta que muchos se formulan es si habrá un chavismo sin Chávez y si en América Latina hay futuro para el proyecto bolivariano. La pregunta, mutatis mutandi, es similar a la de si la Revolución Cubana sobrevivirá a la desaparición de los hermanos Castro. Evidentemente, ambas cuestiones están relacionadas ya que los dos procesos se refuerzan mutuamente. Dada la ausencia de un entramado institucional que dé cobertura al bolivarianismo continental, la cuestión de fondo es la de saber si hay alguien capaz de asumir el liderazgo en reemplazo de Hugo Chávez.
La respuesta podría ser un no tajante. No sólo porque ningún presidente tiene el carisma del caudillo venezolano ni tampoco ningún país, salvo Venezuela, puede gastar ingentes cantidades de dinero para financiar un proyecto indefinible. En el caso de que hubiera algún país en esta situación resulta cuestionable que alguno de los líderes populistas esté en condiciones de justificar frente a sus pueblos un gasto semejante. De todos modos, el desmantelamiento del chavismo continental ni será inmediato ni pacífico. En su desenlace habrá que prever complicaciones y turbulencias, que dependerán de lo que ocurra en Venezuela y también en otras partes del continente. Pese a sus desmentidos, es probable que al ecuatoriano Rafael Correa le seduzca la posibilidad de heredar a los comandantes Fidel y Raúl Castro y Hugo Chávez. Sin embargo, carece del carisma necesario y habrá que ver si en el futuro mediato contará con los respaldos adecuados para mantener en pié el proyecto bolivariano.
La respuesta a la pregunta de si es posible un chavismo sin Chávez tiene en la experiencia peronista un referente importante. Pero, la popularidad de Perón se basó en la forma violenta en que fue desalojado del poder y la posterior represión de la derecha que gobernó el país. Su exilio, de casi 17 años, le permitió reforzar una serie de instituciones y organizaciones vitales para la supervivencia de su proyecto político. De la forma como el chavismo se retire del poder, en el caso de que lo haga, dependerá la respuesta a la pregunta anterior. Si el peronismo sigue siendo el modelo inspirador, sólo la victimización de Chávez y del chavismo permitirán que su proyecto perdure en el medio y largo plazo.